Driven to tears

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Al principio no tenía ganas de ir. Es más, muy probablemente, no habría ido de no ser porque habían picado su orgullo. Era fácil provocarlo cuando hacían eso, era fácil que hiciera cosas que no había ni pensado hacer con las palabras correctas. Había un maestro en ello, un ser que sabía cómo, dónde y cuándo atacar. Ese maestro tenía mejor puntería que el mismo Hawkeye, que el mismísimo cupido. Siempre apuntaba directo a su orgullo, a su corazón, a su mente y amor propio, y siempre daba en el blanco. Su nombre, no quería mencionarlo. Pero si pensaba en él, la imagen de éste era más nítida y real que cualquiera que tuviera a un palmo de distancia. Pero a pesar de que éste era el mejor en ello, a pesar de que era su talento natural; no era el único que podía hacerlo.

"Tony Stark no se pierde una fiesta" le había dicho Rhodey "No me digas que sigues deshojando margaritas".

Muérete, Rhodey, había pensado, claro que, en sentido figurado. Así que ahí estaba en aquel restaurant-bar, rodeado de sus compañeros, su equipo, menos dos. Porque T'challa se había marchado a Wakanda y además, había dado un paso de costado al final; tampoco estaba Natasha; ella si había dado media vuelta por completo.

"Iré con Steve" había explicado llanamente.

Aunque el resto se preguntó las razones de la espía, Tony no se sorprendió, ni siquiera objetó nada. En el fondo entendía, lo sabía. Natasha había intentado borrar sus números rojos, vivir legalmente, quizás. Pero si a Steve, el santo patrono de lo legal, le valía un comino ser un fugitivo de la ley, no se diga Natasha. Además, probablemente, la espía, soportaba su posición en Avengers, en gran parte por que Steve estaba ahí. ¿Qué clase de relación tenían esos dos? Prefería no detenerse a pensarlo.

Total que, ahí estaba, intentado disfrutar de una noche de fiesta con Rhodey, Pepper, Vision, Happy y un Peter Parker, a quién envió a casa temprano, muy a pesar de las protestas de éste. Bebió un whisky tras otro, e intentó reír de sus propias bromas como todos los demás lo hacían. Pero había siempre algo que frenaba la autenticidad de cada una de sus acciones. Un recuerdo, un sentimiento, un par de palabras que nunca dijo; un rostro perenne, unas pupilas malditas que lo perseguían que le herían como dos afilados puñales. Una despedida amarga. Una carta que descansaba en su escritorio. Un teléfono plegable en el bolsillo interno de su saco.

Maldita sea.

Por cada recuerdo, por cada cosa, un trago más.

—Vamos a comenzar con nuestro karaoke— Anunció alguien del bar. Sí, era noche de karaoke. Sus amigos aplaudieron y levantaron los brazos pidiendo las listas de las canciones. Tony había sonreído también, y todos habían pensado que todo estaba bien, que él estaba bien.

—¿Cuál quieres, Tony?—Pepper le tendió la carpeta. Porque sabía que él no huía de un karaoke, porque lo conocía, porque lo quería. "Oh querida, Pepper", pensó, "¿qué estoy haciendo?" Sonrió y hojeó la carpeta, pero se desconectó pronto en cuanto la atención de la chica lo abandonó para ver al primer valiente subir al escenario.

Pidió otro whisky y se sentó en el rincón de la mesa, fingiendo que también disfrutaba del ridículo ajeno. Pero su mente adormecida seguía otra línea de pensamiento. Pepper, por ejemplo. Había vuelto con ella, meses atrás; cuando se dio por vencido y dejó de ver cada minuto la pantalla azul del teléfono en su bolsillo. Dicho así sonaba horrible, era verdad, pero era horrible. Sólo por eso había vuelto con ella, pedido matrimonio y todo el asunto. Porque necesitaba sentirse en control con su propia vida. Sentir que podía seguir adelante. Para que dónde quiera que él estuviera supiera clara y concisamente, que no podía afectarlo, que él no lo afectaba nada. Pero nada de nada.

Stony series  Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora