Capítulo 14- II

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Desperté de nuevo en la cabaña, con mi corazón acelerado y Zane a mi lado. Sentía que me faltaba el aire y mi cuerpo estaba debilitado.

-¿Qué te ha pasado?- preguntó Zane preocupado. Lo miré llorando y afirmé que todo había sido un sueño.

Ahogué un grito de dolor. Un dolor interior. Zane me abrazó intentando calmarme y yo solo lloraba y lloraba sintiéndome lo peor del universo.

-No pasa nada, todo ha sido un sueño. Saliste corriendo y te desmayaste, ya esta.- susurró tranquilizándome.

-Llamaron a la puerta y...

-Nadie llamó a la puerta, Hannah.- me interrumpió. Lo miré extrañada y él volvió a negar con la cabeza con una mueca en su cara.- Ha sido todo producto de tu imaginación.

Lo abracé más fuerte mientras sentía que me deshidrataba pues me estaba quedando sin lágrimas que echar.

-Estoy loca, Zane.- sollocé.- Me estoy volviendo loca.

-Shh, ya está, no pasa nada, descansa.- besó mi nuca y siguió abrazándome hasta que me quedé dormida en sus brazos.

¿Es esto todo? ¿Todos los días serían así: Zombies, Zane y yo? Me estaba volviendo loca... ¿Sería toda mi vida de esta manera? ¿O daría final a ella?

Porque es en los momentos de desesperación cuando entiendes el significado de dolor. La Real Academia Española define dolor como la sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior, o también como el sentimiento de pena y congoja.

Pero no hablamos del dolor literal, sino del dolor abstracto. No el dolor como sentimiento ni como molestia física, sino el dolor como vacío.

No hablamos del dolor de un pequeño al caerse de su primera bicicleta de dos ruedas, ni del dolor de la despedida que espera su vuelta. Sino del dolor de la pérdida de algo que sabes que nunca jamás volverás a sentir a tu lado, ya sea persona o cosa, o el sentimiento que te provocaba las caricias de alguien especial. El lugar que te despierta un recuerdo interior, y sabes que jamás has vuelto ni volverás a estar allí. La canción que hace que la imagen de una persona aparezca en tu mente. El olor que te hace viajar a algún vago recuerdo de tu memoria, como el olor de alguna receta de comida, el olor de algún lugar, el aroma de alguien...

No es la molestia ni la pena, sino el sentimiento de vacío que se crea en tu interior y que sabes que nunca podrás llenar ese agujero negro que deja en tu corazón. Ese mar de angustias. Podrás taparlo, podrás posarte encima de él y creer que ya no sientes nada tal y como viaja un crucero por el desolado y amplio mar. Pero... ¿qué pasa cuando el mar hace ver que está bajo tus pies, que tú no eres el rey capaz de tapar los males de tu alrededor? ¿Qué pasa cuando el mar se enfurece y ahoga a ese gran crucero que emprendió un viaje creyendo que podía con cualquier problema pues tenía un gran tamaño y una gran historia? Eso mismo pasa cuando intentas tapar el vacío que hay en ti, el DOLOR en letras mayúsculas que caló en tu corazón y no sale.

Qué sería de una guitarra sin cuerdas, de un hotel sin huéspedes, de un restaurante sin comida, de Peter Pan sin Wendy, del pequeño león Simba sin Timón y Pumba. Qué pasaría si el pastor alemán de un policía pierde su olfato, si el perro de un ciego pierde la vista. De qué serviría una tijera que no cortara, una hoguera sin fuego, unas gafas sin cristales.

Qué sería de un niño pequeño creciendo, estudiando, sin futuro.

Qué pasaría si un día el sol decide no regalarnos su luz.

¿Qué pasaría si todo lo que vivimos fuera un sueño?

-A veces, el más ignorante vive más feliz.- susurró Zane en mi oído.

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