33 #íntimo

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Durante las navidades, como las pasadas, pasamos las fiestas con la familia Tate solo que esta vez sin dramas, ni peleas, ni enfados. Aunque yo tenía demasiadas ganas de meterle una torta a la irritante Mérida que también se encontraba con nosotros. Las dos familias reunidas casi al completo ya que aparte de mi padre, el abuelo de Rainer murió por un infarto casi medio año antes. Y en noche vieja fue más o menos lo mismo solo que Rainer y yo discutimos en su habitación sobre el tema de estar juntos, de mantener de nuevo una relación aunque yo en ese momento no pretendía nada más que mantener una relación sexual con él porque sería lo único que recibiría de mi parte en esos momentos.

Cada mes me reunía con la doctora Michelle Morgan para hablarle sobre las novedades de mi vida aunque fueran pocas, pero hay que decir que lo único bueno que me pasó de momento fue pasar la siguiente ronda en el concurso de baile junto a Leonard.

—Te compadeces de ti misma creyendo que no mereces nada y deseas necesitar algo aunque no sea así. Ahora crees que debes estar sola y por eso solo te acuestas con esos dos chicos por sentir algo que no sea tristeza y para no tener la oportunidad de romper y acabar dañada. Pero no debes tener miedo a las nuevas o viejas relaciones, forma parte de la vida humana—. Me siguió hablando y aconsejando pero yo poco hacía caso después de todo. Era como que deseaba conseguir lo que me decía pero no llegaba a lograrlo o no quería.

Pasé los días recapacitando cada palabra que la psicóloga me comunicó. Analizando la información sobre mi vida, poco después estaba lista para empezar de cero con alguien a quien quería demasiado. Estaba claro que habían mil cosas que podían salir mal o peor pero al llegar el día de mi cumpleaños, el veinticinco de enero, vi como entraba Rainer por la puerta de mi casa tan elegante y sexy como siempre mientras observaba como peinaba su pelo retirándolo hacia atrás con una mano porque la otra la ocupaba con un regalo rectangular.

Las familias Tate y Hewitt compartimos la mesa para cenar todos juntos, todo fue organizado por mi madre así que primero cenaríamos a elección entre pollo, costillas o ambos con copas llenas de champán para brindar cuando hiciera falta. Después soplaría las velas, comeríamos la tarta de chocolate y abriría los regalos. Cuando fue la hora de romper papeles apartaron la mesa a un lado y coloqué una silla donde antes estaba el mueble recién movido. Me senté y el primero que decidió darme su regalo fue Rainer que besó mi mejilla muy cerca de mis labios y me quedé hipnotizada por su rostro tan próximo al mío. Le agradecí y abrí lo que contenían mis manos, al retirar el envoltorio vi que era un libro y leí el título de su portada: Efectos colaterales del amor.

Tras leer la portada miré fijamente los ojos de Rainer y no pude evitar pensar en nosotros, en los efectos que recibimos por nuestro amor, en lo que sufrimos porque no sabíamos como llevar la relación. Me sentía joven y no preparada hasta ahora, al fin ya tenía dieciocho años. No es que me sintiera adulta, simplemente reaccioné a las palabras y a las acciones, a los recuerdos y a los momentos emocionantes. Podía mirar a cada persona de la sala y pensar en mis sentimientos por ellos tanto amor como cariño, respeto,... Mis ojos fueron envolviéndose en lágrimas de la emoción y de la soledad. Respiré hondo y continué con los regalos.

Poco después, tras hablar en familia, Susan Tate me pidió hablar en privado. Me sentía confusa ya que no sabía el motivo por el cual me quería a solas pero al alejarnos del resto comprendí de que se trataba. Me amenazó con que me no me acercara a su hijo porque volvería a sufrir y me haría lamentarlo.

—Realmente le aprecio pero, no tienes derecho a decirme esas cosas porque no puedes controlar a nadie—. Le comenté en un tono de enfado y salí del baño del piso inferior golpeando bien fuerte la puerta, Me acerqué a paso acelerado a Rainer y aún molesta, le cogí de la camiseta para arrastrarlo a una esquina solo para decirle que su madre se había pasado tres pueblos diciéndome lo que tengo que hacer y con quien tengo que estar. Cogí el rostro de Tate con mis manos y le di un corto beso, entonces sonreí aliviada.

Tras terminar la que creía que sería una velada perfecta, comenzó la fiesta con los amigos del pueblo y los de la ciudad, que algunos vinieron a pasar la noche aunque la última vez que les vi fue en la zona vip del club donde me emborraché con Leonard y nos acostamos después de despedirnos. Una de las amigas era Lana Swan, que lo primero que hizo al verme fue abrazarme.

—Ais, querida. Cuanto tiempo. ¿Aún sigues con nuestro Leo?— Me preguntó nada más separarse de mí pero cogiéndome de las manos.

—Hubo algo hace poco, pero de momento ya se ha acabado—. Le confesé achuchándola entre mis brazos. Le conté lo ocurrido y también le dije que le echaba de menos porque así era. Vale que no haya hablado de ella, pero desde que comenzó todo no tuve la oportunidad de contar cuánto la apreciaba.

—¿Qué tal puta?— Preguntó la creída de Cassandra mientras entraba en mi casa con sus dos secuaces. Me apartó a un lado observando el interior de la casa y las personas que se adentraban en ella. —Creo que mi invitación se perdió por el camino Jennita—. Puse mis ojos en blanco porque ella sabía perfectamente que nunca la invitaría y menos aún para que tuviera un comportamiento irrespetuoso conmigo. —Pareces estar bien sabiendo que tu padre ha muerto—. Estaba harta de que se pasara conmigo. Coloqué mi mano en su hombro y le di la vuelta para luego cerrar mi puño y golpearlo en su rostro con fuerza.

—¡Eres una puta zorra!— Le confesé provocando que algunos se pararan a mirarnos. Clary salió corriendo en busca de Rainer que cogió de la muñeca a Cassandra y le sacó al jardín para reñirle por sus actos y palabras mientras yo masajeaba mi mano por el dolor del golpe. Los dos hermanos se peleaban a gritos hasta que Rainer la echó con un pequeño empujón para que no volviera a hablar conmigo a no ser que fuera para hacer las paces.

Rainer Tate entró de vuelta en la casa y me cogió de la mano buena para llevarme hasta la cocina y coger hielo, luego lo puso suavemente sobre mis nudillos enrojecidos mientras le decía que no hacía falta que hiciera nada.

Nos miramos detenidamente sin saber que hacer, solo se nos ocurría una cosa y no era buena para nuestra salud. Nuestras respiraciones aceleradas, nuestro corazón a mil por hora... Nuestro cuerpo caliente, ardiendo... Teníamos prisa para besarnos. Fue corto el beso pero feroz, sabíamos que no podía ocurrir.

—No podemos—. Me alejé un poco y él también para evitar nuestra gran conexión.

—Lo sé—. Me dio la razón sin apartar su mirada de la mía, pero nos volvimos acercar con la misma necesidad y volvimos a besarnos, esta vez todo iba a ser distinto. En ese momento la fiesta no nos importaba así que subimos a mi habitación cerrando con pestillo para asegurarnos de estar a solas. En la misma puerta me quité la fina chaqueta y los zapatos mientras él se quitaba la sudadera y sus zapatos. Volví a besarle para luego retroceder un paso hacia atrás para ver como se desnudaba y para que me viera a mí. Ambos queríamos ver bien nuestros cuerpos e inicié yo quitándome la camiseta y dejándola caer a mis pies.

—Te toca—. Le pedí mientras miraba su cuerpo y le sonreía. Se quitó la camiseta negra y el cinturón mientras yo me iba bajando los pantalones. Al verme en ropa interior me volví a acercar a él y coloqué mi mano en su pecho empujándolo hacia atrás hasta que tropezó con la cama dejándose caer en ella. Me desabroché el sujetador mientras él se terminaba de desvestir y me coloqué sobre él pidiéndole que me tocara.

Lo hicimos con una pasión... de una manera distinta a como había ocurrido antes. Todo era más intenso tanto las miradas, los movimientos cuerpo contra cuerpo, los besos en el pecho, en el cuello, en la mandíbula y en los labios, las caricias por mis costillas, por las líneas de sus músculos y por mis muslos,... Cada célula de nuestro cuerpo se unían como nuestros aromas y sin darnos cuenta todo se había vuelto distinto, más íntimo y con miedo a que acabara. 

Nuestro comportamiento había cambiado, podía parecer loca pero es lo que mi corazón y mente sentían. Acababa de empatizar con él, dándome cuenta que algo de verdad, había cambiado en unos minutos.

—Jenni, tenemos que hablar—. Y esas fueron las palabras que más me aterrorizaron en toda mi existencia. Como si una oscuridad invadiera la habitación con las peores intenciones del universo, una bomba iba a estallar en ese momento y el destino se encontraba durmiendo para rescatarme.

Loca Por Ese Chico (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora