Destinados.

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20 años atrás.
...

La mujer estaba asustada, pero tenía la suficiente valentía de hacer lo que sea para salvar la vida de su hijo, jamás había creído en lo paranormal ni era fanática religiosa, tampoco atea. Su marido metió la pata, se involucró con las personas equivocadas y terminó debiendo hasta sus almas —literalmente—, estando aquí en este lugar, frente a esta persona, se sentía desarmada.

—¿El niño es un milagro?

—No es sólo un milagro, su padre, su padre biológico es alguien especial. —se aclaró un poco la garganta— No es de este mundo, eso lo sé.

—No entiendo.

—No puedo decir más. ¡Yo no lo recuerdo!

La mujer suspiró, miró al pequeño bebé sonriendo tan dulce e inocente.

—Su hijo es parte del pacto. ¿Eso lo entiende? Tarde o temprano vendrán por él, y no hay nada que pueda hacer para evitarlo, cuando el tiempo sea el correcto todo lo que ponga en él va a desaparecer. —ella se mantenía fuerte evitando soltarse a llorar amargamente, su pequeño bebé no podría vivir en paz, jamás— Tendrá un sello y un par de tatuajes, así podrá retener su destino al menos por unos años.

La mujer del otro lado de la mesa, vestía con largas telas de colores, tatuajes y anillos en sus dedos, el cabello recogido con trenzas y un pequeño crucifijo en el pecho.

—¿Usted es creyente? —preguntó al ver ese collar tan grande y unas cuantas figuritas de cruces en la habitación.

—¿Esto?—tomó el collar y se lo sacó del cuello, lo pasó encima del pequeño bebé dando tres vueltas completas— Es solo una representación, nosotras estamos en el medio de todo, no somos ni de arriba ni de abajo. Solo existimos.

La mujer asintió, su hijo pasó a manos de la supuesta bruja que le ayudaría con el pacto que había hecho su esposo, le contó que ese trato fue con un viejo señor barbón, siempre se iba a sentar a las bancas del parque, vestía formal y con un reloj de oro en la muñeca.

Una vez su esposo intentó asaltarlo, pero las cosas no salieron como lo planeó, ya que el viejo lo atrapó con las manos en la masa; pensó que iría a la cárcel, pero en cambio ese viejo le ofreció un trato, le daría todo el dinero que necesitaba para pagar lo que debía, a cambio le tendría que entregar lo más valioso que tenía, aceptó sin dudar hasta que ese mismo día su esposa le dijo que estaba embarazada, y ese mismo hijo en el vientre de su esposa se convirtió en parte del pacto por ser lo más valioso para su corazón.

—¿No le dolerá?—preguntó preocupada al ver como la bruja ponía a su bebé sobre la mesa.

La bruja no respondió. Necesitaba concentrarse para poder llevar a cabo los tatuajes y lo más importante, el sello. Cómo si de un lienzo en blanco y listo para ser usado, la bruja con una rama rota de un extraño árbol nacido en el cementerio del pueblo, empezó a dibujar símbolos en el pecho del bebé, símbolos que al final se convertirían en uno solo y ese sería el sello protector, al menos por veinte años o menos.

En la espalda también pero esta vez no solo lo dibujo, sino que uso una pintura negra fresca que también tenía el mismo tiempo de duración que el sello. Un sello, y unos tatuajes eran la única protección del pequeño.

—Espero que tenga suficiente con esto.

—¿Cómo que espera?—la mujer alzó la voz, lo que molestó mucho a la vieja bruja.

El rey de la lujuria. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora