Capítulo 20

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Narra Isaac

En un mes Noah y yo nos iremos a vivir a Holanda, sus abuelos ya nos han enviado los pasajes para poder irnos de una vez de este lugar. Miré por la ventana, algunas gotas de lluvia comenzaban a golpetear contra el vidrio. Solté un suspiro pesado, sintiéndome solo. Noah ha salido con su padre, su hermano y Fellner a hacer quien sabe qué. De repente, la puerta se abrió, me sobresalté y desvié la mirada rápidamente hacia esta con algo de miedo, el cual se disipó cuando vi entrar a la madre de Noah.

—Hola, cariño, ¿estás aburrido? —se sentó frente a mí. Simplemente asentí—. ¿Qué te gustaría hacer?

—No lo sé, ¿qué quiere hacer usted?

—No me trates como si fuera tu jefa, mi niño, puedes llamarme Amelie o mamá si así lo prefieres —me tomó del mentón haciendo que levantase la mirada a su rostro—. No soy como ellos, te veo como si fueras mi hijo, nunca te podría tratar como un objeto, Isaac —me acarició la mejilla.

No era la primera vez que me decía esto, pero me he acostumbrado tanto a que los nazis me trataran como basura, que me resultaba realmente extraño que no solo me tratara bien Noah, sino que ahora su hermano y su madre también lo hacían.

—¿Qué quieres hacer, mi niño? —me encogí de hombros, ella se quedó callada unos instantes, luego me miró—. A Noah siempre le gustó que le leyera un libro los días lluviosos, ¿te gustaría que te leyera algo? —asentí, ella sonrió, se levantó y salió de la habitación. Volvió a los pocos minutos con un libro entre sus manos—. Este era el preferido de Noah y Artur, tal vez te guste también —se sentó junto a mí y me miró—. Puedes recostarte en mis piernas si quieres- no titubeé ni un segundo, recosté rápidamente mi cabeza en sus piernas; era como tener a mi madre de nuevo conmigo.

Amelie comenzó a leer. Su voz era tan suave y cariñosa como lo era la de mi madre, mis ojos se llenaron de lágrimas, pero intenté por todos los medios no llorar. Cerré los ojos y me concentré todo lo que pude en lo que me estaban leyendo.

Desperté escuchando un par de voces en la habitación, mientras sentía como acariciaban mi cabeza. No tenía muchas ganas de abrir los ojos, me sentía realmente cómodo.

—Así que es por eso —distinguí la voz de Amelie—. Me alegra que lo cuides tanto, cariño, él lo necesita más que nunca ahora —pasó su mano de mi cabeza a mi hombro.

—Sí, lo sé, el pobre ha perdido todo por culpa de la guerra, por lo que sé, solo me tiene a mi ahora —abrí rápidamente los ojos cuando escuché la voz de Noah, él me di rigió la mirada en cuanto notó que me había despertado­—. Ya despertaste —me sonrió, se acercó a mí, me tomó en brazos y me llevó hasta su cama para acostarme, mi rostro comenzó a arder; era realmente vergonzoso que hiciera esto delante de su madre.

—Bien niños, iré a preparar galletas.

Se levantó, me sonrió y salió de la habitación, dejándonos solos. Me senté en la cama y lo miré detenidamente. No me había dado cuenta que él no llevaba su camisa puesta cuando me tomó en brazos.

—¿Qué has hecho hoy?

—Mi padre nos llevó al campo de trabajo para mostrarnos como torturaban gente. Artur y yo no teníamos muchas ganas de ver —soltó un pequeño suspiro mientras se ponía una camisa—. Mi hermano y yo nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores y me terminó empujando al barro, por eso solo he vuelto yo, Artur, Fellner y mi padre siguen allá, mientras que yo podré quedarme aquí —se sentó frente a mí y me tomó de la mano—. ¿La has pasado bien? —lo miré asintiendo, me sonrió.

—Tu madre se ha quedado conmigo —dije acomodando el cuello de su camisa—. Es muy agradable. Me recuerda mucho a mi madre —sonreí con tristeza. Aún duele muchísimo recordar a mi madre, pero con Amelie es como si aún estuviera conmigo, cuidando de mí—. De verdad se parecen mucho —esto último lo dije con la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas, Noah pasó su mano por mi mejilla acariciándola suavemente.

Del otro lado del cercoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora