14. La llave

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Después de que mamá y papá, con mucho esfuerzo, consigan tumbarme en la cama, me encuentro aún extasiado tras haber visto a Amaia. Su voz, sus movimientos, la sensualidad que siempre ha transmitido con esta canción... Todo me confirma que estoy ante ella, la estrella de la que todos nos enamoramos.

Y ha decidido quedarse conmigo, a mi lado.

Pero no para ser mi cuidadora.

Me vuelve a dar una punzada. Tengo que conseguir encontrar el medio para transmitírselo... Pero el cuerpo empieza a pesarme de nuevo. Ha sido un día especialmente largo, agotador. Desde esta mañana no he descansado apenas nada, y han sido tantas emociones juntas...

Pero ver a Amaia sobre un escenario, disfrutando, jugando como la niña que es... Siempre merecerá la pena todo el esfuerzo. Por eso tengo que encontrar la manera...

De pronto, cuando empieza a invadirme el sopor, me doy cuenta de que sigo mirando mi teclado... ¿Soñaré con el camino de teclas también esta noche? Pero hay una diferencia, mi camino de teclas es infinito, pero las de mi teclado no, son cuatro octavas: los graves, la clave de Fa, la clave de Sol y los agudos. Treinta y dos teclas en total. DO grave, RE grave...

Repasando las teclas de izquierda a derecha, siento cómo acaba por vencerme el sueño... Quizás tenga que llegar al final del camino. Quizás esa sea la clave...

Y no sé si será el éxtasis viendo el directo de Amaia cantando con Roi que alguien hizo por Instagram, el hilo de sueños que había tenido en los últimos días, volver a tener el teclado delante de mis ojos o la última frase de Amaia, que me había predestinado a descubrir algo nuevo... O quizás todo a la vez. O quizás nada de eso, y simplemente veo lo que mi subconsciente ha estado queriendo decirme todos estos días.

Pero esta noche sueño con la llave. Y se me manifiesta, no como el camino de teclas, sino como mi teclado. Lo salto, como aquella vez en Madrid y esta vez está Amaia conmigo, tarareando mientras salta.

-Everyday discovering something brand new...

Su melena se mueve al son de sus saltos, y lo hace de manera tan graciosa, que parece como si bailara. Y, mientras va de una tecla a otra, dice letras del alfabeto desordenadas. Cada tecla es una letra, pero siempre repite las mismas...

-¿Qué haces, Amaia? –le pregunto entre sueños.

Es mi territorio, aquí soy libre de hacer lo que me dé la gana. Pero la Amaia de mis sueños también lo es, por lo que no me contesta. Salta de una tecla a otra.

-A... M... A... I... A...

Y la veo saltar. Lleva el mismo vestido naranja con el que cantó en algunos conciertos de la gira de OT, y está espectacular, como siempre. Como ella.

Por fin se acerca a mí. Me acaricia la nuca, y todo cambia a mi alrededor. Estamos en medio de luces que nos rodean y nos envuelven, solo nosotros dos.

¿Estás en mi mundo, Amaia?

Pero la Amaia de mi sueño solo tararea.

-Everyday discovering something brand new...

Abro los ojos de repente. Noto el corazón latiéndome con fuerza, y veo el teclado de nuevo frente a mí. Recuerdo a Amaia saltando. Las notas del teclado vienen a mi cabeza. Eran las notas sin sentido con las que había soñado las noches anteriores, esas que no formaban ninguna melodía...

La luz empieza a hacerse en mi mente. Claro. No tienen sentido como melodías, pero quizás...

Miro al teclado. Treinta y dos teclas. Son más que de sobra.

El camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora