Donde lo dejamos

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—Sólo ten cuidado.

Había dicho Tony. Oh, si tan sólo lo hubiera escuchado.

Bruce se sentó lentamente con la mirada perdida en aquella pantalla de energía líquida. Una puerta temporal.

—Creo que deberíamos dejar de jugar con estás cosas—murmuró y se rascó la cabeza—. Bien, piensa, Bruce, piensa.

Algo tenía que hacer antes de que Tony volviera. Si Tony descubría lo que había pasado, se enfadaría, de verdad se enfadaría.

Se levantó y acercó a los controles de aquella máquina. En la parte superior cuatro números revelaban el apuro en el que se encontraba: 1988.

—Piensa Bruce, piensa—se repitió y se sintió enojado.

***

Steve abrió los ojos. Dios, ¿qué había sido eso?

En un segundo estaba en el laboratorio de Bruce y Tony, y al siguiente... al siguiente ¿tenía un cielo estrellado enfrente? Frunció el ceño y respiró profundo. El aroma de hierba mojada, acompañada de la dulzura de algún tipo de flor se coló por sus fosas nasales.

Se incorporó y se descubrió en un jardín. Miró a su alrededor antes de ponerse de pie por completo. A sus espaldas, a unos cuantos metros, estaba una casa. Una enorme casa blanca con grandes ventanales, tras los cuales se adivinaban las figuras de muchas personas a contra luz.

Bien, se dijo, ahí puedo encontrar a alguien que me diga dónde estoy. Se levantó, se sacudió el uniforme y recogió el escudo del pasto. Caminó con paso seguro y los sentidos alertas a través del jardín. Alcanzó pronto la puerta principal de la casa, no pudo evitar notar la cantidad de autos aparcados ahí, todos eran elegantes, pero no se parecían nada a los que él recordaba.  

Subió las escalerillas que lo separaban del timbre. Estaba a punto de presionar éste cuando, una voz a sus espaldas le hizo retroceder en su intento.

—¡WOAAW!

Steve se dio la vuelta, en la semi oscuridad reinante, reconoció la figura de un joven.

—Te vi, pero no lo podía creer—dijo aquel chico y sonrió—. Quiero decir, ¿eres mi regalo de cumpleaños?

—¿Perdón? — Steve frunció el ceño.

Pero el muchacho no le contestó, en cambio, sí se acercó y le rodeó como si lo estuviera analizando.

—Increíble—dijo—, el traje es un poco diferente, pero me gusta.

A Steve eso no le sorprendió. Todo el país lo conocía. Tal vez, ésta vez, podía ser de ayuda. Podría preguntarle a aquel joven dónde estaba, y así volver al complejo de los Avengers. No necesitaba más que una pequeña orientación, puesto que, su sistema de comunicación no parecía funcionar. Se disponía a pedir instrucciones, pero ni siquiera le dejaron articular palabra.

—¡Wow! ¡Hasta traes el escudo! ¡Se ve tan genial! —el chico pasó su mano por el borde del escudo, pero sólo eso, no parecía atreverse a más—¿Quién te contrató? ¿Papá?

—¿Qué?

—No, no— el muchacho se golpeó la frente con la palma de la mano—. Eso es imposible. Fue Rhodes, ¿verdad?

—¿Conoces a Rhodes? Entonces...

—¡Sí fue él! ¡El bastado se lo tomó en serio!

El chico dejó de dar vuelta a su alrededor, se plantó frente a él y le miró con los ojos brillantes. Unos ojos que Steve conocía bien, y se paralizó.

Stony series  Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora