05.- Calibre

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Comienza a escribir tu historia

Meitantei Conan y sus personajes son propiedad de Aoyama Gosho.

Género: angustia, romance.
Ráting: +16
Personajes: Haibara Ai / Miyano Shiho, Gin, Tsuburaya Mitsuhiko.
Palabras: 524.

05.- Calibre

La boca del cañón parecía un ojo lanzándole una mirada letal. Sabía que aquel día tenía que llegar, a pesar de ello, se dio cuenta de que no estaba preparada para morir.

Pensó en su hermana, en sus padres, en los pequeños detectives y en él, en él también. En Shinichi Kudo, encogido tiempo atrás por la droga que ella hizo.

—No pongas esa cara, Sherry, ¿no te alegras de verme? —su voz cruel lanzó aquella pregunta como si se tratase de un juego—. Sabías que te buscaba.

—¿Pretendes hacerte el gracioso?

La sonrisa, tan cruel como su voz, decoró su rostro. Shiho permaneció inmóvil manteniendo a raya el temblor que amenazaba con delatarla, la expresión de indiferencia que tanto había practicado se abrió paso entre la del miedo que había mostrado.

—Adelante, apunta bien.

Y Gin lo hizo, apuntando a su cabeza, la pistola, de repente más pequeña pareció reírse de ella.

—No tan deprisa —murmuró Gin desviando el arma apuntando detrás de ella.

La bala de pequeño calibre le pasó rozando la oreja, la ráfaga de viento murió con un breve quejido. ¿Quién había detrás suyo? No debería haber nadie. Allí sólo estaban ellos dos y la nieve. Shiho se giró, en el suelo había un cuerpo inerte con a cara llena de sangre y los ojos desorbitados mirando a la nada, las mejillas salpicadas de pecas.

—¡No!

—Ya te lo había dicho, ¿verdad, Sherry? Te había dicho que te mataría a ti y a quien te rodease.

La encañonó, la pistola amenazando.

—Adiós, Sherry.

Se despertó chorreando en sudor, con la respiración irregular y demasiado acelerada. Una pesadilla, otra, una más de las que tenía a diario desde que volvió a ver a Gin y este renovó su amenaza de matarla a ella y a cualquier a su alrededor. Habían pasado doce años y aún la perseguía aquel miedo irracional.

Ai sabía que era inevitable, que Gin cumpliría su promesa tarde o temprano, la pregunta no era cuándo, sino qué calibre elegiría para hacerlo y cuántos tiros recibiría, hasta qué punto la torturaría.

—¿Otra pesadilla?

—No —replicó—, soñaba que corría la maratón de Boston.

Con cara de sueño le sonrió, Ai siempre haciéndose la valiente, evitando por todos lo medios parecer frágil o asustada.

—Ya, ven, deportista onírica.

Ai le dedicó una sonrisa indulgente, como si todavía fuese aquel mocoso repelente con la cara pecosa, que competía con Edogawa Conan para impresionarla.

—Ni hablar —replicó pellizcándole una de sus mejillas salpicada de pecas—. Estoy toda sudada, me voy a la ducha.

—¡Au! ¡Ai! —se quejó por el pellizco.

—Que no se te ocurra morirte.

Mitsuhiko le tomó la mano con fuerza acostumbrado ya a aquellas salidas lúgubres.

—No tengo intención alguna de hacerlo.

Se levantó poniéndose una camiseta demasiado grande, tapando su piel y sus viejas cicatrices de las balas que Gin le disparó en la azotea del Hotel Haido City.

—Ai no desaparezcas.

Sonrió con la mano apoyada en el marco de la puerta.

—No lo haré sino se me traga la ducha.

Se marchó en silencio con el deseo de huir y de salvarle la vida.

Fin

Fictober 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora