Capítulo 22

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Narra Isaac

Es la primera vez que estoy en un lugar como este, solo sé que unos de los hombres que se encontraban con nosotros lo trajeron aquí por ser desobediente. Es un lugar muy frío a pesar de ser verano, más aun teniendo en cuenta que me despojaron de mi ropa.

—¿Te aburres, juguete? —me giré al escuchar la voz de Henlein—. Sé que el calabozo no es muy divertido, pero ya encontraré la forma de distraerte —abrió la puerta de metal que se encontraba frente a mí y entró—. ¡Fellner! —unos pasos rápidos se acercaron a él—. Ve y átale las manos y los pies, no quiero que forcejeé mientras lo uso —Fellner asintió, tomó las sogas que Henlein le dio, se acercó a mi para luego comenzar a atarme.

—Lo siento —dijo casi inaudible, terminó de atarme y luego se apartó de mí—. Ya está, señor.

Henlein esbozó una sonrisa cínica que me daba verdadero terror. Comencé a sollozar cuando él se acercó a mí. Sabía perfectamente lo que pasaría, nuevamente nadie podrá evitarlo, nadie podrá ayudarme. Miré a Fellner nuevamente, él no me miraba, permanecía con la vista baja y una expresión de asco en el rostro.

—Veamos si no se te ha olvidado lo que aprendiste, mi pequeño juguete —sin perder un solo segundo comenzó a desabrocharse el pantalón—. De verdad me agrada poderte usar de nuevo, pequeña basura.

Luego de su tortura, se retiró dándole permiso a Fellner de hacer conmigo lo que quisiese. No estaba seguro de como sentirme; no estaba seguro si confiar o no en Fellner. Me encogí en mi lugar cuando se acercó a mí, cerré los ojos con fuerza esperando cualquier cosa, pero nada sucedió.

—No tengas miedo, no te haré nada —sentí como las cuerdas en mis muñecas y mis tobillos comenzaron a aflojarse—. No creo poder sacarte de aquí, no hoy —sacó un pañuelo y comenzó a limpiar mi rostro—. Intentaré hablar con él, ¿sí? Si no consigo que te saque de aquí, hablaré con Artur, seguramente a él o a Noah se les ocurrirá algo para sacarte de aquí lo más pronto posible. Solo espera, pronto estarás de nuevo con Noah —me miró unos instantes—. ¿Tienes sed o hambre?

—Tengo sed.

Se levantó al instante y salió del calabozo cerrando la puerta metálica, sumergiéndome en una completa oscuridad. Me abracé a mis piernas para no tener tanto frío y esperé a Fellner, quien volvió algunos minutos después con una jarra con agua y un vaso metálico, se agachó frente a mí y sirvió agua. Ni bien me dio el vaso con agua, me lo tomé de un solo trago, dejé el vaso junto a mí y lo miré unos instantes.

—Seguramente Henlein no vuelva y no deje que alguien más que yo use su "juguete" —se levantó—. Iré a hablar con él.

Se fue cerrando la puerta nuevamente. Por mi parte, me acomodé recostando la cabeza contra la pared y cerré los ojos.

No sé en qué momento me he quedado dormido, me había puesto a pensar en Noah y en lo mucho que lo extraño, lo próximo que recuerdo es haberme despertado con el sonido de la puerta del calabozo. Al volverme hacia la puerta vi a Henlein entrar junto con Fellner. Este último me dedicó una pequeña mirada de lástima cuando vio que Henlein volvía a atarme, noté que apretaba la mandíbula como si reprimiera un impulso. Tal vez quiera ayudarme, pero no podía hacerlo. Entendía por qué no podía, de esto depende su cabeza.

Cuando Henlein se fue, Fellner me desató y puso el saco de su uniforme en mis hombros para cubrirme.

—Artur hablará con su madre hoy, en cuanto Henlein vuelva a casa su esposa hablará con él —asentí. Se sentó frente a mí y me cerró un poco el saco.

Mientras esperábamos que Henlein vuelva, él comenzó a hablarme. Primero me comentó sobre cómo llegó al ejército. Luego me habló sobre su antigua admiración por sus superiores. Por último, me habló sobre Artur, sobre lo mucho que le gustaba y de lo mucho que le aterraba que Henlein los descubriese y lo enviara al campo de combate. Cuando comenzamos a escuchar ruidos afuera, él se puso su saco rápidamente y se levantó. El general entró hecho una furia, me tomó del brazo y me sacó del calabozo de un empujón. Afuera se encontraba Amelie, quien me abrazó fuertemente cuando su esposo salió a paso firme del calabozo, detrás de él salió Fellner.

Del otro lado del cercoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora