Stony series Vol. 2

Punto final

Cuando era niño, Tony presenció una pelea de sus padres. No recordaba la razón de ella, y probablemente ni siquiera lo supo entonces, pero el recuerdo de su madre llorando en la sala, después de que su padre decidiera salir de la casa antes de empeorar las cosas, jamás se borraría. Junto con esa imagen, también se quedarían las palabras de su madre: "Él jamás podrá olvidarla, siempre la va a amar". En ese momento, a pesar de la marca que habían dejado esas palabras en él, no había podido comprenderlas. Hasta que creció y las cosas comenzaron a tener sentido en su mente.

Había una historia que se repetía en su familia y más allá, una leyenda nacional, que también tenía ciertas connotaciones internacionales. La heroína eterna, la chica de Brooklyn, enfermiza y delgaducha, que se convirtió en símbolo y guía para todo militar que se jactase de serlo. La Capitana América, Stephanie Rogers.

Tras su sacrificio cerca del final de la segunda guerra mundial tuvo un importante impacto en la política y costumbres nacionales de la época. Sí, se convirtió en un símbolo de lucha, de liberación femenina y transcendió incluso más allá, posicionándose en la historia como una piedra inamovible de valores morales y patrióticos. Se convirtió en estandarte de lo que se debía ser o, para ser más certeros, de lo que se debía aspirar a ser.

Tony creció escuchando acerca de ella, tanto en la escuela como en su casa. Su padre, Howard Stark, gastó millones de dólares en expediciones de búsqueda. Nunca se rindió, sólo su muerte canceló el esfuerzo, cuando, el mismo Tony, decidió terminar con aquella empresa. Pero, entonces, la vida, como siempre, rió con su fresca ironía. Pocos años después de ello, sin buscarla, la encontraron. Cuán feliz habría estado Howard de haber vivido para verla una vez más. De eso su hijo estaba seguro, porque aquello que comprendió al crecer, fue que su padre no buscaba a una amiga, o a un símbolo nacional, no, él buscaba al amor de su vida.

Howard había seguido adelante tras su pérdida, aunque no del todo. Se había casado, había tenido un hijo y, sin embargo, su corazón seguía vagando por los desiertos de hielo, luchando inmutable contra el viento gélido y el tiempo.

Tony no dudaba que su padre hubiera amado a su madre, pero estaba seguro que ese amor no era comparable con aquel que tuvo por la capitana. Fue por ello que, cuando la capitana despertó de su sueño criogénico y fue llamada para unirse a los vengadores, como él, Tony fue poco más que brusco con ella. Le tenía cierto resentimiento, como en las novelas en las que se odia a "la otra". Era un sentimiento valido para él, porque la mayoría amamos a nuestras madres, y que otra mujer parezca más importante en la vida tu padre que ella es inconcebible e imperdonable, ¿cierto?

Cuando la vio, ese rencor lo cegó. Dijo cosas que realmente no pensaba, porque realmente no la conocía. Incluso, no estaba seguro de que hubiera habido algo entre ella y Howard, y aún si lo hubiera habido, ¿qué derecho tenía él de ofenderse? Aquello habría sucedido antes de su madre. Pero verla le molestaba, saberla ahí, saber que siempre estuvo ahí como un fantasma latente, uno que si tomaba forma corpórea habría destruido a su familia. La llenó de imprecaciones, la trató con desdén, con condescendencia. Se portó como un niño. Odiaba a su padre por ser incapaz de amar a su madre completamente y guardar en su corazón un amor hacia una mujer, que jamás confesó; y por añadidura, entonces, odiaba a Stephanie por ser esa mujer, por ser ese amor.

Pero el tiempo hizo su magia. Y Tony, de pronto, comprendió más cosas, comprendió que no era culpa de Stephanie, y tampoco lo era de su padre. Porque, vamos, el amor es así. Ojalá pudiéramos controlar cada aspecto de él, pero es imposible, es un ente autónomo y malvado.

Tony vio en ella todo lo que su padre amaba, todo lo que admiraba. Lo veía todos los días, cuando los vengadores se sentaba a discutir sus asuntos, misiones y demás. La veía ahí, frente a todos, enorme y hermosa como una diosa griega. Veía su nobleza, su valentía. Era la líder ahí, incluso por encima de él y ni siquiera se había dado cuenta de lo fácil que había sido cederle el control.