27 #¿Mueres?

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Regresamos a clase normal de mañanas y de baile por las tardes. Ahora ya todos los alumnos se encontraban en clase y yo no podía entrar, mis pies no me lo permitían, no quería un revuelo de sentimientos al ver a esas personas que no quería ver para nada y a las que quería ver demasiado.

Cass chocó su hombro con el mío a propósito, buscando que me cabreara con ella mientras se dirigía a clase.

—Eres una basura, a nadie le importas. A ver si te mueres ya y nos dejas en paz a todos. Pesada, eres como un grano en el culo. Estábamos mejor sin ti. Algunos ya te dábamos por muerta y que bien me sentía—. Sonrió aliviada por sus palabras, por soltar aquello que guardaba, por un rencor que no llegaba a entender desde sus inicios. Tras esas duras palabras intenté que no me afectara repitiéndomelo una y otra vez.

—Lo que dice una loca es cosa de loca, no me afecta—. Susurré un par de veces. Respiré hondo despreocupándome de todo y entré a clase.
Me senté al final del todo, donde me encontraba sola y sin obligación de hablar con nadie y que alivio en ese momento porque necesitaba pensar.

Al terminar las clases me llamó mi hermano por teléfono para que pasara a sacar dinero. Mientras me encontré con Rainer parado en la entrada del instituto empezando a moverse cuando pasaba por su lado. Paré tras dar unos pasos y él se paró también.

—¿Qué quieres?— Di media vuelta y le observé por un instante. —Tengo que ir al banco, si me quieres seguir... Adelante—. Le volví a dar la espalda y seguí mi camino. No sé qué intención tenía y me puse tan nerviosa que por un segundo me detuve para recuperar fuerzas cogiendo oxígeno, respirando lentamente.

—¿Estás bien?— Se paró delante mía preocupado. Me puse seria y le miré detenidamente a los ojos. —Siento lo del otro día. Por cierto, bonito pelo—. Sonrió por un instante y eso me alegró el momento, me dio un vuelco en el corazón y él se percató que algo se había encendido en mí, aunque no quería darle la satisfacción de que supiera que por él mi corazón brillaba.

—Lo mismo te digo—. Al parecer se había dejado crecer el pelo durante el verano y seguía sin cortárselo. Algo que tenemos en común, hacer cambios en nosotros cuando nos suceden cosas. Se colocó a mi lado y seguimos caminando hasta el coche. Sin darle permiso ocupó el espacio del copiloto pero no le negué la entrada.
Al llegar al banco después de aparcar el coche, me paré en la puerta apartándome para ver si quería pasar o no, al seguir caminando sonreí. Pero entonces me di cuenta que sentía un vacío enorme en mi pecho desde que él no estaba en mi vida, lo recordaba en todas partes de mí y la oscuridad me inundaba el corazón y el alma. Ese sentimiento se repetía cada poco tiempo y lo olvidaba, pero esta vez era más fuerte porque le tenía al lado pero a la vez tan lejos.

Cogió número por mí para la cola de espera, me lo pasó para que lo viera y me senté en el sofá azul que se encontraba a la derecha de la entrada.
Habían dos hombres y una mujer atendiendo y la cola era de más de 10 personas y ya quedaba poco para mi turno.

—Voy a ir sacando mis cosas y poniéndome a la cola—. Me levanté y le observé detenidamente. —Te lo digo por si quieres seguirme o quedarte ahí quieto.

—Todos abajo, esto es un atraco—. De repente se escucharon gritos por la gente desconocida y un descontrol enorme en el lugar, mi cuerpo no reaccionaba y seguía parada en mitad del jaleo. —Si me hacen caso nadie saldrá herido—. Iba revisando a todo el mundo y quitando sus móviles para que no llamaran, entonces llegó a mí y seguía en shock. —¡He dicho que abajo niña!

Intentaba pronunciar algo pero nada conseguía salir de mi boca. Una mujer levantó la cabeza e informó al ladrón de lo que me sucedía, pero a él le daba igual. Le gritó que se callara y me apuntó con el arma para que me agachara.

—¡Baja ahora mismo o te meto un tiro en medio de tu frente!— Levantó más el arma hasta apuntar a mi cabeza y solo pude cerrar bien mis ojos y escuchar un disparo.

***

Rainer se cabreó tanto cuando vio como el arma me apuntaba a la cabeza que corrió para aplacar al hombre que me apuntaba con un arma. Al hacerlo ambos cayeron al suelo y él recibió un disparo en la pierna por mí. Abrí los ojos y lo observé tirado en el suelo junto al agresor desmayado por un golpe en la cabeza al darse contra el suelo.
Rainer se había arriesgado por mí recibiendo un disparo en su rodilla. Corrí hacia él tan rápido que no me dio tiempo a pensar. No dejaba de repetirle que lo sentía ya que todo había sido mi culpa pero él me decía que no era así. Intenté parar la hemorragia con un cinturón que un señor se prestó a dar agradecido por que el ladrón estuviera inconsciente. Mis lágrimas no me dejaban ver con claridad el cuerpo de Rainer pero mis manos le sentían como si conociera el mapa de su piel.
Esperamos al ambulancia, Rainer se fue con los médicos y yo detrás con mi coche después de asegurarme de que habían detenido al hombre.

Pasadas unas horas cerraron su herida de bala y le dieron reposo durante 2 semanas con buenos cuidados y en silla de ruedas. Durante todo ese tiempo fueron llegando familiares, amigos y clientes del banco que querían agradecer lo valiente y arriesgado que era él como persona, darme cuenta de ello me hizo quererle un poquito más. Todos pensaban que no era bueno pero siempre ha sido y será la mejor persona del mundo. No sé si lo pensaba porque estaba ciega de amor o porque tenía razón y no había ningún motivo por el que decir lo contrario en esos instantes.

Decidí llevarle a casa con la silla aunque sus padres se prestaron voluntarios. Les dije que no era necesario y me dijeron que no estarían en casa para que Rainer y yo pudiéramos hablar tranquilamente. Se encargaron de preparar la habitación de invitados de la planta baja para que no tuviera que subir a su habitación cuando no podía hacerlo.

—Bueno, ya lo tienes todo listo, así que si necesitas algo me avisas sino me voy—. Comenté mientras le abría la cama.

—No hace falta que seas tan borde—. Habló enfadado acercando la silla hacia mi posición.

—No lo soy, solo que estoy cansada—. Le miré a los ojos con mis manos en un cajón mientras buscaba su pijama.

—¿De mí?— Saqué mis manos y cerré de golpe el cajón.

—¡No!— Caminé en su dirección. —¿Sabes cuántas noches he deseado que pudiéramos hablar en una habitación solos?— Negó con la cabeza articulando la palabra "no" con sus labios. —Desde el momento que me di cuenta que estaba arrepentida de haberte dejado subiendo al autobús.

—¿Cuándo fue eso?— Me agaché a su altura y apoyé mis manos en los brazos de la silla para que viera que hablaba en serio.

—Desde que me senté en el asiento alejándome de ti—. Me levanté de nuevo. —Pero ya no podía volver contigo—. Le di la espalda. —No estaba en mí mis movimientos. Mi padre me obligó a marcharme como castigo—. Me faltaba el aire, sentía un revuelo de emociones incorrectas y tenía pánico por lo que pudiera suceder porque ya no quería nada con él porque no somos buenos juntos ni tampoco separados. Yo solo quería olvidarme de él pero me resultaba imposible.

Mi corazón se aceleró por segundos cuando la mano de Rainer rodeó mi muñeca y estiró de mí para acabar casi sobre él. Acarició mis caderas y apretó por esa zona hasta que consiguió que yo quisiera sentarme sobre él. Colocó sus manos en mi espalda y yo las mías casi por su rostro, cogí oxigeno nerviosa y me besó antes de que me diera tiempo a soltar el aire.
En menos de dos segundos reaccioné separándome de él. Nuestros sentimientos no debían mostrarse y más después de todo.

—Esto no significa nada—. Volví a repetir esa frase después de tanto tiempo mientras me levantaba y daba un paso hacia atrás.

—Exacto. No querrás que tu novio se entere ¿verdad?— Me miró con frialdad.

—Pues esto no ha pasado, olvídame—. Le informé enfadada aproximándome a la puerta.

—Vale—. Me dio la razón.

—¡Okey!— Cerré de golpe y salí de allí lo más rápido que pude antes de que alguien me viera llorar. Empecé a correr y correr hasta acabar lo más lejos que podía atravesando una zona del bosque.

Loca Por Ese Chico (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora