Por alguna razón, si es que las razones pueden penetrar en el ámbito de la depresión, Tony se sintió triste aquella noche. Una noche de verano, sentado en el piso, se quedó mirando la caída de las gotas de lluvia contra una de las paredes de vidrio de su moderna mansión en Malibú. A su lado reposaba una botella de whisky que ya iba a la mitad y un vaso, por el momento vacío, oscilaba entre sus dedos.
Sin darse cuenta, había lluvia en sus mejillas también. Sus propias lágrimas. Rió, entonces, por desesperación. No podía entender por qué se sentía así. Lo tenía todo: dinero, fama, prestigio, inteligencia, ni siquiera amor el faltaba... o eso creía.
Se sentía mal, realmente mal. Como nunca antes. Desesperado, dolido, herido, triste, inmensamente triste. Y pensó por un breve, pero, al mismo tiempo, eterno momento, que quería desaparecer. Dejar de sentir. Y sólo había una manera de que aquello sucediera. Recordó que tenía un revolver en un compartimiento secreto en el bar. Un revolver que era de su padre. Miró hacia atrás, donde estaba el bar con sus brillantes vasos y licores ambarinos. Sólo tenía que ponerse de pie y caminar un metro como máximo.
Apoyó las manos en el suelo y obligó a sus pies a apoyarse en el suelo. Pero, en ese preciso instante su teléfono celular sonó dentro del bolsillo de su pantalón. Pretendió ignorarlo, pero el sonido de llamada no se detuvo. Parecía un grito insistente y molesto. Tony volvió al piso y sacó el aparato de su bolsillo. No conocía el número, aparecía precisamente como desconocido. Aun así, contestó.
—Jerk, ¿por qué diablos no contestas?
Escuchó del otro lado de la línea una voz masculina que no reconocía.
—Yo...—Tony dudó, pero pronto se recuperó—, no te conozco, ¿por qué diablos me dices "jerk"? ¿Quién jodidos eres?
La persona que le había llamado tardó unos segundos en contestar.
—¿No hablo al teléfono de James Barnes?
Tony suspiró. Mira que equivocar el número en un tiempo como ese, donde marcar un teléfono era cuestión de tocar una tecla, ni eso, un icono en una pantalla; era de bobos.
—No—respondió y se sorbió, sin darse cuenta, la nariz.
—Oh, me equivoqué de número—escuchó al idiota del otro lado de la línea—. Debí guardarlo con un número mal... lo siento. Disculpe la molestia.
Tony asintió, pero era obvio que el otro no podía verlo. El silencio, su silencio, no pareció ser una respuesta correcta si es que pretendía librase de aquel error de marcado.
—¿Está bien?
Tony dio un respingo. ¿Por qué no había colgado ya?
—¿Qué?
—Perdón. Es que me pareció que estaba llorando, ¿se siente bien?
Tony tenía en la punta de la lengua decirle que se metiera en sus propios asuntos, pero la pregunta, la manera en la que había sido formulada, de alguna manera, lo mantuvo ahí, con el teléfono pegado a su oreja.
—No—respondió honestamente y suspiró—. No estoy bien, pero no tienes que preocuparte por eso.
—Ya— escuchó—, pero si quiere hablar puedo escucharlo.
—¿Por qué carajos lo haría? No te conozco.
—Precisamente—respondió el otro—. No lo juzgaré, ni volverá a saber de mí. Su secreto, su pena, lo que sea que lo aqueje será un secreto que jamás revelaré.
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Stony series Vol. 2
FanfictionConjunto de One-shots Stony. Portada: EngineerofWords 1. Tres veces en las que Tony se enoja con Steve, pero ¿por cuanto tiempo? 2. Howard regresa para darle un regalo Tony. (ligero Stoward) 3. Tony ama y odia a Steve. Steve ama y odia a Tony...