Burn

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—Escuché sobre ti.

La voz llegó a sus oídos como un murmullo, y una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Y yo de ti. ¿Whisky?

—Por favor—vio como le tendía el vaso con hielo y el líquido ambarino en él. Lo tomó y sonrió de medio lado, también, se quitó los lentes oscuros—. ¿No me acompañas?

—Acabo de entrenar, no me gusta beber después de ello, aun cuando el alcohol es inocuo en mi organismo.

—Ya veo. Hay similitudes después de todo.

—Eso supongo.

—Lo dices por mí.

El otro no contestó, tampoco había sido una pregunta, así que, eso estaba bien. Decidió sentarse, mientras su anfitrión se quitaba la playera sudada y se secaba el torso con una toalla. Era difícil no ver, difícil no admirar.

—Qué envidia—le dijo—, eres hermoso, en serio. Incluso cuando no eras perfecto tenías atractivo.

—Es algo con lo que se nace.

—Supongo que también lo dices por mí.

Aquel sonrió ante sus palabras, cabeceó como diciendo que no era realmente importante hacer esa especificación.

—¿Te pondrás sentimental? —dijo.

—Imposible... ¿no me conoces, acaso?

—En realidad no.

Ambos rieron, porque era cierto, su conocimiento sobre uno y otro era limitado. Sin embargo, parecían conocerse mejor que nadie.

—Supongo que tiene que ver con ellos—llegó a la conclusión el visitante.

—Es obvio.

—Qué cursis.

—No me sorprende... no en mi caso.

—Ja, ja, ja.

—¿Cómo debo llamarte?

Bebió un trago de whisky antes de contestar y le lanzó una mirada elocuente.

—Eso depende.

—¿De qué?

—¿Cómo debo llamarte yo a ti?

—Depende.

—¿De qué?

—Del tipo de... asuntos qué hayas venido a tratar.

Una nueva sonrisa.

—Eso es simple, ¿me das otro? —agitó el vaso vacío, haciendo tintinear los hielos en él.

—La botella está a tu lado.

—¿Me harás decirlo?

Una sonrisa de medio lado le respondió entre las sombras de la habitación, en la cual sólo estaban encendidas las tenues luces del minibar.

—Está bien, lo diré, pero sólo si después, me sirves otra copa.

—Es un trato.

—Quiero que te acerques a la luz, hace mucho que no veo a alguien tan hermoso, aparte de mí mismo.

El otro rió y cumplió con su parte del trato. Salió de la semi oscuridad y entró al halo de luz; tomó la botella de whisky y sirvió un nuevo trago para su invitado improvisado.

—Supongo que la soledad no es del todo amable. ¿Extrañas a tus amigos?

—Supones bien. Pero no los extraño. No necesito amigos—acercó el vaso a sus labios y bebió, eso sí, sin apartar la vista del hombre que tenía delante. Le devoró con la mirada, examinó cada marca de músculo, cada gota de sudor sobre su piel. Le vio quitarse las vendas de las muñecas. Olía a ejercicio, claro, a sudor y a un tanto de suciedad, pero eso estaba bien, tenía un grado de belleza que los puritanos no entenderían. Como no comprendían las marcas que surcaban ese torso, marcas que para algunos serían terribles, abominables, incluso; pero no para él—¿Puedo?

Stony series  Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora