27.- Comisaría

39 2 0
                                    

Meitantei Conan y sus personajes son propiedad de Aoyama Gosho.

Género: general.
Ráting: +16
Personajes: Kisaki Eri, Mouri Ran, Mouri Kogoro.
Palabras: 430.

27.- Comisaria

—¿Quieres que vayamos a buscar a papá, Ran?

La niña miró a su madre olvidándose del dibujo en el que llevaba trabajando todo el día, un regalo para su padre, porque era como un héroe de los de la tele.

—¡Sí!

Se puso en pie de un salto y corrió hasta a ella con una sonrisa de oreja a oreja. Eri le acarició el pelo con amor.

—Ponte los zapatos, cielo.

Eri sonrió feliz viendo como se calzaba ella sola, tan eficiente a pesar de ser tan pequeña estaba muy orgullosa de Ran. Fue hasta la entrada y se puso sus propios zapatos, después le tendió la mano y salieron juntas a la calle. Ran iba dando saltitos y canturreando una canción infantil de las que había aprendido en la escuela.

La comisaría no estaba demasiado lejos, aquella era una de las cosas que a Eri le gustaban, la hacía sentirse estúpidamente protegida.

—¡Buenos días agente Kyuuraki! —saludó al agente de la puerta con aquel tono de emoción infantil.

—Buenos días, Ran-chan, ¿vienes a ver a tu padre?

La niña asintió sonriendo.

—Buenos días Kyuuraki-san.

—Buenos días, Kisaki-san, Mouri-san está en un interrogatorio, pueden esperarlo en la sala.

—Gracias, lo haremos.

Subieron al ascensor solitario y Eri pulsó el botón de la planta de investigación criminal, el pasillo de paredes grises estaba en silencio y no se veía a ningún inspector por los alrededores; el caso en el que trabajaban debía de ser mucho más importante de lo que creía, quizás no deberían de haber ido.

—Esperaremos en la sala en silencio, ¿de acuerdo, Ran?

—Sí, mamá.

Pero la puerta de la sala de interrogatorios se abrió antes de que llegasen, Eri apartó a Ran del camino del hombre que corría hacia ellas...

Eri abrió los ojos con el sonido de la bala haciendo eco en sus recuerdos, empapada en sudor se incorporó en la cama. ¿Cuántos años habían pasado desde aquel día? Se tocó la cicatriz del muslo distraída, Kogoro la había salvado con un disparo impecable y perfecto.

Descolgó el teléfono y marcó el número que marcaba casi a diario, pero al que casi nunca llamaba. Pulsó la tecla verde y escuchó el tono de llamada hasta que, al otro lado, descolgaron.

—Agencia de detectives Mouri.

—Kogoro.

—¿Eri? ¿Eres tú? ¿Ha pasado algo?

—Sí soy yo. No pasa nada, escucha, ¿podemos hablar un rato?

—¿Quieres que comamos en el Poirot?

—De acuerdo, en unos veinte minutos en la puerta.

Eri colgó nerviosa, aquel sueño le había hecho tener un mal presentimiento, necesitaba verlo y sentir que estaba bien.

Fin

Fictober 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora