—Él, está detrás de mi ¿cierto?
Asiento apenada con la cabeza.
—Gracias por decirme que soy un idiota, Samantha.
Suspira y yo suelto una carcajada.
—De nada, señor Pears.
—Lo escucho una vez más y estás despedida.
— ¿y si fingimos que nunca escuchó nada?
—así me gusta.
Su risa es tan encantadora. ¡Oh Elizabeth ya basta!
Nota mental: “dejar de pensar en él”.
Es imposible, me niego a mi misma intentando fingir que no estoy allí.
—Lizzie, te necesito en mi oficina ¿puedes venir?
Sacudo mi cabeza, posando mis ojos sobre los suyos.
—Siempre puedo.
Ambos sonreímos.
Sam me hace burla luego voy detrás de él como su perro faldero. Al cerrar la puerta detrás de mí, puedo oler su perfume “el secreto” por toda la sala. Abre la silla delante de su escritorio, me siento cruzando las piernas.
— ¿Quieres un refresco?
—No estoy bien, gracias Señor Pears.
— ¿Señor Pears?, Elizabeth por dios llevas trabajando para mi… ¿Cuántos años?
Suspiro.
—Cuatro años y medio, casi cinco.
—Si eso, Te pido por favor que me llames por mi nombre de pila. “Señor Pears” me hace sentir viejo.
Asiento acatando su pedido.
— ¿Cuáles son mis tareas de hoy?
Prendió su computadora.
—Tiene reunión con los embajadores de España a las Cuatro pm. Luego tomara el té con la embajadora de china a las 5: 30pm. A las 6:30pm, otra reunión. Y a las 10:30pm tiene una cena de gala con el vicepresidente de la nación. Quiere hablar con usted sobre asuntos internacionales además de festejar su cumpleaños.
— ¿Qué le regalaré?
—Un champaña de marca exclusivo que mandé a pedir hace una hora.
Se para y se acerca a mí.
—Eres un encanto, no sé qué haría sin ti.
Se acerca más y más… hasta que besa mi mejilla con amor.
Elizabeth no es con amor, es con cariño. Eres su empleada, ¡Despierta!
— ¿Cómo podre pagarte todo lo que haces por mi?
Niego algo nervioso.
—No, no necesito nada enserio. Yo amo mi trabajo y es todo.
—Ya lo sé. Te daré la noche libre, cuando acabes con la última cosa que te pido te irás a casa y no aceptaré un no como respuesta.
—De acuerdo.
Digo desanimada. Si tengo que estar festejando, ¡me dio la noche libre! Pero no, no estoy feliz.
—Deberías estar saltando de alegría—rio—Necesito que pases por mi traje a la tintorería. Luego quiero que vayas a mi casa por las llaves del Aston gris, también necesito que pases por Jacqueline de su clase de gimnasia y la cuides por un rato.
Asentí.
— ¿Algo más?
—Nada más puedes irte. Cuando termine aquí pasaré por Emily a tu casa ¿de acuerdo? ¿No te molesta, verdad?
—No, enserio.
—Lo reitero, eres un encanto.
Me retiro de su oficina con una expresión idiota en el rostro. Estoy tan feliz pero tan triste al mismo tiempo. Salgo de la oficina para cumplir mis principales tareas.