Narra Isaac
Como todos los días, nos levantaron a las cuatro de la mañana y, a punta de pistola, nos obligaron a trabajar. Pero, como de costumbre, logré apartarme de los demás; normalmente mi padre me ayuda a apartarme un poco para poder descansar.
Me distancié lo suficiente para que los guardias no pudieran verme, pero no lo suficiente para estar tan alejado de mi padre. Me senté en el suelo y comencé a observar mis alrededores, logrando divisar a un chico que se acercaba, me le quedé observando. De repente, levantó la mirada logrando cruzarla con la mía, se acercó un poco más al cerco, rápidamente fui hasta donde estaba él cuando vi que acercaba su mano.
—No la toques, está electrificada —se apartó un poco del cerco asintiendo, para luego mirarme de pies a cabeza.
—¿Esa es la ropa que llevan los granjeros? —negué rápidamente con la cabeza.
—Esta es la ropa que llevamos todos aquí, nos la dieron cuando nos trajeron —contesté, él solo asintió. Ninguno sabía qué decir o cómo actuar, tampoco es como que tuviéramos mucho de qué hablar ni que hacer.
—¿Hace cuánto estás aquí? —rompió de repente el silencio que se había formado.
—Hace un par de meses —comencé—. Nos trasladaron hasta aquí a mi padre y a mi desde Berlín —asintió para luego mostrarme una pequeña sonrisa.
—Yo también vengo de Berlín, mi padre es general, así que nos trajeron hasta acá.
—¿Tu padre pertenece al partido Nazi? —asintió provocando que mi temor comenzara a crecer poco a poco. Soldados del ejército de Hitler destruyeron mi casa, mataron a mi madre y nos trajeron hasta aquí a mi padre y a mí a quien sabe para qué fin. Retrocedí un par de pasos—. E-eres un Nazi —mi voz tembló al pronunciar esas tres palabras.
—¿Yo? No, no lo soy, no soy un Nazi, solo mis padres y mi hermano lo son, yo no entiendo mucho sobre eso, no me interesa —me quedé mirándolo unos segundos sin nada que decir; parecía hablar en serio, parecía no entender mucho de lo que estoy viviendo.
—¿Lo dices de verdad? —asintió, solté un suspiro aliviado.
—Por cierto, aún no nos hemos presentado, soy Noah —sonrió, pasó su mano con cautela a través del cerco.
—Soy Isaac —estreché su mano devolviéndole la sonrisa.
De repente, escuché la voz de mi padre llamarme a la lejanía, era tiempo de que volviera con ellos. Me despedí de Noah y me dirigí con mi padre. Una vez que volví con él, me giré a ver hacia donde estaba, Noah me saludó con la mano y comenzó a alejarse. Solté un pequeño suspiro; salvo por mi padre, volvía a estar solo. Ese chico parece realmente agradable, aun así, no me fiaré de él, no sabiendo que es hijo de un soldado.
Como todos los días, nos levantaron a las cinco de la mañana para comenzar a trabajar, llevando escombros de un lado al otro. Cuando tocó el mediodía, luego de que nos dieran un trozo de pan y un poco de agua, me dirigí nuevamente a donde Noah y yo nos encontramos ayer. Para mi sorpresa, él ya se encontraba sentado junto al cerco. Cuando me acerqué, levantó la mirada y me mostró una sonrisa.
—Hola —dijo—. Creí que estarías aquí a la misma hora que ayer. Cuando no te vi aquí, pensé que no podría verte hoy —extendió su mano a través del alambre de púa electrificado e intentó darme un sándwich—. Ten, come, mi madre me dio de más, así que decidí dártelo —sonrió, lo miré dubitativo—. Anda, tómalo —solté un pequeño suspiro, lo tomé y lo examiné unos instantes—. ¿No tienes hambre? —asentí para luego comenzar a comer, saboreé todo lo que pude el sándwich; hace tanto que no como algo decente.
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Del otro lado del cerco
FanfictionIsaac y Noah tienen la misma edad, pero sus vidas son completamente distintas. Uno está del lado del cerco en el que su vida es una completa incertidumbre, no sabe por qué llegó allí ni por qué lo niegan como un ser humano. El otro tiene una vida a...