Capítulo 21

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Narra Noah

Pasaron ya cuatro días desde que Isaac y yo nos enteramos de que en un mes nos iremos con mis abuelos. Estamos felices, pero hace un par de días que él se ve raro, muy melancólico y siempre mirando por la ventana de mi cuarto. Parece algo distraído, supongo que piensa en sus padres y que no podrá darles una sepultura siquiera. Me acerqué a Isaac que, como últimamente, estaba sentado en el alfeizar de la ventana. Cuando me senté frente a él, me dedicó una mirada junto con una sonrisa, tomé su mano.

—Vamos, dudo que hoy llueva, demos una vuelta por el bosque, ¿te parece? —asintió animado, se levantó casi de un salto y tiró un poco de mi mano, sonreí levantándome.

Bajamos prácticamente corriendo las escaleras, le avisamos a mi madre que saldríamos, ella nos dio una pequeña mochila con comida y un par de cantimploras, luego nos fuimos. Caminamos entre los árboles sintiendo como, de vez en vez, caían un par de gotas de las hojas. Era realmente agradable sentir las gotas caer sobre nosotros junto con la brisa fresca.

Caminamos un par de horas, tanto Isaac como yo estábamos cansados de andar. Salimos del bosque y comenzamos a caminar por el camino que los autos militares habían formado en la tierra, cruzando este, se extendía una llanura, donde pasamos una tarde. Tomé su mano y lo llevé hasta allí. Caminamos un poco más, alejándonos todo lo que pudimos del camino para que no nos vieran.

—¿Tienes hambre? —dije al tiempo que me sentaba contra uno de los pocos árboles que pudimos encontrar aquí, Isaac se sentó a mi lado asintiendo.

Dejé la mochila en el suelo, saqué los sándwiches que nos preparó mi madre y los dejé sobre la mochila usándolo a modo de mesa.

—Es un bonito día —dijo para luego dar una mordida al sándwich, yo solo asentí volviéndome hacía él—. ¿Pasaremos el día aquí? —asentí nuevamente terminando de comer.

—Daremos la vuelta por allí, seguramente nos tardemos y luego volveremos a casa.

Terminó de comer, se acercó a mí y se levantó.

—Vamos, Noah, quiero seguir caminando —sonrió, me tomó de la mano e hizo que me levantase.

—Está bien, está bien —sonreí tomando la mochila y colgándomela al hombro.

Volvimos a emprender camino notando como, poco a poco, el cielo se iba llenando de nubes grises; seguramente pronto caería otra tormenta. Aún así Isaac y yo no nos apresuramos, no nos importaba en lo absoluto. No pasó mucho hasta que las primeras gotas comenzaron a caer lentamente sobre nosotros, que seguíamos caminando a nuestro propio ritmo sin prestarle mucha atención. La lluvia fue intensificándose, pero seguimos caminando con tranquilidad.

Llegamos a casa casi una hora después, estábamos completamente empapados y con los zapatos llenos de barro. Al vernos, mi madre nos hizo sacarnos los zapatos, los cuales se llevó Lena, y nos envió a ambos a tomar un baño. Isaac y yo obedecimos, fuimos a buscar ropa, para luego ir al baño. Mientras Isaac se desvestía, yo me encargaba de poner a llenar la bañera. Una vez hecho, él se metió a la bañera, dónde me esperó hasta que terminase de desvestirme.

—¿Está bien el agua? —le pregunté mientras me metía en la bañera, él asintió acercándose rápidamente a mí y me abrazó colocando su cabeza en mi pecho—. Eres muy lindo —levantó la mirada a mí—. ¿Qué sucede? —Isaac no respondió, simplemente me besó. Correspondí al beso al instante, tomándolo de la cintura y acercándolo a mí.

No sé cómo, pero, de un momento al otro, Isaac estaba sentado en mi regazo. Sentí como comenzaba a moverse lentamente haciendo que nos rocemos, que nos hizo soltar un pequeño suspiro. Isaac rodeó mi cuello acercándose más a mí, me estremecí al sentir como besaba mi cuello. Siento mi cuerpo arder tanto como siento arder mi rostro, es vergonzoso, pero me gusta esa sensación con Isaac. Pegué un respingo cuando sentí a Isaac morder mi hombro.

Del otro lado del cercoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora