Capítulo 26 - Que la ambición nos caracteriza... entonces que sea un hecho.

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El bosque se abrió a un claro, y allí estaba: una cabaña humilde, tímidamente erguida entre los árboles, como si intentara ocultarse del tiempo y de los ojos ajenos. Cristina tenía razón.

Nos acercamos a la entrada, y un niño apareció frente a los escalones, absorto en algún juego que sólo él entendía. Su cabello, de un castaño profundo, brillaba bajo los últimos destellos del sol. Al vernos, corrió hacia la puerta y la cerró con un golpe que resonó entre las ramas.

Antes de que pudiéramos reaccionar, una mujer emergió de la cabaña, sosteniendo una escopeta blanca. Sus manos temblaban tanto como su mirada, que saltaba de uno a otro como si tratara de descifrar quiénes éramos. El cabello caramelo caía en ondas sobre sus hombros, y aunque su rostro parecía ajado por el tiempo, algo en ella me resultó dolorosamente familiar.

—¿Caroline? —pregunté, mi voz apenas un murmullo que llevaba la brisa.

Ella bajó la mirada un instante y dejó caer el arma sobre una mesa. En un parpadeo, corrió hacia mí, y su abrazo me envolvió con una calidez que creí haber olvidado para siempre.

—Aiden... —susurró entre sollozos—. Por todos los cielos, cuánto has cambiado. Pensé que jamás volvería a verte.

—Tampoco imaginé este momento —dije, sonriendo mientras una lágrima furtiva me traicionaba—. Pero aquí estamos, ¿no? Llamame Zanith Demon.

Su abrazo era tan familiar que me devolvió al pasado. Recordé nuestras risas en los jardines, cómo me sostenía cuando tropezaba. Su sonrisa era un eco, un refugio perdido. El vacío que dejó el día de su funeral volvió a llenarme por un instante, pero su presencia lo borró como el sol al amanecer.

Stella se adelantó, con pasos inseguros, sus ojos abiertos de par en par.

—¿Mamá...?

Las dos se encontraron en un abrazo que detuvo el tiempo. Sus lágrimas se mezclaron con risas temblorosas.

—Has crecido tanto, mi pequeña —murmuró Caroline, acariciando su cabello—. Pensé que nunca más podría verte.

—Yo también... Creí que te había perdido para siempre.

La escena era tan íntima, tan desbordante de emoción, que el resto permanecimos en silencio. Incluso Ash, que solía llenar cualquier pausa con alguna frase ingeniosa, guardó respeto.

Pero el pasado no tarda en hacerse presente cuando las emociones son tan intensas. Caroline respiró hondo, tratando de recomponerse.

—Debemos hablar —dijo, y sus palabras tenían un peso que aún no entendíamos.

Dentro de la cabaña, un refugio sencillo y modesto, Caroline presentó al niño.

—Él es William... William Van den Wildt-White, mi hijo.

El nombre cayó como un trueno en la habitación. Stella y yo nos miramos, incrédulos.

—¿Estás diciendo que... tenemos un hermano? —murmuré, mi voz cargada de asombro y desconfianza.

Caroline asintió, pero antes de que pudiera explicar, envió al niño a su habitación. Cuando regresó, su rostro estaba marcado por el peso de los recuerdos.

—Puedo explicarlo —dijo, y su voz tembló al principio, pero luego tomó fuerza—. Hace más de diez años, durante una fiesta que organizó tu padre, Richard...

Su relato fue un viaje doloroso. Nos llevó a una noche de copas que acabó en un acto que cambió su vida. A la furia de Edward, que no tardó en intuir lo que había pasado. A la traición más cruel, cuando él la dejó agonizando, arrojada a su suerte.

Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora