Regalo de cumpleaños

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—¡Hola! ¿No necesitas un modelo hoy?

—Déjame adivinar, ¿un nuevo vídeo juego?

—Sí, mi papá no quiere comprármelo, dice que no ayuda en nada a mi intelecto, pero se equivoca. Soy mucho más ágil de mente, desde que juego.

—Está bien, pasa. No estoy trabajando en esta ocasión algo que requiera un modelo, pero puedes ayudarme con algunas cosas, si no te molesta ensuciarte un poco.

—No, no me importa. ¿Qué tengo que hacer?

—Ven te mostraré.

Él es Steve Rogers un joven y guapo, guapísimo pintor. Lo conocí un día que me mis padres me obligaron a tomar una clase de arte, él era el ayudante del profesor; aún es universitario. Con eso basta para decir que es más grande que yo, pero no mucho, el año que viene entraré a la universidad.

Como me gustó desde que lo vi, me hice su amigo. De vez en cuando, me pide ayuda para realizar algunos cuadros, generalmente poso para él. No mal piensen, todo es muy respetuoso y amable. Siempre con ropa, para mi mala suerte. Porque como ya dije, me gusta, me gusta muuuucho. Pero creo que él no se da cuenta.

A veces, cuando pasan varias semanas sin que me llame, me invento que necesito dinero y le pido trabajo. No necesito el dinero, y tampoco he comprado nada con ello, guardo cada dólar como si se trataran de cartas de amor, que él me ha escrito. Sí, suena estúpido, pero no me importa. Soy un adolescente y puedo comportarme moderadamente estúpido.

El día de hoy, lavaré algunos de sus pinceles. Por mí está bien, sé que después él comprara pizza o hamburguesas y comeremos mientras vemos algo de mi elección en la televisión. Casi se puede sentir como una cita, ¿no creen? Para mí sí, claro que no he dicho nada y por más miradas embobadas que le dirija o intente tomar su mano o abrazarme a él, Steve no parece notarlo. Soy para él, como un hermano pequeño. Es demasiado escrupuloso, ¿saben? Sigue la ley a pies juntillas como un maníaco del orden. Jamás se ha saltado una luz roja, jamás ha tirado basura en la calle, siempre cede su asiento en el transporte público y si ve algo que esté fuera de la norma, no duda en alzar la voz. Es una especie de idiota heroico bien portado. Eso me gusta, me estremece de pies a cabeza. Me encanta. Me enloquece... Perdón. A lo que iba con eso es que soy menor de edad. Incluso si le gusto, jamás moverá un dedo o exclamará algo que pueda dejar entrever ese sentimiento. Se censurará por mi bien. A mí me importa un bledo, pero no quiero meterlo en problemas, tampoco.

Como sea, tengo un plan para que eso cambie. Cuando cumpla 18 años, le confesaré mis sentimientos y le robaré un beso antes de que pueda esgrimir algo así como: Tony eres muy joven, no sabes lo que dices. Tampoco es como si me llevara como veinte años. De hecho tiene 22 y es perfecto para mí.

—Ten cuidado con el solvente.

—Sí, sí.

Él trabaja mientras yo lo hago a medias, porque la mitad de mi cerebro está muy ocupado sacando fotografías mentales de su ancha espalda, de los gestos de su rostro. Me encanta su ceño fruncido cuando está concentrado, la manera en la que sus ojos azules parecen afilarse, volverse más claros. Amo cuando se lleva el mango del pincel a los labios y retrocede un poco para observar su lienzo. Me estremece la manera en la que sujeta el pincel y lo desliza sobre la tela. Podría sonar como un niño hormonal, pero es que... ¡lo soy! Lo que yo quiero con él, claro que sería una relación, y como tal, quiero todo lo que hay en una relación. Quiero esas manos sobre mi carne, quiero aferrarme a esa espalda, quiero esos labios contra los míos. Y ahh... creo que tengo que ir al baño y calmar a cierto mini-me.

***

—¿Cuándo es tu cumpleaños, Tony?

—¿Eh?

Stony series  Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora