away - hyunmin

deux

     

         Kim SeungMin era una persona con dinero, el no exactamente, pero sus padres si, por lo que él también tenía algo de poder con esos billetes.
       Caminó por su gran casa hasta la biblioteca, su padre se la había regalado cuando era niño, cuando las cosas no estaban mal y cuando aún lo quería. Se sentó en el sofá y siguió con su lectura, pero la tierna sonrisa que HyunJin le había mostrado hoy no salía de su mente.
"Mostrado a tí no" pensó "el no la hizo para ti, nunca nadie lo haría para tí" Kim se auto-destruyó recordando las frases que sus padres le habían repetido muchas veces a lo largo de su vida. Bajó el libro a sus delgadas piernas y miro el sillón enfrente de el, suspiró y relajo un poco su mirada, los modales eran fundamentales en su casa y en cualquier lugar, pero ante la soledad se dejaba ser libre unos minutos.

       —Señor Kim —Una mucama apareció luego de tocar la puerta y que el joven pelirrojo le dijera un suave "adelante"—. Mañana tiene turno con su otorrinolaringólogo, no debe olvidarlo.

        —Gracias por recordarlo, lo pondré en la libreta —La señora hizo una leve reverencia y volvió a dejar solo al muchacho—.

      Sólo, como siempre lo había estado. Sólo y perdido, sin poder hacer lo que tanto amaba porque después de todo, profesor de literatura no es un trabajo con un buen sueldo, ni tampoco, un trabajo para una persona portadora del apellido: "Kim". Una alarma sonó en su celular indicando que debía ir a cambiarse por la cena de trabajo que tendrían sus padres esa noche, y como hijo de ambos, debía estar presente, sin decir absolutamente nada. Los Yang eran personas arrogantes, lo trataban igual que sus padres, por lo que su hijo, JeongIn, era tratado de la misma manera.
     Subió a su habitación luego de dejar marcada la página por la que iba de su libro y abandonando su sala favorita de la casa. En su cama de encontraba el atuendo que debía portar, una camisa blanca junto a un sweater negro y una corbata de un tono más claro, que hacía juego con los pantalones ajustados medio grisáceos. Se cambió y observó enfrente de su gran espejo, los zapatos de vestir relucían más de lo que podría gustarle y lo único que lo hacía ver un poco vivo era su tono de cabello, que le había costado mucho conseguir, no por las desteñidas, si no, por el hecho de que sus padres le dejaran.

      Tuvo que obtener todos dieces en absolutamente todas sus pruebas de todas las materias, cualquier trabajo y en las notas trimestrales, dándole así un promedio perfecto. En ese tiempo se desmayó, en medio de los baños, no había dormido por tres días por los exámenes finales, y una tarde, luego de rendir el de matemáticas, la cual extrañamente era la que más le costaba, mareado y con un pico de ansiedad se dirigió a los baños del primer piso metiéndose en un cubículo; iba a salir, ya que pensó que solo era un mareo por no haber comido nada desde la noche anterior, pero sus piernas le fallaron y calló sobre el inodoro cerrado golpeando fuertemente su nuca contra la pared. No se despertó hasta una hora después, nadie lo noto, menos sus padres, los cuales casi le prohíben el color de cabello por haber llegado luego de la hora acordada, casi que tirando todo su esfuerzo a la nada misma. Pero luego de mentirles con un: "los profesores me llamaron para felicitarme por mí promedio" sus padres lo dejaron pasar. SeungMin se sentía sucio, nunca les había mentido, pero había sobrepasado sus propios límites por lograr algo propio.

     Sonrió al recordar el momento en que se tiñó en la peluquería, y al ver su reflejo en el espejo le dio asco. El no era bonito, no debía sonreír, sólo ante las cámaras.

       —SeungMin —Una voz que conocía como la de su madre se escuchó desde el otro lado de la puerta—. Ven abajo en 10 minutos, los Yang están por llegar.

        SeungMin no respondió, sólo se colocó perfume y acomodó un poco su cabello, se paró al lado de la puerta y en cuanto el timbre sonó y el mayordomo abrió las puertas, hizo una reverencia hacia los Yang y los guió por la conocida casa hasta el comedor.
      Los modales eran necesarios ante cualquier situación y cualquier persona, sea conocida o no.