Capítulo 11

375 44 7
                                    

Narra Noah

Estaba ansioso por volver a ver a Isaac sin tener un cerco de por medio, quería abrazarlo y besarlo sin temor a que los guardias lo descubrieran o que me terminara electrocutando solo por querer tomar su mano. De repente, unos golpes me sacaron de mis pensamientos, rápidamente me levanté y abrí la puerta, mi madre me sonrió al verme y me extendió un pequeño plato con un par de galletas, como normalmente hace en las tardes.

—Te traje la merienda —volvió a sonreírme—. ¿Puedo entrar? Me gustaría contarte algo —asentí y me aparté de la puerta para que ella pasara, y así lo hizo. Se sentó en mi cama—. Ven, hijo, siéntate —asentí y me senté a su lado—. Verás, por un tiempo, tu padre tendrá que viajar a varios lados por su trabajo —comenzó contándome mientras yo comía las galletas—, así que... —apretó los labios—... Fellner se hará cargo de tu hermano y de ti —la miré rápidamente, ella no me miraba simplemente miraba el suelo de mi habitación—. Espero que estén bien, dejaré una criada a cargo de cada uno, de todas maneras —tomó mi mano aún sin mirarme—. Si algo sucede, ellas tienen órdenes de llevarlos a un lugar seguro —mi madre parecía que no me hablaba, parecía hablarse a sí misma.

—¿Mamá? —me miró rápidamente y forzó una pequeña sonrisa—. ¿Estás bien, mamá? —asintió levantándose de la cama.

—Tranquilo, no sucede nada —sonrió para luego besarme en la frente—. En un par de días nos iremos. Te dejaré el número de dónde nos quedaremos y sabes que puedes llamar a tus abuelos en cualquier momento —asentí sin entender mucho, hablaba demasiado rápido—. Bien, iré a preparar la cena, tu padre vendrá pronto y seguramente tendrá hambre —volvió a besarme en la frente y salió de mi cuarto. Mi madre estaba algo extraña, seguramente ha discutido con mi padre.

Pasó un par de horas hasta que bajé, escuché a mi padre reírse en la sala mientras mi madre seguramente se encargaba de todo, como siempre. Al acercarme a la sala, tanto mi padre como su acompañante, Fellner, me dedicaron sus miradas severas; me sentí más pequeño de lo que me siento normalmente en presencia de mi padre.

—Vete con tu madre, Noah, ve a ayudarle como la niña que eres —me esperaba que me dijera algo así, siempre me denigra delante de los soldados. Asentí a lo que dijo y fui con mi madre, quien cocinaba junto a una de las criadas.

—Oh, cariño, ¿qué haces aquí? ¿Quieres algo? —preguntó dirigiéndome una mirada rápida, negué con la cabeza, tomé un banquillo y lo acerqué a la isla que se encontraba en medio de la cocina para sentarme—. ¿Tu padre te envió a aquí? —asentí desanimado.

—Ya que estoy aquí, ¿quieres que te ayude? —mi madre negó con la cabeza sonriéndome.

—No te preocupes, mi niño, solo quédate aquí a hacernos compañía —pasó su mano por mi mejilla suavemente, luego siguió con lo que hacía.

Me quedé observándola mientras iba de un lado al otro mientras cocinaba y tarareaba una canción que le encanta; ¿cómo una mujer como mi madre puede estar con alguien como mi padre? Ella es realmente alegre y cariñosa, muy humana a diferencia de mi padre quien es un témpano de hielo, él es solo un recipiente de odio infundado hacia su esposa, hacia mí y hacia gente que no le ha hecho ningún mal; ni a él ni a nadie.

Luego de la cena, me encerré en mi cuarto a pensar en Isaac como de costumbre. Las horas se me pasaron volando solo mirando el techo; desde que volvió Isaac al campo de trabajo me dedico a simplemente pensar en el hasta altas horas de la noche.

De repente, unas risas me quitaron de mis pensamientos. Reconocí la voz de Artur, él estaba hablando con otra persona que, deduzco, era Fellner. Era raro escucharlos hablar, Fellner no parece muy conversador, no ha hablado con nadie más que no sea mi padre. Entreabrí la puerta con mucho cuidado e intenté escuchar.

Del otro lado del cercoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora