Tomo mi cartera con todas mis agendas y mis teléfonos recientes. Media hora más tarde estoy en la tintorería retirando su traje envuelto en una funda negra para que no se estropee, me subo a un taxi. Miro el reloj siendo las 4:30 pm. Voy a su mansión de Jonas St. al 304, toco el timbre. Su ama de llaves me abre alegremente.
—Pasa Elizabeth—sonrió— ¿Qué haces aquí?
—Vine por las llaves del Aston.
Es realmente agradable charlar con ella. Cuando pasamos a la sala veo a George jugando video juegos en su televisor de 21 pulgadas. Me cruce de brazos como madre enfadada.
— ¿Qué hace el aquí?
Miro a Marie.
—Me hiso creer que estaba enfermo para poder faltar a la escuela.
Alce mi ceja.
—Marie es George—la mire riendo— ¡por dios! El es nuevo mi pobre angelito del siglo XXI.
Ambas reímos.
—Haz lo que tengas que hacer, yo terminare mis quehaceres.
Asiento mientras me acerco al sillón.
—Así que, ¿Estás enfermo George?
El niño gira su cabeza lentamente para mirarme. Suelto una carcajada, al ver su cara asustada.
— ¿Qué tienes?
—Tos—fingió una tos bastante genial pero ni yo me creía eso— ¿Tienes idea de que si le digo a tu padre que estas aquí y no en la escuela, estarás en problemas?
Asiente con la cabeza.
—Pero tú no le dirás. Porque eres una excelente y muy buena persona.
Lo miro extrañada.
— ¿Cómo sabes que no le diré?
—Porque si tu le dices que falte a la escuela hoy, yo le cuento que estás enamorada de él
Tapo su boca para que nadie escuche barbaridades. Quita mi mano con cara traviesa.
—No hay nadie. Solo estamos Marie y yo. Además ella también lo sabe.
—Genial un niño de ocho años me extorsiona y es más inteligente que su padre.
Ríe a carcajadas.
— ¿Soy tan obvia?
Asiente con la cabeza.
— ¿Qué tengo que hacer para que te calles?
—Darme diez dólares y no decirle a papa.
Suspiro sacando dinero de mi bolsillo.
—No te vi
Sonrió mientras voy por las llaves del auto.
—No te hable
Le escuche gritar riendo.
Subo las escaleras buscando la habitación de mi jefe. Entro detenidamente intentando memorizar aquel aroma que hay en su recamara en una pequeña cajonera al lado de su cama busco con detención las llaves del coche. Detengo mi vista sobre la pequeña fotografía de adorno, no puedo creer que aquella mujer allá dejado su huella aquí para unirse con dios era demasiado joven para ser verdad. Sonrió apenada acariciándola. Tomo las llaves, las meto en mi cartera y bajo de prisa para no tener que pagar la espera. Saludo a ambos corriendo prácticamente.
Al salir le ordeno al chofer que vuelva a la oficina. Entro nuevamente al mismo, golpeo en la puerta de mi jefe.
—Pase.
Entro, cuando cierro la puerta detrás de mi veo dos señores algo serios a mi parecer buscando cerrar trato con mi jefe.
—Señor lamento interrumpir su reunión pero aquí esta lo que me pidió.
Sonrió apenada.
—Descuida Lizzie. Todo está bien, deja las cosas en el sofá.
Se acerco a mí y muy disimulado me susurro al oído.
—Se que te di la noche libre hoy, pero…necesito que alguien cuide a los niños hoy. La niñera me fallo. Solo tú puedes zafarme de esta, por favor.
—yo…yo…claro. Encantada no hay problema.
—Eres la mejor. Gracias te debo…creo que como mil.
Carcajeo. Y esos dos segundos que besa mi mejilla otra vez, se convirtieron en los segundos más lindos de toda mi vida. Nota mental: Amo mi trabajo