Me quedo quieta en el lugar observando cómo se divierte, estoy tan perdida que ni yo sé donde me encuentro. Se me ocurrió tomar las llaves de su auto y marcharme es lo mejor que podía hacer.
Me subí a su auto tratando de razonar lo que estoy haciendo arranco con el mayor de los cuidados al pasar las calles trato de visualizar cada palabra que le diré a Nicholas.
Cuando estaciono en la puerta de los Pears miro detenidamente a la ventana una lagrima se cayó por mi mejilla al verlo sentado en su sillón de cuero junto a la chimenea tomando whiskey. Bajo del auto con la mirada perdida pensando que lo que podría decirle lo lastimaría y mucho.
Tomo el valor suficiente para entrar en dos relampagueos, desde la ventana se vio una cortina de agua caer sonrió algo decaída puesto que lo que ocurrió en el bar no fue nada agradable.
— ¿Qué paso?
— ¿Por qué tendría que pasar algo?
Me siento a su lado.
—No losé, déjame pensar te volviste en el auto de Christine y estás llorando.
Niego su oración.
— ¿No estás llorando? Quítate los anteojos de sol.
Cierro mis ojos quitándomelos.
—Debo decirte algo, pero no es sencillo ¿sí?
— ¿Con que saldrás esta vez? Con él sermón de que Christine no me quiere y bla…bla…bla…
Me quedo boquiabierta mirándolo.
— ¿Cómo sabes que te iba a decir eso?
—Porque te conozco. Conozco cada uno de tus movimientos, soy empresario no idiota.
—Me ofendes.
—Tómalo como quieras.
—Conozco los trucos de mis contrincantes aun así siendo profundos, puedo verlos.
Me acerco a él tratando de leer su mente.
— ¿Y que ves?
— ¿En ti?
Asiento algo nerviosa.
—Puedo ver…preocupación, nerviosismo—posa su mano en mi mejilla delicadamente—puedo ver amor…—musitó viéndome a los ojos
— ¿Qué más?
—Dulzura, atracción, seducción.
Sonrío burlona mirando sus labios, amago para besarlo pero me retengo y vuelvo a mi lugar.
— ¿Quieres café?
Ofrezco aun riéndome por lo que dije.
—Valla creo que alguien quiere jugar enserio.
Ambos reímos.
—Touché
Vuelvo a reír.
—Valla creo que alguien quiere jugar enserio.
Ambos reímos.
—Touché.
Vuelvo a reír.
Camino hacia la cocina busco la pava y la pongo a hervir. Puso sus manos en mi cintura mientras el pitido me avisó que el agua está lista. De un tirón me apegó al borde de la mesada.
—Quiero empezar otra partida. Tú ganaste esta vez.
— ¿Desde cuándo esto es un juego?
—Desde que ambos sabemos lo que sentimos el uno por el otro pero alguien quiere hacerse la difícil.
— ¿Yo, la difícil? Si mal no recuerdo tú empezaste a jugar.
Me atrajo de golpe hacia él.
—Eso me gustó.
Admito
—Tú me gustas.
Al fin lo admitió. Es lo que quise escuchar desde que lo conozco, nuestras bocas se encuentran a milímetros una de la otra, en mí estomago noto algo extraño (nota mental: mariposas) En sus ojos puedo ver un profundo deseo que lo está volviendo loco, Ese deseo que quería ver hace tiempo atrás.