Número equivocado IV

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 —¿Terminaste?

Tony se acomodó el teléfono entre el hombro y la oreja. Si bien podía poner la llamada en altavoz, cuando se trataba de la llamada de Steve prefería mantenerla privada, incluso, de las paredes de su casa. Con sus manos libres se encargó de servirse una taza de café.

Sí—escuchó la respuesta de Steve justo en su oído.

—Pero aún no vuelves, ¿verdad?

Estoy en camino.

Tony suspiró despacito, esperando que Steve no lo notara. No quería que se diera cuenta que esa misión suya lo estaba poniendo de verdadero mal humor. De hecho, había pasado esas semanas trabajando como loco, obviando el tic tac de las manecillas del reloj y comiendo chatarra acompañada de café; todo para matar el vacío que sentía.

Resultaba curioso lo rápido que su relación con Steve había escalado. Ahora, Steve solía quedarse a dormir en su mansión. Tenía un cepillo de dientes en el baño, un pijama, un par de cambios de ropa en los cajones del mismo Tony y sobre el tocador de éste, estaba su colonia y desodorante. Por supuesto, tenía llave de la casa y se sabía los códigos de seguridad. Era un visitante recurrente, que se quedaba dos o tres noches entre semana y los fines de semana completos... a menos que tuviera una misión, entonces ni lunes ni martes ni ningún día estaba ahí; y Tony tenía que conformarse con las llamadas, a veces escasas, a veces demasiado espaciadas entre una y otra, y a veces excesivamente cortas. Eso fastidiaba el humor de Tony en grados alarmantes que tocaban la neurosis y sólo podía combatirlo trabajando.

¿Qué haces? —le preguntó Steve.

—Tomo café—respondió presto, Tony.

¿Has dormido bien?

—No—Tony decidió ser honesto, Steve lo leía mejor que nadie y era un experto haciéndolo por teléfono, le conocía todas y cada una de las tonalidades de su voz. Sabía cuándo le mentía, cuándo estaba alegre o cuándo estaba triste, por supuesto, también, sabía cuándo estaba cansado.

¿Por qué?

—Tengo trabajo—dijo y era cierto, pero por el silencio que recibió de Steve del otro lado, supo que él sabía que no era todo—, simplemente no puedo conciliar el sueño.

Escuchó, entonces, sorpresivamente, la risa cristalina de Steve y no pudo evitar sonreír un poco él también.

¿Me extrañas? —preguntó, después, Steve.

Tony asintió, aunque a regañadientes.

—¿Te falta mucho para regresar?

Más o menos.

Tony frunció el ceño. Más o menos, solía traducirse como: una semana más.

Tony...

—¿Mmh?

También te extraño.

—Lo sé—Tony sonrió y le dio un sorbo a su taza de café.

Tony...

—¿Mmh?

Ya no bebas café, ve a dormir, tienes que descansar.

Tony dejó la taza sobre la encimera y suspiró.

—No puedo dormir—repitió—, prefiero mantenerme bien despierto en todo caso y trabajar.

Steve tardó un poco en contestar y cuando lo hizo  erizó el pelo de la nuca de Tony.

Stony series  Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora