Me quedo callada disfrutando cada minuto junto a él. Cada beso, cada caricia es perfecto. ¿Tanto le costó admitir lo que realmente sentía por mí? Fueron como años de eternidad unidos en segundos, nunca lo vi más feliz desde la boda. ¡Oh dios! La boda, debo advertírselo. Decirle lo de Christine.
—yo debo decirte algo.
Digo firme, se lo digo sin vueltas. ¡Vamos Lizzie díselo!
— ¿Qué tienes para decirme?
—Christine es una maldita perra, ella… ella no te ama. Solo quiere tu estúpido dinero.
Nicholas comenzó a tentarse más tarde soltó largas carcajadas.
—Repítelo de nuevo.
— ¿Qué cosa?
—Lo que dijiste
—¿Qué Christine es solo una perra que quiere tu dinero?
— ¡Woof!
Escuchamos decir detrás de la puerta. Dos risas más se juntan con la de él.
—No entiendo la gracia ¿alguien puede decírmela?
—Yo contraté a Christine y a Adam para que me ayudaran a desenmascararte.
— ¿Desenmascararme?
—Para que digieras todo sobre tus sentimientos hacia mí. Colega.
No puedo creer que le pareciera gracioso.
— ¿Qué paso con lo de hace minutos?
—Elizabeth lo hice por dos opciones. Uno no quiero que pierdas el tiempo con un hombre como yo y dos soy un hombre de negocios jamás me fijaría en ti.
Comenzó a formarse un terrible nudo en mi garganta.
—Entonces, ¿Todo fue una mentira?
—Era por tu bien colega.
— ¡Ya no me digas colega maldita sea! Odio esa palabra.
Rió como si nada le importara.
—Es demasiado gracioso tenías que ver tu rostro.
—Yo preocupándome por ti y tú jugando conmigo. Puedo soportar muchas cosas pero si hay algo que no puedo soportar es que se burlen de mí en mi propia cara.
Todos se quedaron callados en la cocina. Tengo una fuerte necesidad de largar todo al demonio y romper en llanto pero no enfrente de él. Tengo dignidad aún.
Sin meditarlo salgo enfurecida de su casa con un fuerte portazo. Puedo escuchar aun sus risas a lo lejos y mi corazón caer en pedazos.
Las pequeñas gotas que caen sobre el vidrio me distrajeron de mi trabajo un poco. Solo termino de poner al corriente todo y dejarle mi renuncia a la mañana es lo mejor que puedo hacer. No tiene sentido seguir al lado de un hombre que nunca me tomó en cuenta, lo único que me espera es echar los dados y que la suerte me acompañe a conseguir un nuevo empleo en el que por lo menos le sea útil a alguien. Espero que Sam sepa perdonarme no puedo volver a trabajar en ese lugar y mucho menos con una ‘basura’ como mi jefe. (A quien profundamente amaré en secreto toda mi maldita vida).
Estoy por tomar un café caliente pero el timbre no tardó en sonar su presencia me hiso sonreír la abrace muy fuerte la extrañé demasiado. Sam es como una hermana y no puedo dejar pasar esta oportunidad para contarle todo luego de su ausencia. Aunque un adelanto ya le di por teléfono. Ambas con las miradas nos entendemos.
— ¿Lo dejarás?
Asiento
—Es lo mejor que puedo hacer.
—Cualquier cosa que necesites te apoyo.
Sonrío a pesar de mis lágrimas.
—Gracias. Gracias. Gracias, enserio—la abrace de nuevo—No tienes idea de cómo me siento en este momento.
—Claro que si lo sé mi niña, te rompieron el corazón es un hipócrita. Ya volverá a ti arrepentido.
—no losé, estaba bastante confiando.
—No te creas—acarició mi espalda con cariño—Todos son iguales, no valen la pena.
Samantha tiene razón, él no vale la pena, pero descubrí que aunque me haga odiarlo en el fondo lo amo aun más. Mi corazón está en una batalla con mi cerebro, sin embargo algo me dice que debo cambiar, tengo que dejar de ser esa ingenua Lizzie para pasar a ser la Elizabeth que siempre he llevado dentro y que hasta ahora no he podido dejar salir.