19. Por los dos

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Cuando abro los ojos, me encuentro con la profunda y luminosa mirada de Amaia, y su barbilla apoyada en mi pecho.

¿Has dormido bien, Amaix?

Recuerdo la tarde anterior, cuando ella había vertido el miedo y el dolor que había sentido durante el tiempo de mi ausencia y de mi lucha por apartarla. Pero hoy comenzamos un nuevo día, uno que cada vez acerca más a Amaia a su momento de echar a volar. Y qué ganas tengo de ver eso.

-Te quiero –me susurra ella entonces, sin dejar de perderse en mis ojos.

-Um-um-um –le respondo. Desde ayer, se ha convertido en mi 'te quiero' particular, y ella lo sabe.

-Cosas –me responde. Ahora es ella la que me imita a mí, aún con la barbilla apoyada en mi pecho.

Y eso me derrite tanto, que deseo con todas mis fuerzas abrazarla. Muevo una mano inconscientemente, y sin querer le golpeo la cadera, pero a ella no le hace falta ni girarse para entender mis intenciones. Coge mi mano y la ayuda a llegar hasta su espalda y, una vez ahí, trato de acariciarla, moviendo la mano lo más lentamente que puedo. Hay un punto de ilusión en su mirada.

-Um-um-um. Um-um-um –le reitero. Ella sabe que yo siempre la quiero más.

Se ríe, y su risa me resulta uno de los sonidos más gratificantes del mundo. Entonces se aúpa hasta llegar a mis labios y me besa, con toda la ternura de la que es capaz. Y trato de disfrutar de la sensación, aunque no pueda evitar decepcionarme un poco, porque sigo tratando de encontrar la puerta, y esta no aparece. Aún no ha querido hacerlo.

Pero Amaia, nada más encontrarse con mis ojos, debe intuir mis pensamientos, porque empieza a darme besitos por toda la cara, como hace siempre para conseguir que me olvide de todo lo que me preocupa o me agobia. Y lo hace porque sabe que eso me llena de felicidad, porque era yo el que siempre se lo hacía, y ahora no puedo...

¿Cómo puedes ser tan maravillosa, Amaix? ¿Cómo? ¿Te crees que no me doy cuenta?

Porque ahora es ella la que siempre me dedica todo aquello que tanto me gustaba: los apelativos, los besos, los cariñitos...

¿Qué he hecho para merecer tanta generosidad, Amaia? ¿Me lo contarás algún día?

Las notas vuelven a mí, y la parte que me falta de la segunda estrofa de mi nueva canción, esa que no puedo olvidar, va tomando forma en mi mente.

Y hay tanto que quiero decirte

Pero ahora no puedo

Sentado frente a las teclas

De este alfabeto nuestro

Gracias, te quiero, y yo mucho...

Esto es bueno. Trato de fijarlo en mi cabeza, para que no se me olvide... Aunque aún me falta una parte. Me falta algo... Finalmente, Amaia se separa de mí, solo lo suficiente para poder ver mis ojos. Los suyos se alzan, triunfadores.

-Yo más –zanja nuestra conversación entrecortada. Y la dejo que gane de nuevo, porque ahora ya no me importa. Quiero que ella sea la que gane siempre.

Y, con un movimiento ágil, se levanta de la cama, porque de otra forma, igual que yo, no lo haría, y nos quedaríamos así todo el día. Pero la veo coger el móvil y mirarlo insistentemente cuando se levanta.

¿Pasa algo, Amaix?

Y, aunque ella se va a buscar a mamá, y comenzamos la rutina normal, pronto me entero lo que ocurre o, más bien, lo recuerdo: ayer se lanzó Lejos de ti, y lo que Amaia tiene es una gran avalancha de llamadas y mensajes por contestar.

El camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora