Capítulo 9

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Evelen

Todos los sangre azules se encontraban en fila entre ellos aquél chico traicionero que me había hecho pasar un poco placentero encuentro sexual con tal de falsamente ocultar mi uso de magia sin permiso en el campamento. Le lancé un beso con burla desde afuera y me burlé de su desgracia. El líder de la corte los requisaba con ayuda de unos maestros azules, buscaba cualquier artefacto mágico o alguna arma, a varios chicos les encontraron navajas y a otros un poco de polvo alucinógeno de las flores azules de Heims. Dado a que estaban haciendo esta requisa era mi momento de escabullirme hasta la biblioteca y largarme de este lugar, sigilosamente me desaparecí en busca de la biblioteca y cuando sentí que había logrado mi objetivo me estrello con Rachel, como siempre arruinando mis planes, ¿por qué tiene que interponerse en todo lo que deseo?

—¿A dónde vas?— coloca su brazo encima de mi hombro y me mira con una expresión de sospecha.

—A leer ¿hay algo de malo en eso?, no eres mi mamá para estar dándome permiso a dónde voy. Además sí lo fueras, estoy muy grandecita para saber lo que hago— apartó su brazo sobre mi hombro—. Si me dieras permiso.

Rachel aprieta mis mejillas con fuerza, incrustando sus uñas en mis preciadas y delicadas mejillas, estoy a punto de lanzarla lejos cuando recuerdo que ni debo usar más magia, así que tocará a fuerza bruta. Agarro su cabello y hago que caiga  sobre la arena mojada, su perfecto vestido blanco está hecho un desastre, antes de que pueda soltar una carcajada ella me hace caer encima de ella, quedando muy pero muy cerca de ella, sintiendo su aliento poco agradable y viendo sus ojos para nada bonitos. Mi corazón empieza a acelerarse y hago lo posible por levantarme pero ella me retiene por el cuello.

—Ahora sí dime qué ibas a hacer en la biblioteca — me mira de forma íntimamente, apretando más fuerte mi cuello.

Forcejeo con ella para que quite sus sucias manos de mi cuello, escasamente puedo respirar y me veo en la deplorable acción de morder su cuello, absorbiendo su sangre asquerosa, lamo su cuello para quitar algunos restos de sangre, al fin de todo no supo tan mal aunque no lo acepte. Rachel me lanza lejos y se toca la herida en el cuello.

—Eres una perra— hace una mueca de dolor con una marca violácea en el cuello.

—Eso es un halago, ahora sí déjame en paz.

Sigo hacia la biblioteca caminando tan rápido como cualquiera de mi especie y ella me sigue aunque se fatiga con facilidad. No va a rendirse y voy a tener que aguantarmela. Llegó hasta el primer estante de libros y tomó cualquiera al azar sin saber sí es de algo que me guste. Tomó asiento en una de las mesas y finjo leer lo que aparece ahí, siento la mirada encima de Rachel y finjo estar sumergida en la lectura.

—¿Recetas de pastelería?— dijo con un toque de ironía — ¿Y lees al revés?

Di vuelta al libro y empecé a leerlo de la manera correcta. Hice un resoplido, no me iba a dejar en paz hasta que averiguara porque estaba en la biblioteca. Así que tenía que ser mucho más astuta que ella.

—Es bueno leer al revés, previene el alzheimer y siento un interés acerca de la pastelería.

—Ujum y yo soy fan de las zorras mentirosas que roban esposos— soltó con sarcasmo.

—Quizás te apasiona llevar cachos sobre tu cabeza, son un lindo accesorio— contraataque de la mejor manera haciendo que se molestara y se viera en la necesidad de levantarse.

—No te golpeo porque estamos en el campamento y por respeto no lo hago, pero sí no fuera así me desharía de tus baratas extensiones rubias.

Miré mi cabello y armé una onda con mis dedos, este hermoso cabello sea natural, aquella atrevida estaba envidiosa de que el mío fuera largo y nutrido y no reseco y corto.

—Envidia es lo que tienes porque mi cabello es más hermoso que el tuyo, sólo mira— moví mi cabello con elegancia—. Son unas hermosas ondas doradas naturales y nutridas no resecas con ese falso color de cabello negro.

—Mi color de cabello es natural— dijo en voz alta y varias personas la mandaron a hacer silencio.

Un fuerte apretón de hombro me hizo sobresaltar y tomar fuertemente del brazo a la persona desconocida dándome cara con el estúpido que me había expuesto.

—¿Qué mierda haces aquí? — solté con amargura. Aquél chico me sacaba de quicio. Aunque era atractivo y no tan malo en la cama.

— Buscando una compañera sex... De lectura— sonrió el muy pervertido.

—No me interesa serlo, así que devuélvete por el camino que viniste o te enseñaré varias formas de como asesinar a alguien con un libro— metí mi dedo en la boca para humedecerlo y pasar la página. Lo estaba provocando.

—Bueno, creo que alguien es más molesto que yo. Te dejo sólo porque sé que el te molesta más de lo que yo lo hago. Suerte — me sonrió con sarcasmo y se marchó con elegancia. Una elegancia que me logró cautivar.

Sin darme cuenta me la había quedado mirando. El chico estrelló el libro contra la mesa, haciéndome volver en sí.

—Veo que te van también las chicas, eso te hace más excitante— agarró mi pierna por debajo de la mesa. Para mi mala suerte sólo llevaba un vestido corto.

— El sexo no es importante para mí, ¿para ti sí?

Él acarició sus barbilla.

—Bueno hasta ahora he estado sólo con chicas y sólo me han atraído chicas pero no le vería nada de malo a tener sexo con otro hombre, sí está muy bueno desde luego. ¿Ya tú has tenido sexo con una mujer?

—Sí con una chica en el campamento, fue muy bueno la verdad, pero hablaba demasiado y la tenía que amordazar— le susurré al oído.

—Algún día me gustaría estar en medio de ustedes dos, es decir con cualquier otra chica que te interese. Justo como la que se acaba de ir, también está muy buena.

Arrugue la frente e hice una cara de asco. Nunca tendría sexo con Rachel, la odiaba, además si estaba un poco buena pero iba contra mis principios. Además tenía que mantener a Miller a mí lado, sí el llegase a enterar por la boca de Rachel que estuviéramos juntas, lo perdería y no quería perderlo. Aunque él no me amara la mitad de lo que yo lo hacía. Quizás debía seguirle el juego a este chico.

...

La discoteca del campamento estaba muy bien para ser esto una especie de convento. Las luces, la música a todo volumen y cuerpos juntos con lujuria, me hacía sentir extasiada. El chico parecía botar baba cuando veía tangos cuerpos de mujeres casi desnudas y algunas lo estaban.

— Cierra la boca— lo regañe al ver que miraba a una chica de cabello rizado y piel morena.

—Calmate que puede ser nuestra elegida— se lamió los labios con lujuria.

Sentí asco de ver la manera tan lascivia como miraba a esa chica, sentía una ligera molestia a que las personas que deseaba, desearan a otras. Sabía que sonaba egoísta, pero era algo como lo que había vivido desde pequeña. Esta oscuridad tan latente en mí, en el principio le temí pero ahora me había resignado a ella. Ya no le temía a nada ni a nadie.

—No me gusta compartir mis  juguetes — dije con la mayor honestidad y él se lo tomó como un chiste sexual— Por cierto ¿cómo te llamas?

—Tienes tan mal memoria mujer, mi nombre es Christian.

Mire al mesero y le susurré la bebida que deseaba para que a los pocos segundos lo estuviera sirviendo. Whisky delicioso y exquisito, bebí de la botella de un sólo. Como extrañaba el alcohol, lo tenía prohibido porque me hacía impulsiva, pero desde luego que ya lo era.

Cenizas Azules (Libro #2 De Fuego Azul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora