Capitulo 4

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Salgo embobada de la oficina. Atontada, la verdad no hay adjetivo que describa ahora lo que siento por él. 

Siento Mil y una mariposas revolotear en mi estomago sin parar. Estoy tan feliz. 

—Elizabeth, te estoy viendo y te conozco. 

Dijo Sam desde su despacho. 

— ¿Qué? 

Una sonrisa boba se salió sin querer. 

— ¡D-E-J-A -D-E –S-O-Ñ-A-R – D-E-S-P-I-E-R-T-A! para personas como él eres una simple empleada.

Sacudo mi cabeza nuevamente. 

—Tienes razón. Por un momento creí lo contrario. Gracias por pincharme el globo cada vez que lo necesito. Sam 

—De nada, para eso estoy amiga. 

Acomodo mi bolso para dirigirme a la puerta.

— ¿A dónde vas?, ¿no tienes que estar con los embajadores? 

—No, me toca ser niñera hoy. 

— ¡Huy! ¿Te pagaran extra con un beso romántico o una cena? 

—Ya cállate. El me necesita y yo estoy para eso.

—Sí, claro. Ve Mery Poppins. 

Ella suelta una carcajada, para colmo tengo que andar aguantando estas cosas. Si señores ella es mi amiga la que me pincha el globo y me ataca con sarcasmos. Me quedo un rato riendo con ella haciéndole compañía en su oficina cuando veo mi reloj. 6: 15 pm debo estar en el colegio, me despido de mi amiga y salgo disparada hacia allí. Sí, así son todos los días de mi vida. 

Estando en la puerta puedo divisar con disimulo a varios padres mirándome, niego mi cabeza porque eso es una total mentira ya que mi físico no atrae ni a una mosca. Cuando puedo divisar a Jacqueline una niña de unos 16, alta con aspecto delgado, su cabello lacio llegaba hasta la cintura pero atado en una coleta llegaba a mitad de la espalda. Tiene un cuerpo precioso, aunque no lo quiera negar un parecido a Marie (su madre fallecida). Ahora entiendo porque Nicholas la protege tanto. Es su viva imagen. En cuanto su vista se fijo sobre mi alce mi brazo para que viera donde estoy, camino a zancadas hacia el lugar acompañado de un pequeño resoplido. 

—Odio esa clase. 

La escucho decir mientras desploma la mochila en el auto.

—sabes que en dos meses tendrás vacaciones, no te quejes. 

—Sí, pero tendré gimnasia dos años más. 

Suelto una suave carcajada.

— ¿Dónde está el espíritu joven? 

—No lo sé, supongo que mi madre se lo llevó.

La miro por el retrovisor.

—Jaque no seas así, tu madre no tuvo la culpa de irse antes de tiempo. 

—Sigo pensando que fue una egoísta por abandonarme así. 

—Basta, tu madre siempre quiso lo mejor para ustedes. No voy a seguir discutiendo del tema. 

— ¡Claro! Lo dice la persona que le guarda rencor.

En medio de la calle paro el auto en seco. 

—Escúchame Jacqueline. Yo jamás le tuve rencor a tu madre. Siempre fui y seré muy respetuosa con ella. Que tu padre no me identifique más que una secretaria aficionada, ¡Ese es su problema!—pequeñas lagrimas comenzaron a salir de mis mejillas— ¡No el mío! Por favor deja de hablar así de tu madre en mi presencia, si no hubiera sido por ella jamás hubiera tenido este empleo. Le debo mucho. 

-Cállate y Ámame-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora