A medida que avanzó el beso mis sentidos no respondieron amagó para besarme pero no lo hiso. ¿Cuál es su juego? Creo que está vengándose de mí por no decírselo, si piensa seguir así bien.
Porque yo no diré ni una palabra.
Un largo suspiro rompió el silencio. Él sonrió como niño después de haber terminado una travesura yo en cambio cruzo mis piernas mirando hacia otro punto de la habitación.
— ¿Creíste que te besaría de nuevo? Por favor Lizzie, eres solo mi mano derecha para mí.
—Discúlpeme Señor Pears pero si juega con fuego podrá quemarse y no le gustará.
Se quedó quieto por un minuto tratando de analizar su respuesta. Camino unos pasos hacia la puerta se apresuró a tomarme el paso atrayéndome hacia él nuevamente.
— ¿Qué quisiste decir con eso?
—Usted con el tiempo sabrá darse cuenta a que me refiero. Ahora con permiso. Una sonrisa victoriosa salió de mi rostro…
************
Las hojas secas empezaron a caer y toda Nueva York se cubrió mágicamente de blanco el cielo que antes era azul se intercambió por un gris claro. Ráfagas de viento soplaron con intensidad estos últimos días de Septiembre, ideal para un chocolate caliente para sacar el frio del cuerpo. Una vez más hay que mover los abrigos dejando atrás la ropa de verano. El trabajo siguió igual ninguna novedad desde la cocina donde me encuentro puedo observar con detenimiento el suave caer de la nieve, Sam consiguió que le dieran vacaciones de invierno por lo menos una semana. Empezó a sonar mi celular desesperada busco en mi cartera sacando todas las cosas que llevo guardadas allí.
— ¿Elizabeth?
Preguntó una vos masculina del otro lado del teléfono. Un suave suspiro se me escapó antes de contestar.
— ¿Sí, señor?
—Necesito hablar contigo tengo que decirte algo importante
Mi corazón empezó a saltar de nerviosismo y ansiedad al mismo tiempo.
—Claro señor.
— ¿Estás en tu casa?
—Sí, señor.
—Alístate paso por ti en media hora.
Una idiota sonrisa se formo en mi rostro.
—Lo estaré esperando.
El fastidioso timbre me avisó con firmeza que colgó la llamada. ¿Hablaba enserio? ¿Media hora? No es tiempo suficiente, además necesito una ducha ¡Oh dios! Doy un brinco de alegría y me interno en mi habitación.
Es la media hora más lenta de toda mi vida pero finalmente sonó el timbre. Sonrío abriendo la puerta.
—Valla—sonrió— ¿Vamos? Quiero hacer unas compras.
Asiento cerrándola tras de mí.
Pasamos comprando toda la tarde aunque él no lo quiera admitir es muy agradable cuando se lo propone todo el rato riendo y tonteando por la calle era algo así como una cita claro (salvo que él no lo sabía) yo lo tomo como tal.
Luego de tomar un helado con nuestros predilectos gustos en Gusto’s, ubicado frente a la catedral Nicholas me hiso cerrar los ojos hasta que no llegáramos a una sorpresa que tiene para mí.
—Ya casi llegamos.
—Quiero saber que es.
Río con nerviosismo parecemos dos tortolos sin ninguna duda, el cuadro desde afuera debería ser encantador. Siento como una sonrisa se escapa de sus labios.
— ¡Ta-tan!
Dijo como niño pequeño señalándome con ambos brazos la joyería Stone. Me quedo plasmada mirando la cantidad de joyas, gargantillas, anillos que hay en vidriera.
—Ven, vamos—me haló del brazo—Necesito que me ayudes a escoger.
— ¿Escoger?
Lo miro extrañada queriendo NO saber la respuesta.
—Ven, ven.
Entramos en un gran salón con muestrarios de todo tipo. En mi interior solo grita de tristeza. Me hiso decidir por dos diamantes de zafiro de unos cinco quilates me trajo porque quiso una opinión de una mujer cierro mis ojos por un momento para tratar de escapar de esta pesadilla.
— ¿Crees que le gustará?
Sonrió. Asiento cabizbajo.
—Es perfecto…igual que tu.
—Espero que asistas a la cena de compromiso.
— ¿Cena de compromiso?
Asintió sonriendo.
—Sobre eso, tú la organizaras. Necesito invitados, mi traje, el vestido de Christine. Todo.
Parece como si en verdad disfruta hacerme daño. Asiento sin opción alguna.
—Eres genial, eres la mejor empleada que eh tenido en años. Gracias Elizabeth siempre estuviste conmigo en las buenas y en las malas y eso no lo hace cualquier empleado. Gracias estoy tan contento que aceptes mi compromiso sin problema.
Lo miro por un minuto con amor como no lo hice antes. Esta por cometer el error más semejante en toda su vida, ni siquiera yo puedo entender porque estoy pasando por una cosa así. Pero desde que lo conozco se que Christine no es de su tipo, él no puede salir con una persona con cabello teñido con grandes bustos, con excelentes piernas. Que su vestuario llama la atención de cualquier hombre que se le cruce, que se pinte las uñas de color fuerte. Que se maquille como un payaso que a cualquier lado que valla los hombres le miren el trasero TANTO hasta que los ojos le salgan de sus cuencas. No puede estar con una muchacha que no sepa nada de economía o de política. Que no tenga los estudios terminados solo porque su padre es rico o de buen dinero, ese no es el Nicholas que yo conozco. Llego hasta aquí es todo, ganó. Si él ganó es una dura batalla lo admito pero olvidarme de él va hacer sencillo que lamentarme todos los días de mi vida.
Dos segundos después sin darme cuenta me pego a su torso con intención de un abrazo, la vendedora nos mira con ternura pensando que somos la ‘feliz pareja’.
— ¿Ya tienen fecha?
Le preguntó sonriente a Nicholas, mientras envolvía el paquete en una suave bolsa de gamuza color violeta.
—Sí, tengo para el 10 de Noviembre.
—Me imagino que debes estar nerviosa.
Me miró riendo suavecito. La miro sin entender.
—Aguarde, usted…creyó—Nicholas soltó una gran carcajada—por dios, no ella es mi mano derecha. Quiero que me ayude con la boda y tiene un gran instinto.
—Que lastima hacen una bella pareja, joven.
Estalló de risa otra vez.
—Me dijo joven Lizzie. ¿No es encantadora? Gracias por la envoltura.
De la chaqueta sacó su tarjeta de crédito y se la entregó a la dama. Qué pena que nunca sabrá que somos una bellísima pareja.
Otra vez me quedo pensativa mirando un reloj de oro que está apoyado en uno de los muebles más adentro. ‘Nunca desperdicies el tiempo Lizzie, eso es algo que hace un viejo jubilado. Si sientes algo y es lo correcto lucha por él hasta que finalmente sea tuyo’. Eso me dijo mi padre antes de venirme a Nueva York.
Nicholas me distrajo cuando se volvió hacia la puerta saludando desde allí a la joven detrás del puesto, íbamos en silencio creo que ninguno tiene algo para acotar sobre todo en estas circunstancias.