13.- Velas

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Meitantei Conan y sus personajes son propiedad de Aoyama Gosho.

Género: romance.
Ráting: +16
Personajes: Mouri Kogoro, Kisaki Eri.
Palabras: 437.

13.- Velas

Estaba tan nervioso que iba encendiendo un cigarrillo tras otro. Había pedido más de un favor para poder montar todo aquello, y empezaba a temer que no saliese bien, que ella se echase atrás.

Aplastó la colilla en el cenicero y sacó uno nuevo de la cajetilla, el encendedor emitió un débil llama que fue extinguida por una suave racha de viento. Se giró con el ceño fruncido y allí estaba ella, media hora tarde, pero estaba. Dejó el cigarrillo sin encender en el cenicero y fue a encontrarla.

—Ya pensaba que me habías plantado Eri —refunfuñó.

—Lo siento, me han entretenido en el buffet —se disculpó.

Kogoro le dio un breve beso en los labios, ella le apretó las mejillas con las manos.

—Has estado fumando, ¿verdad? —dijo ella arrugando la nariz—. No me gusta que fumes.

—Sólo un poco.

Eri miró el cenicero a rebosar, era evidente que la estaba engañando, pero no dijo nada. Kogoro la llevó al interior del restaurante desierto, todas las mesas menos una estaban llenas de velas. Le miró sorprendida mientras la llevaba hasta la mesa preparada para cenar. Kogoro retiró la silla para que se sentase.

—Kogoro ¿para qué me has traído aquí?

—Quería pedirte algo —contestó sentándose.

—No me digas que te has metido en un lío y necesitas un abogado, porque aún estoy haciendo prácticas y no creo que pudiese...

—No seas tonta, no es eso para nada —la interrumpió—. ¿De verdad crees que te habría traído a un sitio así para pedirte algo como eso?

Eri le miró, seguramente no se habría tomado tantas molestias si fuese eso. Aquel lugar era demasiado elegante y el ambiente demasiado romántico para pedir favores legales.

—Entonces ¿qué es lo que pasa?

—Verás Eri, ya hace mucho tiempo que tú y yo salimos y me preguntaba si...

Se puso toda roja, ¿iba a pedírselo por fin? ¿Había llegado el momento? ¿Aquel idiota que tenía por novio se había decidido?

—Eri —dijo su nombre con aquella voz profunda que ponía cuando hablaba en serio, la llama de las velas tembló—, ¿querrías ser mi mujer?

—Me lo estás pidiendo en serio, ¿Kogoro?

—Sí, claro, aunque no he podido comprar ningún anillo, lo quiero de verdad.

Eri le cogió la mano por encima de la mesa con fuerza, los ojos brillantes, las mejillas rojas.

—¡Sí que quiero! Y me da igual el anillo —contestó feliz porque por fin se había decidido, consciente de que Kogoro apenas tenía dinero, que el sueldo de policía pagaba el alquiler, las facturas y poco más—. Kogoro...

—Hagamos que esta noche sea inolvidable, Eri.

Fin

Fictober 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora