Capítulo 15 - Las cosas no ocurren por azar. No existen las casualidades.

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Estábamos sentados en la sala, ella frente a mí, dos copas vacías sobre la mesa y un silencio cargado de confesiones no dichas. La primera vez no fue el momento adecuado, lo sabía. Algunas verdades necesitan espacio, otras buscan refugio en las sombras. Ella, con su belleza incongruente, parecía fuera de lugar en este escenario que compartíamos, como una flor en un desierto.

Nuestros ojos se encontraron y, por un instante, el tiempo se detuvo. No fue necesario preguntar; su mirada ya comenzaba a desvelar los secretos.

—No mentí cuando dije que no conocía al jefe. Puedes ser dueño y mantenerte oculto. Mr. K dirige el lugar, pero quién es realmente... no lo sé.

Bebió un sorbo mientras sus ojos se movían hacia los rincones de la sala, como asegurándose de que nadie escuchaba.

Estamos seguros, no te preocupes.

Dejó su vaso sobre la mesa, se levantó con la gracia de quien domina cada movimiento, y sin aviso se sentó sobre mis piernas. Sus ojos, cargados de un misterio intoxicante, se clavaron en los míos.

—Puedes estar seguro de algo: Eduard Van der Wildt no es el dueño, pero está metido hasta el cuello. — Su voz se convirtió en un susurro junto a mi oído, tan tenue que casi se mezclaba con mi respiración.

El nombre cayó sobre mí como un trueno. Mis ojos se abrieron, llenos de incredulidad. Antes de que pudiera articular una respuesta, Ash salió de mi habitación, rompiendo el hechizo.

—¿Estás segura de lo que dices? — preguntó el con el ceño fruncido, haciéndola dar un respingo.

Ella asintió, me miró y le devolví una señal de confianza.

—Entonces, ¿el hombre más poderoso, la cabeza de los 100, está involucrado en esto? ¿Drogas?

Ella asintió de nuevo, con una calma que solo reforzaba la gravedad de lo que decía.

—Sé lo peligroso que es, pero él tiene algo mío... o, mejor dicho, sabe algo de mí.

De su bolso sacó un sobre y lo extendió hacia mí.

—Solo ábrelo si algo me pasa. Ahora estoy en peligro, y tú también deberías tener cuidado.

Ash tomó mi vaso, bebió un sorbo y lo dejó sobre la mesa.

—Ahora es tu turno — dijo.

Me quedé mirando sus ojos, los de ella, por un momento eterno.

—No puedo hacer eso, pero no tienes que fingir aquí. No conmigo.

Su rostro se endureció, pero luego se quebró como un cristal ante mi mirada. Una capa de lágrimas llenó sus ojos antes de abalanzarse sobre mí, rodeándome con un abrazo que no necesitaba palabras.

—Te extrañé tanto, Cristina.

—Yo también... pensé que realmente te había perdido.

Su cuerpo temblaba contra el mío mientras las lágrimas caían con libertad. Ash, que seguía presente, observaba en silencio, una sonrisa leve dibujada en sus labios.

Cristina se quedó dormida en mi cama, y yo, incapaz de conciliar el sueño, me quedé en el sofá junto a Ash. Me quité la camiseta y encendí un cigarro, buscando en la bruma del humo respuestas que no llegaban. Una vez despierta, salió a la sala quedando atónita con las marcas del pasado.

—¿Qué te pasó en la espalda? — preguntó ella, con la mirada fija en las cicatrices que trazaban historias que nunca conté.

—No es algo que deba preocuparte — respondí, con más firmeza de la que pretendía.

Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora