8 #pastillas

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Al salir de clase me acerqué a su coche decidida, quería besar sus labios y pensaba hacerlo. Llegué hasta él fijándome en un líquido rojo que caía a gotas al suelo desde su puño derecho. Habían cristales rotos en el suelo y la ventanilla del copiloto estaba rota.
Asustada le cogí de las manos para ver si podía hacer algo, le quería preguntar qué había pasado pero ya lo sabía.

—Debes tomarte la medicación, por tu bienestar y el de los demás—. Con una de mis manos aparté el pelo de su rostro. Conseguí ver sus ojos oscuros, más de lo normal, seguía luchando contra sí mismo.

—¡No!— No me había gritado hasta ahora, me asusté tanto que tuve que retroceder unos pasos.

—Al menos ve al médico a que te curen las heridas—. Le supliqué intentando acercarme a él e intentando evitar llorar. Enfadado dio media vuelta y entró en su coche cerrando de golpe. No dijo nada, solo se fue dejándome allí, asustada, pero esta vez no por mí sino por él, temiendo que le ocurriera algo peor y decidiera golpear su cabeza. Coloqué la mochila en mi hombro sobre mi chaqueta de cuero marrón y caminé hacia casa.

Llegué a casa de los Tate dedicándome a llamar a la puerta hasta que al final abrió Susan, sin entender porque estaba ahí parada enfrente de ella, pero algo sospechaba.

—¿Ha llegado?— Juntó sus cejas arrugando la frente para luego negar con la cabeza. —Ha tenido uno de sus ataques y ha roto un cristal con las manos, he intentado hablar con él pero se ha ido con el coche. Necesitaba saber si estaba aquí—. Retiré las lágrimas que me caían y Susan dio un paso hacia delante para abrazarme. —Lo siento—. Intentó tranquilizarme. —Hago todo lo que puedo, pero eso ha sido distinto. Su mirada era oscura—. Sus músculos se tensaron en segundos, algo iba mal. Me separé de ella intentando que reaccionara.

—Esos ataques son los peores, no sé porque duran más o porque son más fuertes... En estos casos hay que obligarle o se pierde a sí mismo durante no sé cuánto tiempo. Lo peor es que este tipo de ataques vienen solos, sin motivo alguno—.  Estaba asustada, era la primera vez en mi vida que lo estaba tanto. Temía por la vida de Rainer y lo único que podía hacer era encontrarlo y obligarle a tomar la medicina.

—Voy a buscarlo—. Dejé mi mochila en su casa porque pesaba demasiado y salí con el móvil en la mano por si me llegaba alguna noticia de él.
Empecé por el parque más cercano para luego ir a la plaza donde estaba el ayuntamiento y seguir por el instituto. No lo encontraba por ningún lado y eso que llevaba corriendo una hora por todo el pueblo yendo de un lado al otro como si nada.
Llegué a los campos de juego y estaba ahí, en el de béisbol junto una máquina que le tiraba las pelotas para así él poder golpearlas bien fuerte.

—Hola—. Le saludé acercándome a él pero en una distancia prudente.

—Así puedo sacar toda mi ira y fuerza golpeando una simple pelota—. No me miraba, solo seguía golpeando. Envié un mensaje a Susan diciendo que se tranquilizara que estaba conmigo y puse toda mi atención en él. Fui en dirección a la máquina y la apagué sin decir nada y sin que me dijera nada. Saqué las pelotas y las dejé en el suelo para luego apartar la máquina y ponerme yo en su lugar.

—¿Preparado?— Me sonrió afirmando con la cabeza a la vez que se ponía en posición. —Allá va—. Me coloqué en posición y lancé la pelota. Al golpearla, como somos los únicos salí corriendo para cogerla. No pasé de unos metros cuando unos brazos rodearon mi cintura y me elevaron, era él. Me bajó al suelo y me miró a los ojos. Acarició mis mejillas mientras apartaba un mechón de pelo que me tapa la cara.
Estaba tranquila, ya no tenía miedo.
Apoyó su frente contra la mía y cerré los ojos respirando hondo.

—No quiero arrepentirme de lo que ocurra, Rainer Tate—. Admití volviendo a sentir esas punzadas fuertes que me enviaba el corazón, como si me estuviera gritando lo tanto que me hacía sentir él chico de enfrente.

Loca Por Ese Chico (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora