Epílogo

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Arnold se inclinó y levantó en brazos a Aura. La pequeña se estrujó contra él, rodeándolo con sus piernas y brazos sin intención de soltarlo. Él sintió la pequeña nariz infantil rozarle la mejilla, restregarse contra su pómulo haciéndolo reír. Inmediatamente supo que sus abuelos estaban comentando sobre lo buen hermano mayor que sería, que era obvio que tenía don para los niños.

Solo esperaba que fuese verdad.

Solo rogaba que así fuese.

La risa de su madre le animó, como campanas. Desde que había iniciado el tercer trimestre de embarazo lucía mucho más animada y aunque aún no podía moverse mucho, ya podía sentarse y compartir con todos.

Él se había comprometido en regresar en agosto para estar en los últimos tres meses de gestación. Pero al final habían vuelto para la última semana del mismo mes, apenas con unos días libres antes del inicio de su segundo año de preparatoria, el décimo grado sophomore, en septiembre. Aun así, habían realizado una gran celebración por el cumpleaños de Gretel en la casa von Bismarck, el veinte de agosto, donde la chica no había dudado en pedir que todos le cumplieran cinco deseos a su propio capricho y para seguirle el juego, la habían tratado como una reina. La alemana había lucido curiosamente radiante y Helga le explicó a Arnold que ella nunca había tenido tanta gente deseándole que tuviese un grandioso día, ni compartiendo con ella. Entre Jaimie, su mellizo Ray, Scott que había llegado a la madrugada de ese día y apenas podía quedarse pero que "Por nada del mundo se perdería ese día" y el grupo original, Gretel había tenido siete voces despertándola a coro con un "¡Feliz Cumpleaños!". Arnold pudo jurar que por un momento la alemana estuvo a punto de llorar de la emoción. También se había puesto nerviosa cuando los padres de Arnod, los de Will y hasta el de Lila le habían llamado para desearle lo mejor.

Pero, después de todas esas aventuras, a Arnold en parte le alegraba volver y sentirse en casa pero extrañaba con fuerza a Jaimie. Además, se admitió, mirando a los oscuros ojos de Aura, que parecía fascinada con mirarlo fijamente, había esperado ese momento con ansias.

Sus ojos leyeron el gran letrero que adornaba la sala de huéspedes "Bienvenida a la familia, Aura von Bismarck". Todos los papeles habían sido hechos y oficialmente Gretel era hermana mayor. Arnold se sentía con el derecho de burlarse cada vez que Aura tomaba a la alemana de la mano y la arrastraba de un lugar a otro, sin que esta estuviese muy segura de qué hacer. Pero en ese momento se daba gusto de ser egoísta y hundir su nariz en el largo cabello negro de Aura, sintiéndola reírse con regocijo.

- ¿Cuántos dulces has comido? –le regañó, al sentirla saltar entre sus manos.

- Papá dijo que puedo comer todo los que quiera hoy. –se defendió, mordiéndose los labios color vino tinto, que armonizaban con su piel acanelada.

- Eso no responde mi pregunta...

- ¡Muchos! –se rio, bajándose del protector abrazo y corriendo hacia Elizabeth, sabiendo que así huiría de un sermón.

La pequeña no dudó en subirse al regazo de la mujer, sin importarle que en el proceso no solo arruinaba su propio vestido rojo con mangas de princesa y el de la mujer. Elizabeth luchó por bajarse la falda, que entre los juegos infantiles, había subido descaradamente por sus piernas ligeramente bronceadas hasta casi la indecencia. Aun así, Elizabeth lucía más relajada, con el cabello negro cayéndole a un costado de su hombro en ligeras hondas y su redondeado rostro acentuado con maquillaje azulado que iba a tono con su vestido añil. Pero eso parecía lo de menos para Aura, porque tenía la boca abierta, mimada, esperando a que Elizabeth compartiera de su pastel con ella. Por un momento parecía que la mujer iba a regañarle pero luego suspiró, entre resignada y divertida, dándole una cucharada grande del cremoso postre.

Cacería «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora