XXI

243 24 9
                                    


El día había llegado, y toda la población de Hundai se había reunido al final del bosque, donde se encontraba un pequeño cementerio.

Alfredo sería enterrado junto a su mujer, María Jesús, quien estuviese donde estuviese, lo esperaba con los brazos abiertos. De eso estaba seguro Alfred. Era lo único que lo animaba a seguir. Junto a Amaia, quien se había convertido en su imprescindible.

-¿Alfred? ¿Nos vamos?

Amaia se acercó al chico sentándose junto a él en la cama, apoyando su cabeza sobre su hombro, haciéndole caricias, donde más le gustaba, bajo la nuca. Alfred la miró con sus ojos llorosos, llenos de unas lágrimas reprimidas, buscando la salida.

-Titi...Llora cariño, llora.

Lo abrazó, y Alfred lloró desconsoladamente. Era un niño perdido, sin sus padres, sin su apoyo más grande.

Amaia no podía sentirse peor persona. Estaba allí junto a él, viéndole desconsolado, sin fuerzas, derrotado... Y ella había sabido lo que podía ocurrir. Es más, sabía que sucedería. Y no lo evitó.

Su lugar no era aquel. Tenía que volver a Arancia, y dejar de hacerle daño al chico de ojos de purpurina. No podía seguir mintiendo. No a él.

Salieron de la casa, y se encaminaron al cementerio, ambos agarrados de la mano. Alfred apretaba fuertemente a Amaia, la necesitaba. Se sentía solo. Más solo que nunca. Si llegaba a perderla a ella, su vida no tendría sentido.

-Amaia... antes de entrar, quería darte las gracias, por todo lo que estás haciendo por mí.-Amaia lo miró a los ojos, llevando su mano hasta la mejilla del chico, limpiando las lagrimas que se empezaban a escapar de sus preciosos ojos negros.- Gracias, Amaix.

-No me las tienes que dar cariño.

-Te quiero mucho.

Alfred besó suavemente los labios cálidos de Amaia, encontrando en ellos el calor que necesitaba.

-Yo también a ti.

Lo quería, claro que lo hacía. Más que a nadie. Y eso la asustaba, porque nunca llegó a imaginarse que ocurriría.

Encima le estaba engañando, ella era naranja, él un verde. Mundos contrarios.

Cuando llegaron a las puertas del cementerio, gran parte de la población se encontraba allí. Cepeda, Miriam y Mimi fueron hacia ellos, ayudándoles a atravesar la gran muchedumbre de personas que impedían su paso.

Amaia, veía como conforme se iban acercando Alfred se desmoronaba. Ella se había quedado un poco más atrás, dándoles intimidad familiar. Ella no era parte de su familia, y no merecía serlo. Ese sentimiento de culpa la iba a acompañar todo el tiempo, y no sabía si sería capaz de aguantar mucho más con el secreto.

Alfred se dio cuenta de que Amaia no estaba junto a él, y alzó la vista para buscarla. A lo lejos, la vio, camuflada entre más gente. Se soltó del agarre de su primo Cepeda y fue hacia ella para agarrar fuertemente su mano.

-¿Por qué te has ido?

-No me he ido. Solo quería darte tu espacio, con tu familia.

-Tú eres mi familia Amaia.

Las palabras de Alfred calaron muy hondo en Amaia. Ella quería ser su familia, y que él fuese la suya, pero entre familias no había secretos, y entre ellos si. Sólo que ese no era el momento adecuado para hablar de ello.

-Ven, por favor. Te necesito conmigo ahí.

Amaia no pudo evitarlo. Se acercó a él, apretó su mano y lo envolvió entre sus brazos. Reconfortándole, apoyándole, estando con y para él.

Los verdes no eran religiosos, aunque los naranjas tampoco. En aquellos tiempos, la religión no era sumamente importante, no obstante, había gente que la predicaba. No era el caso de Alfredo, y su familia.

Durante el acto en honor a Alfredo, permanecieron agarrados. A su lado, Cepeda, aparentando ser el fuerte de la familia, aunque Amaia notaba que no lo era. Veía en su mirada las ganas de llorar, de camuflarse en los brazos de una persona que Amaia bien conocía, pero que no estaba ahí.

Terminada la ceremonia, todos fueron camino al cementerio. Se encontraba a las afueras de Hundai. Alfred, seguía apretando la mano de Amaia. Esta lo miraba, escaneaba su rostro intentando averiguar qué pasaba por su mente.

-¿Estás bien?

Alfred la miró. Negó suavemente con la cabeza.

-No, realmente no.

-Titi... Ven.

Lo abrazó fuertemente, permitiendo a Alfred apoyarse en ella, derramando lágrimas que ni él mismo sabia que seguía teniendo.

-Te quiero. Gracias por todo esto Amaia.

-Yo también te quiero, y es por eso, por lo que no tienes que dármelas.

Unieron sus labios en un tierno beso, hasta que tuvieron que separarse. El entierro iba a dar comienzo.

Alfred agarró la urna de su padre junto a sus primos. Amaia, miraba desde un lado la escena junto con Miriam. Alfred la miraba continuamente, y ella le sonreía como bien podía. Tenía que hacerle sentir seguro, no iba a estar solo.

Amaia sabía que aquel lugar no era el suyo porque le estaba mintiendo. Una relación basada en una mentira, no era una relación. Pero a quien iba a engañar, ni podía ni quería alejarse de él, y menos en un momento como este, en el que Alfred la necesitaba más que nunca.

Porque sus sentimientos eran verdad, y eso se lo haría saber todos los días que estuviese junto a él.

-Amaia...

Miriam detuvo a Amaia cuando esta iba hacia Alfred, quien había dejado la urna de su padre junto a la de su madre, María Jesús.

-¿Le quieres?

Amaia dirigió su mirada hacia el chico que la volvía loca.

-Mucho. Tanto que me asusta.

Miriam sonrió.

-Cuídale por favor. No le hagas daño, no a él.

-Jamás.

Con esa palabra Amaia selló una promesa con Miriam. Promesa que no sabía si iba a poder cumplir.


¡Hola! Antes que nada, perdón. En nombre de las dos, sabemos que dijimos que volveríamos antes de lo que lo hemos hecho. Me correspondía a mí escribir, por lo que asumo toda la culpa del retraso, pero por diferentes motivos apenas puedo pasar horas delante del ordenador sin que me duela la vista, por lo que no estoy escribiendo apenas. Ni esta historia, ni el resto de las mías. Lo siento mucho. Espero que pronto todo vaya a mejor, y pueda volver al ritmo anterior. Y también espero que os guste el capítulo, y el siguiente de mi amiga, que se vienen cosas interesantes.

Os queremos mucho, y millones de gracias por todo. Por leer, por la espera, por comentar, por todo. Gracias.

Hola a todos. Al habla Mun. De verdad, repito ahora en mi nombre cada palabra que acaba de decir mi amiga. No queríamos tardar tanto, porque las dos adoramos esta historia y le tenemos un cariño tremendo. Pero me temo que por motivos extraordinarios al final fue complicado evitarlo. Os queremos mucho, en serio, y gracias por todo. Me gustaría anunciar también que por la espera, tendréis en unos minutos una recompensa. Solo queremos demostraros que sois lo más importante, porque lo sois.

Gracias otra vez. Y nos vemos el domingo con mi capítulo


Efecto Mariposa - OT 2017 - @beyourlaugh & @MunayGirl23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora