Capítulo 2

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Evelen

Había fingido estar muy interesada en dar clases a niños de pintura, sólo con la intención de estar cerca de Miller, aquel chico lograba llamar mi atención y no sólo por el hecho de que era un fuego azul como él y estaba en plenos 18 donde surge la atracción fuego azul para la transformación. En realidad la estaba aplazando para que Miller me llevara el mismo hasta la montaña y surgiera la transformación.

La sangre de Rachel en su cuerpo quizás era un detonante de mi atracción hacia él, pero no era la causa.

Dicté varias clases con una sonrisa demostrando mi dote no menospreciado en la pintura, haciéndome ver como la chica inteligente y amable, para que nadie sospechara de lo que ocurría en mi cabeza. No era buena, lo sabía desde que tengo uso de razón, me gusta ver a los seres morir, desde una flor llena de vida que se marchita hasta una persona en su espléndida juventud que es arrollada por un auto. La primera vez que presencié una muerte, fue la del canario al cual asfixie y la segunda fue aquella chica que atendía esa tienda de dulces, la primera no fue tan emocionante como la primera, y sabía que no podía parar, tenía que seguir haciéndolo, pero estaba buscando el momento indicado para retomarlo.

Miller guardó los pinceles en una caja y se dio media vuelta para sonreirme, yo le respondí con una sonrisa picarona y el pareció no notar mi doble intención.

-Gracias por la ayuda Evelen, fuiste de verdad de gran ayuda, esos niños son tan tremendos que me sorprendió que los manejaras tan bien- me agradeció tocándome el hombro derecho.

-Sé manejar muy bien a las personas- Lamí mi labio con lascivia que el hizo como si no lo fuera notado.

-Si... Me imagino. Tengo que ir al museo, te quedas con Rachel- dijo evadiendome.

Agarré a Miller por los hombros e hice que cayera sobre la mesa, el me miró con vergüenza y miedo. Yo le sonreí y fui hasta su boca para besarlo, él volteó la cara.

-No te hagas el santo Miller, sé perfectamente que las cosas no van bien entre tú y esa chica Rachel. Puedo hacer que te deshagas de todas las tensiones del matrimonio - abrí los primeros botones de su camisa y el me empujó lejos.

-No quiero ser agresivo con la hija de Elena, pero manten una distancia... Nunca me fijaré en ti niña, porque es eso lo que eres una niña y que mi matrimonio no vaya bien no quiere decir que la haya dejado de amar. Buscaste a alguien de tu edad y que te sepa apreciar como la mujer que es, no te desmerites de esta manera - dijo enojado para salir del salón de pintura.

Solté una risa burlona, ante el comportamiento que había tenido Miller, jamás me había esperado que ese chico tan modesto y paciente se le fueran los estribos de esa manera, había escuchado historias de su temperamento explosivo pero no había tenido la oportunidad de verlo. Ahora estaba más interesada por él y haría que él se fijara en mí. Desparecí del salón en una nube de humo gris, apareciendo en mi lugar secreto en el bosque donde había una casa pequeña de madera donde tenía mis libros de brujería y todos los ingrediente que había logrado recolectar. Rebusque en los cajones en busca de esa poción que había preparado para casos extremos, una poción de amarre y de amor, nunca había tenido necesidad de usarlo, pero sabia que Miller no era un chico muy fácil, así que tendría que usar medidas extremas.

Levanté el cabello que había arrancado de su pecho y lo pegué al muñeco vudú que tenía una aguja en el corazón, como símbolo del amarre. Introduje el muñeco en un mezcla de sándalo y esencias de las flores de la montaña Heims. Recite las palabras en latín, de aquél viejo embrujo que habían usado ancestros durante años para amarrar hombres que se resistían. Sabía que este seria un hechizo pasajero, porque el tarde o temprano se enamoraría de mí y olvidaría a esa mojigata.

Terminé el hechizo luego de varias repeticiones de las palabras en un idioma antiguo Celta, para dejarme caer en la mecedora a la espera de Miller. No pasaron más de dos horas cuando estaba en la puerta, sudoroso y necesitado de mi presencia.

-Evelen...- recitaba mi nombre en súplica- Evelen

-Aquí estoy cariño - lo abracé y besé su mejilla para que el cayera en mi hombro como un subyugado.

Pasamos abrazados por un buen rato hasta que intenté besarlo y el se resistió.

-Esto no está bien... - dijo agitado-. Yo estoy casado.

Apreté sus mejillas y aparté los mechones húmedos de sudor de su frente, era realmente hermoso. Rachel no sabia valorarlo, yo le podría dar un hijo, había trabajado años en busca de la cura de la esterilidad y estaba a punto de lograrlo. Yo podría darlo todo lo que él necesitara.

-Sólo deja que sea- besé su pecho - Tú corazón lo desea.

-¡No!- gritó despavorido y salió corriendo en medio del bosque.

Seguí su rastro a velocidad vampírica, dado a que era poco posible seguir el rastro de un fuego azul, dado a que repelían la magia y quizás esa era una de las razones por las que el hechizo de amarre no funcionaba como debía. Tendría que buscar algo más fuerte, la próxima vez, para él y para Rachel, quien debía llevar a la locura para que cumpliera los planes de mi madre.

"Déjalo ir"

Estaba de nuevo esa voz en mi cabeza que me atormentaba día y noche, sin descanso, era una sombra que llevaba cargada desde que nací. La veía cuando cerraba los ojos y la única forma de calmar su ansiedad de dolor era causándolo a otros. Mi madre era la sombra que me atormentaba día y noche, decidía que hacía y si la contrariaba me torturaba con jaquecas que me llevaban a convulsionar, algo que los humanos llamarían crisis epiléptica. Elena no sabía nada, lograba ocultarlas muy bien encerrada en mi cuarto cuando sabía que vendría un ataque.

-Me lo merezco, yo merezco tenerlo - dije al borde de un ataque de ira.

"No por ahora, espera, no seas necia, actúa con sabiduría"


Cenizas Azules (Libro #2 De Fuego Azul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora