Suena mi alarma repetitivas veces. Quiero dormir, no importa qué hora sea no estoy de humor me duele demasiado la panza. Siempre en estas fechas estoy algo malhumorada, me levanto empiezo con la rutina diaria del día. Llevo té de tilo en mi bolso tomo todo para ir al trabajo que más amo en el mundo (nota mental: sarcasmo detectado). ...
…Cuando llego a la oficina, veo muy entusiasmada a Sam escuchando detrás de la puerta de Nicholas. Niego riendo con la cabeza, ¿Qué acaso esta chica jamás va a cambiar? Me acerco lentamente a su oído sonriendo.
— ¿Qué estás haciendo?
La muchacha pega tal salto, que su rostro me causo gracia.
—No es gracioso Parker. Casi me matas de un susto.
Susurró. La hale hacia el corredor donde podíamos hablar bien.
— ¿Por qué estas tan apegada a la puerta de mi jefe?
—Entro una chica muy guapa hoy con piernas y hombros descubiertos, si no te apuras te lo quitaran.
Tapo su boca siempre tiene que decir algo indebido.
— ¿¡Que!?
Cuestiono en un grito ahogado. Ella emitió mi actuar.
—Pueden escucharte.
— ¿Es linda?
Vuelvo a preguntar desesperada.
—No quiero ser honesta.
—En estos momentos créeme que necesito tu honestidad más que nada en el mundo.
—Bueno…es…ella…es…
— ¡Ya habla!
—Sí, es hermosa Liz.
Hago seña ‘de un minuto’ a paso rápido voy a mi oficina. Sam me siguió por detrás, tranquilamente empiezo a dar golpeteos en la pared con mi cabeza.
—Lizzie, cálmate es solo una muchacha, quizás el hombre solo quiera darte celos.
Cierro mis ojos.
—No son celos Sam conozco a Nicholas cuando se enamora lo hace transparente es impulsivo, recuerdo que cuando murió Marie dijo que nunca se iba a volver a enamorar ¿Por qué te crees que yo nunca le dije nada? ¿Justo ahora tiene que volver a retomar el ‘estar enamorado’?
— ¿¡Quieres calmarte? Me pones histérica. Quizás no sea más que su amiga, mujer se conocieron ayer. ¡Piénsalo!
—Sí, Samantha. Una “amiga con grandes bustos y piernas abiertas”.
Respondo en sarcasmo. En su premio de consolación lo único que pudo hacer es abrazarme.
—Ven, volvamos a trabajar.
Sin ánimos de nada me dejo caer en la silla giratoria. Sam vuelve a su puesto de recepción y todo toma su rumbo de nuevo.
La puerta de la oficina de mi jefe se abre despacio, detrás de ella unas risas empiezan aproximarse. Mi corazón pegó un salto, luego puedo escuchar detenidamente como se parte en mil pedazos.
Samantha tiene razón es demasiado despampanante Nicholas no se negaría a una mujer así, nunca. El cuerpo bien formado y delgada como una de mis uñas. El concepto de modelo le queda corto. Ellos siguen riéndose mientras la analizo en mi cabeza una y otra vez. (Seguramente se ríen de uno de los chistes de él que saca de la envoltura de chicles, siempre los memoriza) Se aproximan a nosotras delicadamente Sam toma mi brazo para darme apoyo. Ella le coquetea, él le respondió el coqueteo.
— ¡Oh ahí estas!
Sonrió Falsamente.
— ¿sí jefe?
—oh dios, ¿ella es la adorable Lizzie?
Asiento.
—Encantada me llamo Christine. Soy una amiga de tu guapo jefe.
(En estos momentos le respondo de todos menos con una agradable sonrisa)
—me habló mucho de ti.
—No me imagino lo que pudo decir de mí.
Respondo en sarcasmo.
—Un placer, adiós bebe me llamas ¿Si?
Nicholas asintió sonriendo.
—Te acompaño a la puerta.
En lo que se alejaron. Samantha me preguntó:
— ¿Qué clase de amiga le dice ‘bebe’ a un amigo?
—La clase de amiga que tiene garras y pelaje negro.
—Prepárate para decirle ‘Señora Pears’.
Susurró.
Mi codo apropósito pegó en su brazo, ¿Acaso será cierto? ¿Será la nueva señora Pears? Otra vez mis sentimientos fueron botados a la basura.