Instinto I

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Los instintos. 

Siempre he tenido preguntas al respecto.

En este mundo existen tres tipos de personas: alfas, betas y omegas. Si eres de los segundos no tienes que preocuparte demasiado por nada. Eres parte de la media, pero podrás vivir con cierta tranquilidad. No hay necesidad de preocuparte por los periodos de celo y tampoco te ves obligado a casarte con alguien especifico. Eres libre y eso está bien.

Siempre he pensado que sería genial contar con la clase de libertad que tienen los betas. Yo no la tengo. Yo soy un alfa. Como alfa mis responsabilidades son casi una maldición; aunque las personas se llenen la boca hablando de los muchos privilegios con los que contamos. Sí, bueno, contamos con privilegios, pero estamos atados por los instintos. Somos unas máquinas devoradoras, unas bestias sexuales incontrolables en cuanto llega el celo o un omega lo despierta con el suyo. No podemos detenernos, necesitamos hacerlo y si hay un omega a la mano no preguntamos, lo utilizamos... ese tipo de cosas, me molestan. Por más que digan que es natural, saber que es algo que potencialmente puede estar en mí, me repugna.

Si bien se han escrito leyes y establecido algunas reglas para frenar esa violencia contra los omegas, siguen estando en peligro constante. Ellos también son presas de sus instintos, también están atados a ellos. Se sabe que muchos entran en celo al encontrarse con un alfa, los desean, los seducen, piden ser tomados con desesperación. No pueden evitarlo, están atados... estamos atados.

Sin embargo, la atracción entre omegas y alfas, algunas veces, termina teniendo un final feliz. El beneficio de pertenecer a los extremos de la escala es el amor eterno. Dicen eso, pero... me pregunto si eso es amor o una mera expresión genética de compatibilidad. Como sea, los omegas, no me interesan.

Prefiero el fiero gruñido de un alfa.

***

—¡Vete de una maldita vez, Rogers!

—Sácame, si puedes, Stark.

—¡Hijo de...!

—¡Hey! ¡Ustedes dos! ¡Voy a echarlos si no se calman!

El director Fury, como siempre, entró como la humedad y se presentó en el momento preciso.

Por un accidente, el club de arte y el de ciencia tenían que compartir el mismo espacio por al menos seis meses (es decir, todo el semestre), mientras arreglaban el otro salón. Así que aquí estamos, peleando por un espacio.

—Pues dígale a estos pintorcitos que ya es nuestra hora—replicó Stark, como siempre, haciéndose el que todo sabe, el que todo puede—¡Ya no podemos estar esperando!

—No tendrían que hacerlo, si no hubieran hecho explotar su laboratorio—dije y lo adivino.

Aquí viene, puedo ver su presión sanguínea subiendo.

—¡Púdrete, Rogers! ¡Un día de estos te partiré la cara!

—Si es que algún día alcanzas mi cara.

—¡¿Me estás diciendo enano?!

—No he dicho eso.

—¡Pero lo insinuaste, maldito!

—¡Maldita sea, Stark, cállate ya!

De nuevo, Fury hizo su intento de calmar las aguas bravas.

—¿Por qué, carajos, no lo calla a él?

—Stark...

—¡A la mierda! ¡Es nuestro turno!

Ahí está el gruñido de un alfa, marcando su territorio, pero inútilmente.

Stony series  Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora