Epílogo

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Narra Isaac

Ya pasaron tres años desde que vinimos a vivir a Holanda, la guerra ha terminado hace un año y muchas cosas han cambiado desde entonces. Primeramente, Fellner ha renunciado a la milicia un año antes del fin de la guerra y vino a vivir con nosotros escapando de los altos mandos que lo acusaban de traición. Por otro lado, el padre de Noah ha terminado en prisión por parte de una organización nueva que se ha fundado al terminar la guerra. Por último, dado que la guerra ha terminado y que su esposo ya no se encuentra con ella, la madre de Noah ha ido a vivir con sus padres por un tiempo, pero hoy vendrá por el cumpleaños número dieciocho de Noah.

—¿Por qué no vas a despertar a Noah, Isaac? Ya es hora de que ese niño se levante —dijo Nora dirigiéndome una sonrisa, asentí, terminé de comer y me levanté para dirigirme al cuarto de Noah. Una vez allí, me acerqué a la cama y lo miré unos instantes con una sonrisa en el rostro.

—Es hora de que te levantes, cumpleañero —me senté al borde de la cama que compartíamos y acaricié su mejilla, él simplemente soltó un quejido dándome la espalda—. Noah, despierta.

—Déjame dormir un poco más —se quejó cubriéndose hasta la cabeza con las sábanas, volví a esbozar una sonrisa.

—Recuerda que viene tu madre a saludarte —él se sentó al instante, parecía que ya no tenía sueño en lo absoluto—. Anda, levántate y prepárate.

Besé su mejilla y me levanté, pero, ni bien lo hice él me tomó de la muñeca e hizo que volviera a mirarlo, acto seguido, me dio un pequeño beso en los labios. Sonreí al instante y acaricié su mejilla soltándome suavemente de su agarre. Salí del cuarto y bajé con los demás, no mucho después apareció Noah, quien recibió los saludos de todos. Como de costumbre, él se sentó a mí lado en la mesa y comenzó a desayunar.

Cuando Noah terminó, él y yo salimos a caminar, aprovechando que Artur no vendría con nosotros dado que ahora está Fellner con él. Decidimos alejarnos bastante de la casa para estar tranquilos al menos hasta que tuviéramos que volver.

—¿Qué piensas que podemos hacer luego de graduarnos? —me preguntó Noah sentándose en un tronco, yo simplemente me encogí de hombros.

—¿Nos iremos a vivir solos? —le sonreí—. Tal vez podamos volver a Alemania, quiero ver si mi casa aún está intacta o la han demolido con los bombardeos —me senté a su lado, colocando mi cabeza en su hombro—. Tal vez pueda trabajar en el negocio de mi padre —solté un suspiro, Noah me rodeó con su brazo y me acercó un poco a él.

—¿Eso quieres? —asentí—. Me parece un buen plan —sonrió—. Podemos trabajar ambos en el negocio de tu padre —le sonreí acariciando su mejilla, él se acercó a mi rostro y me besó.

—Será divertido estar solo nosotros en una casa —dije cuando nos separamos. Él volvió a sonreír, me dio un corto beso en los labios y se separó por completo.

—Volvamos, mi abuela ya habrá preparado el almuerzo —asentí.

Ambos nos levantamos, me tomó de la mano y volvimos a casa. Una vez allí, nos dirigimos al comedor, Fellner se encontraba allí hablando con Nora mientras Artur la ayudaba a preparar el almuerzo. Noah y yo decidimos poner la mesa.

—Tu madre llegará pronto, Noah, nos ha llamado desde la estación.

Miré rápidamente a Noah, en su rostro se formó una amplia sonrisa. Entendía la felicidad que debía sentir. Hacía tres años que no veía a su madre por culpa de la guerra y del idiota de su padre. Terminamos de poner la mesa y nos sentamos, Noah no dejaba de hablar alegremente ni de sonreír cada vez que podía.

Del otro lado del cercoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora