Capítulo XXIII

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Arnold jugó con la pequeña cajita entre sus dedos y bebió otro largo trago de la botella que le había dado Lila esa mañana. El agua fresca con un delicioso sabor a limón y ligeramente dulce lo hizo sentir revivido. El sol parecía asolar a su alrededor, aunque se sintió reconfortado por el aire acondicionado del auto al servicio de la familia von Bismarck. Arnold había deseado hacer su pequeña cruzada a pie, pero Gretel lo había tumbado en el suelo y amenazado con romperle la muñeca si es que salía de la casa vestido así. Claro, a lo que ella se refería era a su atuendo deportivo y por eso lo había hecho regresar sus pasos para que se pusiera unos jeans oscuros, una camiseta ligera con corte en V y una chaqueta con solo dos grandes botones para aprovecharse. Cuando él se quejó por el calor que había, Gretel había llamado al chofer y había metido al chico en el asiento de atrás.

Obviamente, Arnold hubiese peleado con ganas si no hubiese sido porque Helga seguía durmiendo plácidamente y no quería despertarla por poner freno a la mandona alemana.

Al final, muy en el fondo, estaba agradecido. El sol no tenía misericordia, ni una sola nube parecía atreverse a ponerse en el camino del astro rey y gracias al coche, Arnold podía llegar mucho más lejos y visitar todos los locales que le habían llamado la atención antes de que Helga se despertara. Aun así, cuando se bajó del auto, se tuvo que quitar la chaqueta y la cargó sobre su hombro. Aunque fuese un recorrido pequeño, el sol le hizo sudar ligeramente el pequeño camino hasta la fría y amplia residencia.

- Buen día joven Shortman. –Marinette le saludó, ligeramente sorprendida, mientras parecía monitorear que todo estuviese en orden- ¿Ya desayunó?

- Solo bebí algo. –agitó la botella que ya estaba vacía- ¿Ya se despertaron todos?

- Así parece, estamos moviendo la comida al salón de té.

El rubio asintió, recordando que sería el primer desayuno que tuvieran en la casa y al parecer la mujer había planeado con ahínco hacerlos pasar bien.

- ¿Helga ya bajó? –preguntó Arnold, observando hacia los escalones.

- La señorita Pataki subió un momento para despertar a la señorita Crafhetcog.

- Y ya está despierta. –Helga anunció, bajando rápidamente los escalones, sus sandalias blancas golpearon el camino como una marcha militar- No quiero que su hermano Ray sospeche que la hicimos trasnochar. Al parecer es muy protector. –observó al chico- Hey.

- Buenos días para ti también. –saludó, ligeramente resignado a los modales de su novia, aun así la rodeó por la cintura de su vestido rosa que se amarraba por el cuello y enmarcaba perfectamente sus curvas, con un escote vertiginoso y una falda a la mitad de sus muslos.

- ¿Dónde estabas?

- ¿Vamos a desayunar? –preguntó, con una sonrisa ladeada y la tomó del brazo para que apoyara su mano sobre su antebrazo- ¿Qué opina, Marinette? ¿Así se debe escoltar a una dama?

La mujer soltó una pequeña risa y asintió, con solemnidad.

- Indudablemente, aunque por la cercanía se creería que es un esposo guiando a su mujer. Pero esas son pequeñeces. Por aquí, por favor. –y los comenzó a guiar hacia la parte trasera de la casa.

- No es mi marido. –gruñó la rubia, fulminando con la mirada a Arnold- Eres un fastidio.

- Oh, te encanta. –caminó más lento- ¿Y se puede saber qué ocurrió arriba que tenías una sonrisa divertida?

Helga contuvo una pequeña carcajada para no llamar la atención y se apoyó contra el brazo del rubio para no tener que alzar mucho la voz.

- Fui a buscar a Jaimie a su habitación...

Cacería «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora