10 #muerto

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Decidida a marcharme me levanté del sofá, pasé por la cocina y me despedí de los Tate con un par de besos en las mejillas. Entró Casandra y cogió un vaso de agua, me sonrió y brindó alzando el vaso por lo ocurrido. Nos debió escuchar, ella tenía razón y yo no y por eso estaba tan contenta. Ella me advirtió pero no quise creerle.

—Me tengo que ir—. Me despedí y salí a la calle seguida por Rainer.

—No quiero que te vayas.

—Lo siento pero tengo que volver a casa, ya nos vemos mañana—. Di media vuelta pero me cogió del brazo sin pensarlo.

—¡No! Quédate—. Suplicó de mala manera.

—¡Suéltame!— Me cogió fuerte, me dolía el brazo y se lo dije, tenía miedo y estaba cabreada, eso era una mala combinación y más para mí.

—¡No te vayas!— Mi mano golpeó su mejilla con tanta fuerza que el sonido sonó alto y su cara se regiró , eso provocó que me soltara de su agarre.

Sabía que no era su culpa, sino de su enfermedad mental por eso no me enfadé con él, sino con lo que tenía. Pero estaba harta de tanta historia, había soportado demasiado como para abandonarlo ahora, pero si no me decía lo que quería oír... Adiós y no sabía si era un «hasta luego» o «hasta nunca». Estaba harta de que las cosas salieran mal, que mayormente fuéramos infelices, que cuando estábamos bien era cuando no tomaba la medicación y no tenía ninguno de sus ataques y eso era poco tiempo.

Iba a marcharme pero no podía hacerlo, me paré en seco:

—Ah—. Retrocedí un poco para poder mirar bien su rostro. —No me busques, ni me sigas y menos aún me esperes... porque si las cosas salen mal, uno no tiene porqué esperar—. Me quedé preparándome para su respuesta pero no dijo nada, se quedó en blanco. —Ya, eso decía—. Ahora sí que sí, me fui sin mirar atrás.

Lo qué más me molestaba era que no tenía razón, estaba tan convencida de ello que no me fijé bien en lo que ocurría. Rainer Tate no me quería y podía ser que estuviera llorando y creyera que no iba a superar lo nuestro aunque hubiera durado poco, pero sabía que lo haría, me recuperaría y sería la de siempre, pero no era ahora.

***

Regresé a casa en la madrugada y puede, solo puede que hubiera dormido un par de horas. Menos mal que existía el maquillaje, no sabía qué haría sin él después de una noche como la que había pasado.
Era la hora del recreo y no estaba segura de querer entrar a la cafetería, no quería pasar mi tiempo en el mismo espacio que Rainer pero sí con mis amigas y si ellas querían ir, pues me arriesgaría.
Nos sentamos donde siempre, donde últimamente había pasado mi tiempo con él y no me lo podía quitar de la cabeza.
Le vi entrar a la cafetería, lo primero que hice fue buscar algo desde la entrada, a mí. Nuestros ojos se cruzaron y no pude apartar la mirada. Sentía que me faltaba el oxígeno, una bola se instaló en mi garganta y me la obstruyó. Vino en mi dirección y lo único que se me ocurrió hacer era ponerme en pie preparada para huir en cuanto se acercara lo suficiente. Mis pies empezaron a caminar hacia la segunda puerta pero llegando me paró.

—Quédate ahí, no te acerques más—. Sabía que si llegaba a oler su aroma, o sentir su tacto, no tardaría nada en besar sus labios pero no quería sufrir, no quería volver atrás solo para hacernos daño.
Encontrarme con él en la cafetería fue una coincidencia, pero que me siguiera hasta la puerta... No podía permitirlo.
A paso acelerado me cogió de la mano y me llevó a una clase vacía sin hacer caso a mis palabras.

—No quiero que esto muera—. Dijo él cerrando la puerta para quedarnos solos, coloqué mis manos en sus mejillas y le miré a los ojos para que fuera más creíble. El ardor en el pecho se hizo más presente.

—Bebé, lo nuestro ya está muerto—. Una lágrima recorrió su rostro ¿ Quién me diría que era tan buena actriz? Después de ver su cara sentí arrepentimiento, necesitaba retroceder unos segundos o unos meses.
No soportaba ver cómo se destruía cada vez que le venía un ataque y lo pagaba conmigo, no aguantaba que sufriéramos los dos por las peleas de cada día...
No podía creer lo que estaba haciendo, me estaba destruyendo a mí misma y sólo porque no pude aguantar su bipolaridad. Me sentía tonta, no, lo era.
Mis manos seguían en sus mejillas, no pude despegarme de él, necesitaba que eso terminara.
Mi respiración se aceleró, mi pulsación estaba en un punto de no retorno, iba tan rápido que se podría decir que tenía taquicardia, mi cuerpo temblaba y no sabía cómo pararlo.
Se acercó y me besó.
Coloqué mis manos en su pecho y lo empujé hacia atrás, respiré fuerte, ese mismo tipo de respiración cuando acabas de correr y estás cansado, solo que no me sentía cansada.
Durante esos segundos nos mirábamos a los ojos sin pestañear. Se acercó para volver a besarme, se lo intenté impedir pero me rendí, me dejé llevar porque eso mismo era lo que quería. Solo duró unos cuantos segundos porque enseguida me separé dispuesta a terminar aquello que estuviéramos haciendo en esa clase.

—Esto no significa nada—. Me apoyé en la pared porque mis piernas temblaban y él me observó sin moverse.

—Esto significa todo—. Me corrigió. Negué con la cabeza pero no me creyó y le entendí, ni yo me lo creía.

—Nos hacemos daño mutuamente—. Expliqué.

—Sí, vale, pero al estar separados—. Insistió.

—¡Esto es tóxico! Rainer. Tanto juntos como separados nos destruimos y ya estoy harta de sufrir... Pero no es tu culpa si llegas a pensar eso—. Caminé en su dirección y le besé siendo respondida al instante, rodeó mi cuerpo con sus brazos colocando sus manos en el arco de mi espalda; mientras que yo coloqué mis manos en su nuca y su pelo. Eso era una despedida y se lo hice saber.
Me separé y salí de allí sin decir nada, antes de cerrar la puerta le miré por última vez. Era el recreo pero no me apetecía seguir allí, así que fui a la cafetería a recoger mi mochila que la guardaban Lilith y Clary que parecían hablar en secreto hasta que llegué, se separaron la una de la otra y cerraron sus bocas. No dije nada. Solo me fui.

Dicen que entre el odio y el amor hay una línea tan fina que casi no se ve, y entonces me enteré. Hacía un tiempo que odiaba a Rainer y en pocos minutos o segundos empecé a quererle, cada día más hasta ese día.

Loca Por Ese Chico (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora