Capítulo 25

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Narra Noah

Ya ha pasado un día desde que salimos de Berlín. Al principio del viaje, Isaac parecía algo tensionado y todo le daba miedo, pero luego de una pequeña charla parece más tranquilo. Me levanté cuando noté que el tren se detenía, me acerqué a la ventana y miré a través. Estábamos en uno de esos pueblos alejados de la ciudad, no llegaba a ver bien el nombre del lugar, pero supuse que no nos habíamos alejado mucho de Berlín.

—¿Pasa algo, Noah? —Escuché la voz adormilada de Isaac a mis espaldas, rápidamente me giré y lo miré, él me extendió los brazos aún con los ojos entrecerrados—. Ven, acuéstate conmigo —ni bien me acosté a su lado, se abrazó a mí y colocó su cabeza en mi pecho—. ¿Por qué te has levantado tan de repente?

—Sentí que el tren se había detenido, solo quería ver donde estábamos.

Pasé mi mano por debajo de su camisa y acaricié lentamente su espalda con la punta de mis dedos, al instante sentí como se estremecía entre mis brazos.

—Me haces cosquillas —se movió un poco tratando de apartar mi mano, yo simplemente sonreí haciendo caso omiso. Continué acariciando su espalda—. Noah, no hagas eso.

Tomó mi muñeca apartándola de su espalda, la pasó por su cintura y, luego, entrelazó nuestros dedos.

Cuando el tren volvió a ponerse en marcha, Isaac pegó un pequeño respingo, soltó un suspiro y volvió a acomodarse. Sonreí al ver que volvía a quedarse dormido. De repente, alguien tocó la puerta, me levanté con sumo cuidado para no despertar a Isaac. Al abrir, vi a mi hermano parado del otro lado.

—¿Interrumpo? —negué con la cabeza haciendo un ademán con la mano para que bajase la voz, salí del cuarto y cerré.

—No, pero baja la voz, Isa... —me detuve antes de pronunciar por completo su nombre—. Mark está durmiendo —Artur asintió con la cabeza—. ¿Qué sucede?

—No es nada, solo quería ir a recorrer los vagones, pero esperemos a que Mark se levante.

—Ven, esperémoslo aquí —ambos entramos, Artur se sentó en la silla del escritorio, mientras que yo me sentaba a los pies de la cama.

Artur y yo estábamos hablando sobre banalidades cuando Isaac despertó. Se acercó a mí y me abrazó por la espalda.

—Oigan, sepárense, no quiero tener que estarlos viendo así, me hacen extrañar más a Meik.

Vi de repente un dejo de tristeza en el ceño fruncido de mi hermano. Tomé la mano de Isaac y acaricié sus nudillos.

—Ve a alistarte, Isaac, vamos a ir a recorrer el tren —asintió, tomó lo que necesitaba y salió del cuarto—. ¿Lo extrañas? —me dirigí a mi hermano, me miró arqueando una ceja—. A Fellner, lo extrañas mucho, ¿verdad? —desvió la mirada, noté que en sus mejillas comenzó a aparecer un sonrojo. No suele mostrar mucho sus sentimientos, normalmente es frío como mi padre—. Sé sincero conmigo, soy tu hermano —le sonreí, suspiró y se dispuso a hablar, pero en cuanto Isaac cruzó por la puerta cerró la boca y bajó la mirada a sus manos.

—Estoy listo.

—Vamos entonces.

Me levanté y me acerqué a él, ambos salimos primero mientras que mi hermano salía un poco más atrás. No pasó mucho hasta que se hiciera nuestro líder y nos guiara por los vagones. Al menos hasta que llegamos al vagón comedor, donde nos sentamos. Pronto llegó un mozo, nos preguntó que comeríamos y luego se retiró por una de las puertas. Al parecer, este era el último vagón que podíamos investigar.

Lena llegó no mucho después de que nos sirvieran la comida, se sentó con nosotros y nos regañó por no haberle avisado que estaríamos dando vueltas por el tren. Mientras, nos dedicábamos a comer. Luego, los cuatro volvimos a nuestros camarotes. Lena nos pidió que le avisáramos si salíamos a dar vueltas por los vagones.

Del otro lado del cercoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora