7 #adios

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Me encontraba recogiendo los platos ya que acabábamos de comer. Mi padre estaba raro, Ronald no había salido de su habitación y mi hermanito preferido jugaba con las cartas.

—Cole—. Llamé su atención. —Ve a tu habitación a jugar—. Se levantó mosqueado arrastrando la silla y subió corriendo. Me senté al lado de papá que mantenía la mirada en la nada con las manos entrelazadas sobre la mesa. —Cuéntame—. Coloqué mis manos sobre las suyas y levantó la cabeza para mirarme directamente a los ojos.

—Me han llamado—. Esas fueron las primeras palabras que salieron de él en todo el día.

—¿Qué? ¡NO! ¡No!... No puedes—. Nada más esas palabras salieron por su boca, no pude evitar llorar. Eso significaba que se iba y no sabría por cuánto tiempo ni quería saberlo, no podía. —Acabo de volver, no te pueden hacer esto—. Me quejé, no podía evitar levantarme y dar vueltas alrededor de la mesa del comedor.

—Cariño, por ese motivo me han llamado—. Se levantó de la silla. —Os queda nada para cumplir los dieciocho y sois, más tú, lo suficiente grandes para cuidar de vosotros y de Cole mientras no estoy—. Sus manos cayeron sobre mis hombros para darme ánimos. Pero no era suficiente, mi padre se marchaba a la guerra.

—Pero hay gente que no vuelve nunca—. Insistí. —No te puedes ir ahora—. Supliqué, notando como mis lágrimas caían de apoco. Le cogí de los brazos y rápidamente lo abracé temiendo que desapareciera en ese instante.

***

Como ya dije, todo cambia, el tiempo no te espera y sigue adelante sin pensar en nadie.
Mi móvil no dejaba de sonar por los mensajes del grupo que tenía con Lilith y Clary, que pensaban que lo teníamos que contar todo y que si queríamos hablar con una que fuera por el grupo y así se enteraría la otra, en ese caso yo.
Un mensaje privado me llegó y cogí el teléfono de la mesita estirando el brazo ya que me daba pereza levantarme. Era Rainer. Me quería llevar a clases el día siguiente. Respondí con un «Vale» y apagué el teléfono que estaba cargando y así llegaría al cien por ciento más rápido.

***

Una mano rozó mi piel, lenta y suavemente, desde la punta de mis dedos hasta mi hombro y siguió por mi cuello y mejilla. No pude evitar sonreír.

—Arriba dormilona—. Susurró Rainer en mi oído. 

«¿¡Rainer!?»

Abrí los ojos como platos y salté de la cama, poniéndome de pie al lado contrario de donde él se encontraba. 

—Tranquila bichito—. Levantó los brazos en un gesto de paz. —Solo vine a levantarte pelirroja, que tu padre me lo pidió.

—¿Mi padre?— Arrugué la frente porque no llegaba a entenderlo.

—Sí. Me ha contado que no estáis bien los dos y quería que te convenciera para ir al instituto porque piensa que no quieres ir... Pero ya veo que solo te has quedado dormida—. Comentó con una sonrisa de burla. Me acerqué a él y besé su mejilla de una manera tierna y sexy para que me deseara en ese instante solo por jorobarle por intentar reírse de mí. Luego de verle morderse el labio cogí la ropa y fui corriendo al baño para que no llegara a hacer algo inapropiado. A ver si por mi culpa llegábamos tarde.
Y justo me tenía que dormir el día que Rainer Tate venía a recogerme.

«Que bonito de tu parte Jen».

Unos minutos después salí intentando hacerme una coleta. Tate se levantó de la cama soltando mi almohada y salió por la puerta para que yo le siguiera. Cogí la mochila y bajé las escaleras tras de sí.

—Te espero fuera—. Me cogió la bolsa y se la llevó al coche, le agradecí por ello y fui a la cocina donde me encontré frente a frente con mi padre. Se veía disgustado pero no tenía nada que decirle, cogí un brick de zumo y una tostada decidida a marcharme.

—Esta tarde hablamos—. Afirmé con la cabeza de espaldas a él pero tras pensarlo por un momento corrí en su dirección y le abracé. Después de unos segundos me despedí y cerré la puerta de casa. Me senté de copiloto y nos pusimos en marcha sin decir nada.
Al llegar al aparcamiento la gente se extrañaba de que por primera vez en la historia de Rainer Tate llevaba a una chica consigo en el coche.

—Lo siento—. Me miró preocupado entendiendo lo que quería decir. Estábamos fuera del coche pero cada uno en la puerta por la que hemos salido. —Por hacer que llegues a otra hora. Siempre llegas puntual y te he retrasado, es que soy tonta, no, mala persona porque no sé hacer otra cosa que estropear las cosas y...— Sus brazos me rodearon, al hablar tanto no me había dado cuenta que lo tenía junto a mí, abrazándome. —Lo siento—. Rodeé su espalda con mis brazos apoyando mi cabeza sobre su pecho.

—No te disculpes, no has hecho nada malo—. Intentó tranquilizarme y lo consiguió.

—Lo sient...— Al darme cuenta levanté la cabeza tapándome la boca y pude llegar a ver cómo sonreía, besó mi frente y me apretó fuerte contra él.

—Vamos—. Empezamos a caminar hacia la entrada. Apoyó el peso de su brazo en mi hombro y no pude evitar mirarle. —Es que me pesan los músculos—. Bromeó con buena intención. Le sonreí como maléfica cogiéndole de la muñeca y apartando su brazo.

—¿A sí? Pues apóyate en un muro... o en otra-. Le sonreí para luego salir a paso acelerado hacia mis amigas que querían toda la información con pelos y señales incluido.

En la hora del descanso pedí un café y una pieza de fruta. Ya que en los últimos días no había dormido bien, necesitaba algo para despejarme. Mientras vertían el líquido en un vaso unas manos se colocaron en mis caderas, justo en la parte baja de mi camiseta de tirantes blanca y los dedos rozaron mi piel.

—Hoy me apetece comerte... comer contigo—. Susurró Rainer en mi oído, haciéndome cosquillas con su aliento en mi oreja. Levantó una de sus manos para apartar mi pelo a la derecha y luego besó mi cuello con demasiada intensidad y dulzura. Cogí aire sin poder evitar tener ganas de besar sus labios, pero me contuve. No me moví del sitio, sólo disfrutaba del momento mientras mordía mi labio inferior. Hasta que me di cuenta que no estábamos solos.

—Señor Tate ¿No va un poco demasiado rápido?— Aparté sus manos de mí y di media vuelta sonriendo por poder ver su rostro, para demostrarme a mí misma que soy suficientemente fuerte y controlarme ante él.

—Señorita Hewitt. Si siente algo por mí, es por mí lo que sientes no por un relajado yo—. Acerqué mi rostro al suyo para besarlo, él se preparó para besarme pero di media vuelta y cogí mi comida notando su sonrisa en mi espalda.
Me senté en una mesa vacía y mientras él seguía en la cola de la cafetería sorprendido di unos golpes en el banco donde me encontraba sentada para que viniera conmigo.
Minutos después empezamos hablar como dos buenos amigos, vale, los amigos no tienen ganas de besarse pero aún no éramos otra cosa, así que no sabría llamar a lo nuestro de otra manera.

—Tengo una pregunta—. Mordí mi manzana.

—Pensé que tendrías bastantes, así que adelante.

—Nunca te han visto con una chica. Eres el chico inalcanzable. ¿Porqué?— Apoyé mis brazos en la mesa e incliné mi cuerpo hacia delante ya que por hacerle la broma del casi beso decidió ponerse delante mía en vez de a mi lado. Levanté una ceja esperando su respuesta.

—No lo sé—. Estaba pensativo y sus gestos me daban gracia. —No he tenido la necesidad de estar con alguien y si lo hago es por alguien que de verdad quiero o me gusta. Todas se comportan como crías y eso no mola—. Noté mis mejillas arder y mi corazón bombear con fuerza mandando la sangre a mi cara. Me miró directamente a los ojos así llegando a comprender que lo decía por mí. Me moví hacia atrás y agaché la cabeza, no podía mirarle, no quería acabar perdida por él aunque me hubiera dicho eso. Se levantó del sitio y temí que se marchara, pero no, se sentó a mi lado colocando su mano en mi barbilla para que pudiera mirarle directamente a los ojos. —Mira, no sé qué sientes tú por mí, pero lo que tenemos no es una amistad y eso lo sabemos bien los dos. Tampoco sé con exactitud lo que siento por ti, tú estás igual, solo sé... Que quiero estar contigo ahora, luego y mañana. No sé durante cuánto tiempo, pero espero que sea mucho-. Le cogí la mano que mantenía en mi barbilla y la apoyé en mi muslo entrelazando nuestros dedos para luego apoyar mi frente en su hombro y respirar profundo.

—Me encanta como hueles—. Susurré lo bastante fuerte para que me escuchara.

Loca Por Ese Chico (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora