El fin de semana pasó muy rápido para mi gusto. Me siento con una sensación de tristeza en mi pecho, y eso lo descubrí anoche. Jack no se apareció ni sábado ni domingo en los servicios de la iglesia, y el viernes me prometió que nos íbamos a encontrar en ese lugar.
—Mamá Abi sigue fumando hierbas de colores —subo su mirada tras sus palabras tan incoherentes y le aviento la porción de cereal que había tomado del plato. La leche salpica su rostro impactado y las migajas del cereal se pegan manchando su camiseta blanca —¡Mamá! —grita molesto.
—Eso te pasa por ser tan sofocante —digo con una ceja levantada dispuesta a seguir con la guerra.
—Deja de ser mal ejemplo para tus hermanos.
¿¡Qué!? Ellos me molestan y después ¿Yo soy el mal ejemplo?
—Pero mamá —digo con mis hombros caídos —¿Acaso no escuchas sus sandeces?
Mi madre hace caso omiso a mis palabras y se levanta de la mesa para recoger el plato de Enrique y servirle más. ¡Este niño si come! ¿Qué hace para no engordarse? con todo lo que consume veinticuatro siete, ya fuera una bola completa.
—Ricardo, ya te he dicho que las comidas son sagradas —mi hermano se levanta de la mesa muy molesto y toma un poco del cereal embarrado en su camiseta, y como si fuese un beisbolista profesional tira una buena porción sobre mi rostro.
—¡Mamá! —ahora soy yo la que grita como loca levantándome y reaccionando al golpe bajo de mi hermano.
Enrique comienza a ahogarse como loco por la risa que le causa verme histérica sacudiendo mis manos para quitar con magia lo que no se quiere despegar de mi bello rostro.
—¡Los dos! —abro uno de mis ojos viendo como a mi madre se le ve el enojo a kilómetros de distancia y mejor lo vuelvo a cerrar — Ya estoy cansada de sus pleitos ¡Abigail! —abro mis ojos de inmediato —Vete lavar esa cara, y tú —señala con su dedo índice a Ricardo —Te quitas esa camiseta y la metas a la lavadora...
—¡Pero mamá! —intenta renegar Ricardo.
—¡Deja de interrumpirme! —su tono de voz es demasiado brusco —Lavaras esa camiseta, te encanta molestar a tu hermana, pagas las consecuencias.
—Pero llegaré tarde a la escuela y hoy tengo...
—Me importa dos remolachas que llegues tarde a la escuela —dice dándonos la espalda para llegar a Enrique que ya se encontraba como un angelito después de la explosión de mi madre.
—¡No! —exclama Ricardo agarrándose el cabello con desesperación. Queriendo hacer rabietas.
Trago saliva sabiendo que esa actitud iba a desatar a la fiera encerrada en el interior de mi madre.
Sin pensarlo camino dos pasos hacia atrás para pegar mi espalda a la pared, mientras doña Carmen se le va ensanchando la espalda hasta ponerse firme y dar la media vuelta con un rostro neutro.
—¡¡¡¡Qué te vayas a lavar esa bendita camiseta y aquí no bajes hasta haberlo hecho!!!! —mis nervios se activaron al mismo tiempo que los de Ricardo y comenzamos a girar como dos cerdos que saben que los van a degollar —¡Y muévanse! —grita palmeando sus manos y poniéndonos más nerviosos. Damos vueltas torpemente hasta encontrar la salida de la cocina.
—Me las pagaras —dice Ricardo subiendo las escaleras a la velocidad de la luz —Ya lo veras.
Niego con mi cabeza, este niño nunca aprende, pero no tenía tiempo para darle uno de mis sermones, necesito estar en la escuela en menos de media hora.
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Querido Idóneo [Borrador] (Completa)
SpiritualAbigail era una chica muy cristiana, a pesar de sus 15 años, era muy madura en los caminos del señor, todas las noches al momento de acostarse le pedía a Dios que mandara a su idóneo, ese hombre que con solo verlo reflejará el amor que provenía de l...