31. Te estaba esperando

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Pero las cosas no mejoran después de la reunión. Al contrario, todo se vuelve más frenético si cabe. Los medios de comunicación siguen sin darnos tregua, y a eso se une el trabajo en el nuevo disco. Mi deseo de perfección no ha cambiado ni un ápice, pero claro, ahora necesito manos y voces para poder llevarlo a cabo.

E intento contenerme, de verdad que lo intento. Especialmente cuando noto que Amaia deja de mirarme a la cara mientras trabajamos en una composición. Eso significa que ha dejado de estar receptiva, que la he sobrecargado...

Así que, aunque me cueste la misma vida, siempre le digo que ya hemos acabado y que está todo perfecto, aunque no sea verdad, y al día siguiente le pido que volvamos a trabajar sobre el tema. Entonces ella se sorprende y me pregunta que por qué, y así hasta que por fin, un día se da cuenta de que mi estrategia no es más que eso, una estrategia.

Perdóname, cuquita. Siento ser tan pesado...

Pero ella se limita a sonreírme con ternura: sabe que no lo puedo evitar. Así que vuelvo a la carga, y ella sigue aguantándome, muchas veces al límite, mientras yo continúo buscando formas de reducirle la tarea lo máximo posible.

Otras veces me la encuentro mirándome fijamente, embelesada, y le pregunto con los ojos qué es eso que ve y le gusta tanto. Pero ella siempre desvía la mirada sonrojada, hasta que un día, se lo pregunto desde nuestro mundo. Y ante eso... No puede resistirse.

-Es cómo te estás abriendo al mundo, Alfred. Es tan bonito...

¿Cómo una mariposa que sale de la vaina, o un capullo que se abre para convertirse en flor?... ¿Es eso, cuquita? ¿Es como ver a un pollito nacer?

Y no puedo evitar estremecerme de placer ante sus palabras. Abro los brazos, mientras me siento un poco rastrero por tener que depender tanto de ella, porque tenga que darme tanto de sí.

-Um-um-um –le susurro.

-Y yo más –me responde ella. Y esta vez también la dejo, porque se lo merece. Porque me lo sigue demostrando día tras día.

Y la veo agotada. A veces los ojos, en vez de a mí, se le van al teclado. Y estoy seguro de que recuerda esos días en los que solo éramos nosotros dos y nuestro mundo. No había realidad que valiera.

Pero esos días han quedado atrás, Amaix. Ahora esa misma realidad nos reclama.

Y la miro con un punto de tristeza. Porque es verdad: a pesar de todo, habíamos sido felices, igual que en la Academia. Pero, también igual que al salir, para mí todo va muy lento, mientras que ella necesita su tiempo de adaptación. En cierto modo, esto también es una nueva vuelta al mundo como aquella.

Yo, por mi parte, sigo dando todo de mí en la rehabilitación. Con Cris ya he empezado a tratar de dar pequeños pasos. Y, aunque todavía lejos, ya me imagino el momento en el que podré volver a andar. Con José Luis las cosas van más lentas, pero las sílabas también empiezan a formarse, mientras sigo en busca de mis sonidos, de las llaves que aún me quedan. Me parece tan distante aquel día en el que lo único que tenía eran puertas cerradas, cadenas y una pesada losa...

Sin embargo, algo reclama mi atención hoy de forma especial en nuestra sucesión de días frenéticos: Amaia tiene reunión en el estudio. Van a enseñarle algunas maquetas al representante de Universal, con idea de tratar después temas tan importantes como el lanzamiento del single, la fecha del disco o la posible promoción. Así que estoy un poco nervioso.

Cuando había visto salir a Amaia por la puerta, el beso que me había dado había sido inseguro, y de nuevo yo había vuelto a palpar que había algo que no acababa de convencerla.

El camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora