26. La cadena resquebrajada

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Los días siguen pasando, pero cada mañana me imagino que le digo a quienes quiero los motivos que tengo para dar gracias por ese nuevo día. Y el primero siempre es el mismo:

Gracias por seguir a mi lado, Amaia.

El resto pueden variar. Algunos días hay más, otros menos. Y sigo teniendo días de bajón, porque puede que la losa haya perdido algo de su peso, pero sigue estando conmigo. No piensa abandonarme tan pronto.

Sin embargo, mi pasillo de puertas cerradas ya no guarda ningún secreto para mí. Solo guarda eso: puertas cerradas. Pero incluso ellas ya no me dan miedo, porque sé que Amaia poco a poco me irá mostrando las llaves a través de la música.

Con José Luis, las cosas van un poco más lentas. Me gustaría tener tanto dominio de los músculos de la garganta y la cara como los tengo del resto de la cabeza y de los brazos. Porque Cris sí está contenta. Mucho. Tanto que, como me prometió, hemos pasado a las piernas. Ya llevamos algunas semanas trabajando el tronco inferior, y tratando de conseguir que me mantenga en pie.

Es difícil, porque aún no he encontrado la puerta para que se me tensen las piernas y me sostengan. ¿Cómo es posible, con lo fácil que es? Además, eso tendría tantas implicaciones... Porque sí hay algo que aprendí a controlar hace tiempo, de forma casi automática, pero mientras no me mantenga en pie, eso no cambia nada.

Cris acerca mi silla hasta la barra. Es el momento de volver a intentarlo.

-A ver, Alfred, no quiero que intentes ponerte de pie y ya está, ¿de acuerdo? No, concéntrate –me sugiere, cuando ve que dirijo las manos hacia las barras con rapidez-. José Luis me ha contado lo que te pasó el otro día con la letra y la música. Quizás eso también pueda ayudarte aquí.

Claro que puede, Cris. Eso ya lo sé. El problema es que no depende de mí encontrar la llave. Ella llega cuando Amaia me la muestra...

-He pensado que a lo mejor puedes tratar de recordar un momento en el que sentiste el esfuerzo que hacían todos los músculos de tus piernas, quizás porque te costó mantenerte en pie.

Cuando cueste mantenerse en pie...

Los versos de Resistiré se abren paso en mi mente con esa simple frase. Y, directamente relacionada con ellos, la Gala 10.

Aquella nefasta gala...

Cuando se rebelen los recuerdos, y me pongan contra la pared.

Pero no, quizás no lo fuera tanto, porque aprendí mucho de ella. Mucho. Aprendí cómo ser capaz de superarme a mí mismo en un momento complicado.

Aprendí a mantenerme en pie... Y, durante esa canción, Amaia estaba a mi lado. La siento como si fuese ahora. Eso me dio fuerzas para lo que se me venía encima. Supe que podría acabar esa canción, a pesar de que no me sentía del todo en mi ser en aquel momento. Y supe que podría continuar el resto de la gala.

No era solo que "aunque te cueste la puta vida, vas y lo haces". Es que no estaba solo. Ni lo estoy, ni lo estaré. Ahora sé que esa fuerza no depende únicamente de mí, depende también de toda la gente que me quiere.

Y ahora, depende de Amaia, que me está mostrando el camino. Y depende de Cris, que está dispuesta a acompañarme en los avances.

Resistiré, para seguir viviendo. Soportaré los golpes y jamás me rendiré.

Veo a Amaia frente a mí. Siento la flaqueza en mis piernas. No me puedo mantener en pie. No sé si podré resistir a esta gala. Pero veo sus ojos que confían en mí. Me dan la fuerza que a mí me falta.

El camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora