Capítulo 9

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Ricardo se acerca con su cara pálida y me da el teléfono.

Lo tomo con mis manos temblorosas, con una vocecita interna alertándome, que no me pegará mucho el teléfono a la oreja, que una bomba nuclear podía explotar sin previo aviso.

—¿Sí?

—¡Abigail! ¿Me puedes explicar porque no están aquí? —su voz imponente me hace sobresaltarme —¡Ya son las cinco!

—Ma...

—Eres una irresponsable, no puedo confiarte nada, se supone que los iba a encontrar en este lugar, haciendo sus deberes, pero no, encuentro los platos sucios, y a las dos gatas lamiéndolos por la comida que quedó pegada... —se queda unos segundos en silencio —Por cierto, no vi al pulgoso del señor Gruñón cuando entre, que extraño —dice con un tono más suave que el del inicio —Bueno, pero no era a eso que quería llegar. A ver, dime ¿Dónde se supone que están ustedes tres, par de vagabundos?

Suspiro con fuerzas, ya estoy cansada, hoy no quería oírla, no quería sus quejas, solo un fuerte abrazo.

—Mamá, estamos en una veterinaria.

—¿Veterinaria?

Le tenía que decir lo del señor Gruñón, aunque por eso estuviera castigada un par de semanas, porque admito que todo esto que pasó fue mi culpa, jamás tenía que haber dejado mi cuaderno de notas sobre la silla, y mucho peor el cuarto abierto.

—El señor Gruñón se comió mi cuaderno de notas, y casi mu...

—Dame la dirección —dice de inmediato cortante.

—Voy —hice de seña para que Melvin se acercará y susurrarle que le diera a mamá la dirección.

Él toma el teléfono, y la saluda amablemente dándole la dirección de la veterinaria. Realmente no sé cómo hace para ser tan tolerante.

—Tu mamá está enojada Abi —sonríe bajando el teléfono de su oreja y dándome una palmadita en uno de mis hombros.

Me ve y yo me quedo quieta. Pienso que tiene razón.

Ella era así, explosiva, y estaba segura que no le importaba traer una correa y darnos una tunda a los tres, yo primero por ser la mayor, y tener la responsabilidad sobre mi espalda, segundo Ricardo por dejarse llevar por mí, y por último Enrique por ser tonto y no avisarle como se debe los problemas a los que nos metemos. Según ella, él debe ser nuestro espía.

¿Por qué los menores siempre son los espías?

He tratado de resolver esa incógnita.

—Espero Melvin que no te rías de nosotros cuando salgamos por esa puerta, —la señala con su delgado dedo índice —con el trasero morado —Ricardo hace un mohín y se levanta —En especial el de Abi, creo que va ser más morado que de costumbre ¿Verdad unicornio? —dice soltando una gran carcajada.

¿Cómo era posible que estuviera haciendo esos tipos de bromas en estos momentos?

—¡Cállate! —grito molesta por su imprudencia.

Vuelvo a ver a Melvin y él sonreía avergonzado por lo que dijo Ricardo.

—Abi, ¿Por qué tu trasero va ser más morado que el de nosotros? ¡No es justo! —pregunta Enrique pegando con la punta de uno de sus pies en el suelo en forma de protesta —Solo tú quieres ganar siempre.

Ricardo vuelve a tirarse otra carcajada y Melvin ya se está contagiando. Al parecer el ambiente tenso y triste se está transformando en ameno a cuesta mía.

—Deja de seguirle la corriente por favor —ruego a Enrique aplastando una de mis manos a la cara —son un par de...

—¿¡Donde está el pulgoso!? —la voz de mi madre nos hace estremecer.

¿¡Qué le pasa a esta señora!? ¿Se tele transportó o qué?

—Mami —dice Ricardo con alegría dirigiendo los pasos para toparla y abrazarla.

Sino lo conociera, pensaría que es cierto, que la extrañaba, pero no, todo es un complot para que él no sea castigado y caiga todo el peso de la ley de doña Carmen sobre mí.

—Él esta con el veterinario todavía mamá —me ve con sus ojos acusadores y yo me siento intimidada.

—Hablaremos en casa señorita, si ese perro se muere, pues entonces, creo que hablaremos antes.

¿Qué?

¿Me va a pegar? Si mal no recuerdo eso me decía cuando yo hacía una travesura, y llegábamos a casa no precisamente a hablar, sino a calentar mis pompis con una correa.

Me encojo de hombros y caigo sobre una silla, mamá en cambio saluda amistosamente a Melvin haciendo que él dejara de estar tenso ante su entrada, platicaban de cosas de la iglesia, de sus padres, del viaje que hicieron hace poco, la familia de mi amigo tenían una posición económica bastante alta, su padre era dueño de una empresa de prestigio y su madre era diseñadora de moda.

Había mucho que envidiar en su vida, a parte que era el único hijo de sus padres.

Dejo de verlos para pensar en mí, en lo que he estado haciendo últimamente, me había enfocado en esos poemas, en su estructura, en cada palabra. Y es que anhelaba que mi idóneo algún día los leyera, y no solo eso, que se enamorará más de mí cuando se diera cuenta que toda mi vida lo he estado esperando.

¿Pero cuando vendrá?

Deseo tanto que Dios me lo mande este año, quiero a alguien que me escuche, que comparta conmigo sus momentos, y sobre todo servirle al señor juntos.

Muchas veces me siento sola.

Suspiro ante los pensamientos.

No debería estar pensando eso, si mi perro se debate entre la vida y la muerte.

Que mala madre eres Abi. Me reprocho a mi misma.

Cierro los ojos y vacío mi mente para seguir esperando noticias de mi hijo perruno.

A la media hora sale el doctor y nos da la noticia que el señor Gruñón había sido intervenido quirúrgicamente, tenía una gran masa de papel que se le venía formando en su pequeño estómago, nos dijo que dentro de una hora iba despertar, y que todo fue un milagro divino porque unos minutos más, no estaría vivo, ni él contando la historia.

Pensé inmediatamente que Dios puso a Melvin en nuestro camino, él actuó de forma rápida, definitivamente lo tengo que recompensar.

Minutos más tarde, el doctor nos dio al señor Gruñón y mi madre se fue con mi dos hermanos en su coche, yo me fui con Melvin en el de él.

—Gracias por todo amigo —digo viendo los ojos cerrados de mi perro aun por los efectos de la anestesia, tenía que estar de cuidados, aunque las puntadas eran pequeñas.

—No hay de qué amiga —él me ve con una gran sonrisa —¿Cantarás conmigo mañana? Quiero hacer un especial, es un canto de Evan Craft.

—Pero no hemos ensayado nada —digo pensando en que solo faltaban unas horas para que ya sea mañana.

—Tú no necesitas ensayar, tienes una voz súper linda —me guiña un ojo y le sonrío tímidamente.

Sus ojos me estremecen y pienso en una locura.

¿Será Melvin?







Ay Abi, veremos que pasa en el otro capítulo, y ustedes que dicen, ¿Será Melvin su idóneo?

Hasta la próxima💕

Querido Idóneo [Borrador] (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora