Capítulo 7- III

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"Hannah:"

Desperté al día siguiente con un dolor de cabeza terrible. Abrí los ojos lentamente e intenté desperezarme pero un misterioso brazo que posaba suavemente en mí no me dejó. Mi cara de espanto aumentó cuando recordé que la noche anterior un caminante entró en la casa dispuesto a devorarme bruscamente e hinchar así su pálida y asquerosa panza... un momento... ¡Un brazo! Tenía un brazo que podía ser de un zombie y yo recordando sucesos de hacía unas horas. Giré un poco sobre mí, y el caminante me apegó contra su cuerpo junto un leve gruñido.

«Me va a comer, voy a morir sola» pensaba yo en esos momentos y cerré los ojos aguantando un grito de desesperación por salir del hueco en el que me encontraba, situado entre su brazo y su frío cuerpo. Y ahí fue cuando noté que el cuerpo de la criatura irradiaba calor. ¿No debería estar frío si de un muerto se tratase?

-Buenos días.- susurró con voz ronca el caminante. ¿Había hablado? ¿Sabían hablar? Oh, no...

-¡Zane!- chillé recordando lo siguiente al encuentro con aquella criatura de la noche. Me había quedado dormida en los brazos de Zane Miller. Perfecto. No, en serio, literalmente perfecto.

-¡¿Qué?!- preguntó sobresaltado por mi grito.

-Me has asustado.- aclaré yo más calmada. Él frunció el ceño haciéndome saber que no entendía de qué hablaba.- Creí que eras uno de ellos.

Una risa ronca de recién levantado salió de sus labios y sonrió de lado.

-Que yo sepa, ellos no abrazan ni son capaces de dormir contigo sin comerte...

Hice una pausa un tanto pensativa y abrí la boca para decir algo pero la volví a cerrar más tarde. Cierto, un zombie no dormiría abrazado a mí ni hablaría tan pacíficamente conmigo.

-Cierto.- fue lo único que alcancé a decir.

-¿Cierto?

-Cierto.- asentí y comencé a reír nerviosa. Él era capaz de activar cada célula en mí provocando estímulos en los momentos más incómodos.

-¿Qué hacéis abrazados los dos en el sillón?- preguntó una voz curiosa tras nosotros. Yo me incorporé rápidamente y aclaré mi garganta tosiendo un poco, cosa que sin saber por qué, se hacía en estos momentos incómodos. Zane en cambio, se levantó tranquilamente. Comenzó a desperezarse y luego miró a Alex.

-Perdona, no nos han presentado, ¿tú eres?

-Alex. Llevamos conviviendo en esta maldita casa cuatro días, ¿y tu fama se te sube tanto a la cabeza como para no molestarte en recordar mi nombre?

-¡Alex!- le reñí yo. El aludido me miró con indiferencia y se encogió de hombros.-Perdónalo Zane, tiene algunos problemas.- inventé para excusarlo.

-No importa, todos tenemos un mal día y malos problemas.- concluyó Zane dulcemente con una sonrisa.- Voy a la cocina, ¿quieres desayunar?

-Por supuesto.

.¿Y tú?- sonrió ofreciéndose a preparar el desayuno a Alex. Este lo miró seriamente.- Creo que no te has levantado con mucha hambre.

-Mi problema eres tú.- susurró Alex en mi oído poniéndome los vellos de punta por el contacto de su aliento detrás de mi oreja.

Me giré esperando encontrar su mirada indiferente como siempre, pero esta vez descifré sus ojos brillantes, nerviosos, que bajaron a observar mis labios. Ladeó su cabeza y se acercó a mí, dispuesto a algo que yo esquivé con un movimiento seco.

-Voy a desayunar.- dije y salir de esa situación mientras el chico posaba su mirada en el suelo. Segundos más tarde estaba con Zane preparando tostadas para todos.

-Parece que a tu amigo no le gusta mi presencia.- comentó Zane con una mano en la sartén donde cocinaba un huevo.

-No le eches cuenta.- dije yo. Zane volteó la mirada hasta encontrarse con la mía. Yo me encontraba a su lado, pegada a él. Me sonrojé ante sus ojos observándome y giré la cabeza hacia otro lado. Él rió.- ¿De qué te ríes?

-De ti.

-¡¿Por qué?!- pregunté haciéndome la dolida con tono divertido.

-Te sonrojas. Es gracioso cuando lo haces.- me dedicó una última sonrisa que me dejó confusa y sacó de la sartén el huevo que estaba cocinando para posarlo sobre una rodaja de pan de molde.

◊♦◊♦◊♦

"Alex:"

No podía con todo eso. En realidad, no podía con Hannah. No aguantaba ver cómo se sonrojaba cuando Zane decía cualquier tontería o la miraba, y tampoco podía pasar desapercibida la actitud tonta de Harry intentando conquistarla. Aquello era un círculo que giraba en torno a Hannah, y ella no se daba cuenta.

Desde la noche de fin de año en la que le dije que me gustaba, ella había estado más distanciada. Sumando a ello el factor de que estábamos rodeados de caminantes que deambulaban solitarios por bosques y pueblos, y esto realmente ponía los pelos de punta a cualquiera.

El cuarto día, cuando encontré a Zane y Hannah abrazados en el sillón, sentí que ese corazón que yo intentaba formar para que nunca se volviese débil y sensible, se rompía. Y sí, me dolió y mucho. Esa chica a la que conocí en el colegio, la misma que me enamoró cada vez que sonreía o hablaba, la misma que me acogió al ser nuevo en el instituto. Hannah siempre me gustó, pero las chicas empezaron a sentirse atraídas por mí y me tacharon erróneamente como el chico imposible, el maduro, el chulo, el rebelde. Pero yo nunca fui así. Solo Hannah me conocía, pero a veces llegaban muchos rumores a sus oídos que la hacían distanciarse de mí.

A la siguiente mañana, bajé temprano a desayunar y para mi desgracia me encontré a Zane en la cocina.

-Buenos días.- dije seco.

-Buenos días, has madrugado.- contestó mientras se sentaba en un extremo de la mesa.

-Sí, a veces me gusta aprovechar el día, aunque visto lo visto aquí no se aprovecha nada.

-No digas eso, se positivo.

-¿En este mundo?- me serví un vaso con leche y me senté al otro extremo de la mesa. «Mantengamos las distancias» pensé.

-En algún momento acabará. Yo imagino que es un sueño, así no todo es tan oscuro como parece.- deslizó un croissant sobre la mesa hasta llegar a mí. Lo miré un segundo y luego miré al chico que volvió a hablar.- Pero luego recapacito, esto no es un sueño.

-Es una pesadilla.- murmuré cabizbajo.

-Exacto.-susurró con la voz entrecortada. Estábamos solos unos adolescentes, sin poder huir.- Alex.- dijo al cabo de un rato.- ¿Quieres a Hannah?

¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué hacía este preguntándome si la quería, cómo se atrevía?

-Es perfecta, ¿verdad?- afirmé y Zane asintió con la cabeza. «Maldito imbécil...»-Pero es mía.

-Tengo novia.- escupió, casi dolido. Pude darme cuenta que en ese momento el decir que tenía novia lo salvaría de entrar en una discusión que nadie deseaba, pero noté en sus ojos que sentía algo por Hannah. Y si la susodicha tuviese que elegir en algún momento, lo elegiría a él. A la estrella del pop que lo tiene todo, y yo no tengo nada.- Pero no puedes decir que es tuya, no es un objeto.

-¿Acaso te pertenece?- exclamé. Estaba enfadado, mucho.

-¿De qué habláis?- comentó una voz femenina y preocupada detrás mía. Giré mi cuerpo para encontrarme con ella.

-La reina de Roma por la puerta se asoma.- comenté divertido y le invité a tomar asiento. A mi lado, claro.

-¿Me tengo que sentir alagada porque me has llamado reina, o asustada porque hablabais de mí?

Los tres callamos y caímos en un silencio incómodo, mientras tomábamos nuestro desayuno. Poco después Zane se levantó a lavar su vaso, y al pasar por detrás de Hannah le acarició la mejilla. Esta sonrió como una tonta, pero su sonrisa desapareció al verme a mí con ganas de matar cualquier cosa que se moviera. Celos. Yo merecía esa sonrisa, no él.

Los demás comenzaron a bajar a la cocina más tarde y volvimos a nuestras rutinas; los famosillos por su parte, Hannah y Momo socializando con todos, y los chicos encerrados en una habitación.

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