Capítulo 18

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Las llamas se alzaban como bestias furiosas en la pantalla, devorando todo a su paso. La cámara temblaba en manos de alguien desconocido, capturando el horror en fragmentos irregulares. Frente al lente, el cuerpo agonizante de Irazabeth Van den White se estremecía, resistiéndose a la mano que intentaba levantarla.

—¡Sácalos de aquí! ¡Saca a Aiden de aquí! —su voz desgarrada era un eco de amor y desesperación, un último mandato envuelto en llamas.

El hombre obedeció. Bajó las escaleras, atravesando pasillos llenos de sombras y humo, hasta llegar al sótano. Allí, el niño esperaba, encadenado por el destino y la crueldad. Lo liberó, lo llevó fuera, cerrando la puerta detrás de ellos como si con ese gesto pudiera protegerlo de lo inevitable.

El caos continuaba arriba. Golpes, gritos y súplicas resonaban como una sinfonía macabra. El rey, atrapado en una de las habitaciones, luchaba contra su destino. Subieron en busca de Irazabeth, pero al llegar, solo encontraron su vestido. Las llamas lo habían envuelto por completo, convirtiéndolo en un espectro danzante en medio de la destrucción.

El estruendo aumentaba: explosiones, madera crujiente, vidrios quebrándose como sueños rotos. Alguien entró. Una figura en la penumbra, invisible pero tangible en su urgencia, tomó al portador de la cámara y lo arrastró fuera, dejando atrás al niño.

Y allí estaba él. Frágil, un pequeño punto de luz en un infierno que lo consumía todo. La cámara cayó al suelo, y en su último enfoque capturó al niño saliendo de la mansión.

—¡Aiden, corre! — gritó una voz femenina, desgarrada, cargada de amor.

El niño luchó contra su debilidad, cada paso una batalla, hasta que finalmente cayó frente a la casa en llamas.

—¡Hermana! —fue su último aliento antes de que su cuerpo sucumbiera al agotamiento.

La pantalla se oscureció. El reproductor emitió un clic seco, marcando el fin del testimonio.

Ash me miró, su rostro grave, sus ojos buscando respuestas en los míos.

—Zanith... — dijo, rompiendo el silencio.

—Si la cámara salió de la casa — respondí con un tono pesado —, ¿quién regresó la cinta a la caja?

La pregunta colgó en el aire como una amenaza invisible. Mia y Ash intercambiaron miradas inquietas antes de volver sus ojos hacia mí.

—¿Eso significa que...? — comenzó Mia, dejando la frase incompleta.

—Alguien más está metido en esto — dije, sintiendo cómo las lágrimas llenaban mis ojos sin permiso —. Alguien más salió con vida de esa casa.

—¿Conoces a la persona que llevaba la cámara? — preguntó Mia con voz temblorosa.

Ash respondió con firmeza antes de que yo pudiera articular palabra:

—Esa persona está muerta.

Pero la verdad era un espectro que se negaba a ser exorcizado. Alguien había estado allí ese día. Alguien más había escapado o sabía demasiado, incluso sin haber entrado. Los hilos se enredaban en mi mente, un laberinto de preguntas sin respuesta.

¿Quién había puesto la cinta en la caja?

¿Cómo conocía todo aquello?

¿Quién había tomado a Cristina aquel día?

Esas preguntas giraban en mi cabeza, un remolino que no podía apaciguar. Pero entre todas ellas, había una que se alzaba, pesada y constante, como una sombra que me perseguía incluso en mis sueños:

Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora