Capítulo 20

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—¡Enrique! —grita mi madre —¡Te dije que te vinieras a traer a Abi, no que se quedaran haciendo vida social!

Él la vuelve a ver con sus ojos abiertos y yo me quedo paralizada por lo que me acaba de decir, no podía creer que hoy iría a la casa del chico al que pienso huir por el resto de mi vida. No quiero ir, no me siento bien y mi estómago se está comenzando a revolver. Piensa Abi, piensa.

—Madre —digo, viendo en su dirección, dispuesta a decir cualquier tontería para no ir a esa tal fiesta.

—¿Qué? —miro detenidamente su rostro mientras mi mente se detenía en algo concreto —¿Te pasa algo? Te ves pálida.

¡Eso!

—Mami, me duele el estómago, creo que tengo que ir al baño, y de ahí no saldré hasta mañana.

Ella hunde su ceño y niega con la cabeza—Lamentablemente te iras con nosotros, aunque tengamos que aparcar el carro de tu padre cada que tengas ganas.

—¡Qué asqueroso! —exclama Enrique arrugando su cara.

—Mamá, no me puedes hacer eso —señalo la actitud asqueada de mi hermano y la miro desesperada —Nadie se merece pasar por eso. Yo me puedo quedar sola—sonrío forzadamente y me acerco para verla directo a los ojos y tocar uno de sus hombros —Por favor.

Vuelve a negar con su cabeza —Ya te dije que no te quedaras aquí sola, te vas con nosotros y pasaremos por una farmacia comprándote algo.

—Pero ma...

Y sin poder decir otra silaba más, me toma de la mano y me grita—¡Vamos! Que se nos hace tarde —tengo ganas de llorar. Mi madre debe ser la villana de los sueños bonitos y dramatizaciones perfectas. Porque no creerán que yo no iba a hacer una buena escena, soy experta haciendo eso, desde el preescolar cuando algunos niños me molestaban, siempre le decía que me dolía el estómago y me metía al baño haciendo gemidos de dolores, obviamente que doña Carmen me creía y pasaba preocupada todo el día. Y entonces dulcemente me decía: —Esta bien esponjita, hoy no iras, hasta que te mejores.

Como deseara que me dijese eso ahora mismo, pero no, sigo arrastrada por su mano fuerte y desesperada.

Me siento muy triste y ella no es capaz de verme, de leer mi mente, de tratar de hacerme sentir mejor, últimamente solo es exigir y exigir hasta cansar.

Voy bajando las escaleras una a una. Recuerdos vienen a mí:

Abigail, he sido honesto contigo ¿Sí? Por favor no trates de huir de mí...

Pego un chillido en voz alta sin querer, no entiendo qué me pasa ¿Por qué no puedo borrar eso de mi mente? ¿Por qué?

—¿Estás bien Abi? —veo los ojos de mi madre y su pregunta me hace viajar al rostro de Jack. Él me ha hecho esa pregunta, sí, lo ha hecho. Mis ojos se empiezan a mojar, entonces noto a mi madre acercarse, sube su mano disponible y toca mi mejilla para acariciarla y dar un poco de amor, de ese que tanto estoy necesitando —Abi —su voz apenas es audible.

Bajo mi rostro y la palma de la mano de mi madre me da calidez.

—Creo que sí —mi madre sube mi rostro y me observa.

—Sé que no es un simple dolor de estómago, —trago saliva y quiero sacar todas las lágrimas acumuladas que intento retener.

—Madre, yo nece...

—No me digas nada ahora, es mejor que conversemos cuando volvamos —pego un largo suspiro y quiero soltarme de su agarre ¿Es en serio? Es claro, a mi madre le importa más una simple fiesta, que la agonía y el desespero interno en el que se encuentra su hija.

Querido Idóneo [Borrador] (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora