CAPÍTULO 18, PARTE 1

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Narra René

La noche transcurrió lentamente. Todos quisieron presentar sus respetos a Joel, entendieron la necesidad de soledad que requería ese momento para él; así que amablemente se fueron después de hacerlo.

Tras haber dejado a Laura en el dispensario esta mañana, convencí a Joel de volver a la casa para desayunar y ducharse, mientras tanto decidí ir a hablar con Ángel. Lo encontré en el ambulatorio, con la bata de medico puesta, hurgando entre sus libros de medicina, como de costumbre. Cerré la puerta de la consulta, en la camilla, que se encontraba a escasos pasos de mí, estaba Laura. Me quedé mirando a Ángel, crucé los brazos y lo observé. Él, frustrado y sobrepasado por el momento, paró de pasar hojas suspiró resignado.

- ¿Qué ha pasado? – le pregunté tajante

- Ojalá lo supiera... - me respondió negando con la cabeza. – Ayer vino a la consulta un poco decaída, me dijo que no podía dormir y le receté unas pastillas, no podía imaginar que hoy... - paró inundado por la emoción.

- ¿Insomnio? – dije extrañada – la gente no muere por no haber podido dormir bien una noche.

- Exacto – suspiró dejándose caer sobre la silla.

- ¿Qué insinúas? – dije acercándome y apoyándome sobre la mesa.

- Nada. Son conjeturas, posibilidades que aparecen ante este despropósito. – levantó la mirada hasta posarla en la mía. – Nunca me había enfrentado a algo así, no estoy preparado... - volvió a negar con la cabeza, mientras la apoyaba en su mano derecha.

Dejé que pasaran unos segundos, estaba abrumado.

- Sé que es duro, especialmente para ti. Todos nos hemos consolado, sabiendo que estamos un poco más a salvo gracias a tu posición de médico. – cogí aire – Pero nos hemos olvidado de que tú no te ves como tal, sigues viéndote como un estudiante de medicina, como un aprendiz. Tienes que darte cuenta que ya no lo eres, ahora eres médico, a los ojos de todos, y también a los tuyos. Sé que es difícil ver a un ser querido en esa camilla, y aun así mantener la frialdad. Es tu obligación mantener la calma y pensar con claridad, por nosotros, por ella, por ti. Asume lo que eres, no tengas miedo.

- ¡Yo no soy médico, René! – exclamó dando un puñetazo a la mesa. - ¡No soy ni la mitad de un médico! Me he quedado sin respuesta ante esto...

- Vamos a hacer una cosa – dije sentándome en una silla que había frente al escritorio. – imagina que estas en clase, que esto es un ejercicio de... aplicación del método científico.

- Esta bien... - paró para pensarlo mejor. – como bien has dicho antes, la gente no se muere por no dormir un día, lo que me hace pensar que esa no es la causa, que nos podríamos estar enfrentando a algo peor, que pueda afectarnos a todos. – suspiró- pero con los medios de los que aquí dispongo me es imposible hacer nada. Necesitaría un lugar más apropiado, material quirúrgico...

- Entiendo lo que dices, pero va a resultar imposible.

- ¿Por qué sería imposible? – me preguntó extrañado – sería lo más conveniente.

- Joel jamás permitiría algo así, en el estado en el que se encuentra no piensa fríamente las cosas, y nos sería imposible convencerle de esto.

Él asintió con la cabeza, resignado

- Entonces, como comprenderás, estoy atado de pies y manos.

- Lo sé, tal vez si tomas muestras de algunas cosas sin que se pueda percibir y los analizas en Madrid...

- Esta bien, eso haré. – dijo levantándose y buscando unas cosas.

Me despedí de él y me fui a la casa, estaba bastante preocupada por Joel.

Era la hora de comer, el ambiente era triste, la mayoría no sabía cómo reaccionar ante la situación. Nos sentamos a comer, entonces Dani dijo...

- Tal vez este no sea el mejor momento, pero en esta situación ningún momento es apropiado. – todos le miramos y el prosiguió. – tenemos que fijar los detalles del viaje a valencia, ¿Cuándo y cómo va a ser?

Tosí para aclarar la garganta y luego dije

- Cuanto antes nos vayamos antes regresaremos. Mañana a primera hora nos iremos, llevaremos dos coches, Dani conducirá uno y Miguel otro. Llegaremos allí, cogeremos las cosas de Ángel y las tuyas, buscaremos provisiones y en un par de días a lo sumo tres, estaremos de vuelta.

A todos les pareció un buen plan, así que asentimos y seguimos comiendo.

Después de comer nos pusimos a preparar las cosas para el viaje. La noche prometía ser larga. Tras mostrarle su apoyo a Joel todos se fueron, estábamos en la consulta de Ángel, mi primo y yo solos, sentados al lado de la camilla. Eran las doce y media.

- ¿Qué voy a hacer sin ella? Sin sus besos de buenas noches, sin sus caricias de por la mañana. – Me dijo sin poder evitar echarse a llorar. – Ella era la razón de mi ser, la razón por la cual no perdí la cabeza ante esta locura. Consolarla me fortalecía, abrazarla me calmaba y ahora que ella no está, ¿Qué razón me queda para aferrarme a la cordura?

- Nos tienes a todos. Me tienes a mí

- ¿Ellos? La mayoría grandes desconocidos, y tú, tú te vas mañana, sin certeza de que volverás.

- Voy a volver, por ti, y porque lo digo yo. – dije mirándole a los ojos.

Me abrazó con todas sus fuerzas, quise romper a llorar, no podía fingir ser fuerte ni un momento más, pero no lo hice. Se lo debía.

Los primeros rayos de sol ya se dejaron caer a través de las cortinas, estaban bañados por una espesa niebla que había llegado al pueblo.

Alguien llamó a la puerta, era Ángel, ya estaban listos, esperando a que saliésemos.

- Es la hora. – dije mientras apoyaba mi mano en el hombro de Joel.

Él cogió aire, se repuso, secó las lágrimas de sus ojos y cogió a Laura. El frio húmedo nos sobrecogió al abrir la puerta, caminamos lentamente por las calles del pueblo, que parecían haberse impregnado de la tristeza que envolvía estos días. La puerta del cementerio chirrió siniestramente cuando la abrimos.

- No.- soltó Joel mientras pasábamos. – Ella odiaba los cementerios. Se dio la vuelta y subió por una pequeña cuesta que estaba en frente. Al final de la cuesta, un pequeño callejón que giraba a la derecha desembocaba en un pequeño mirador. Mientras nosotros llegábamos, dejó el cuerpo en un banco que había. Se arrodilló junto a ella.

- Pasábamos horas aquí sentados. – dijo cogiéndola de la mano. – pero aquellas tonterías me gustaban más que a ti. Dani, Ángel, Liam y Jerry se pusieron a cavar junto a un árbol que daba sombra al atardecer. Fer y Aron, se acercaron a Joel y lo abrazaron. Ya habían terminado de enterrar a Laura, tras estar un rato en silencio nos fuimos.

Dani y Miguel ya se habían montado en los coches, me daba rabia dejar en estas condiciones a mi primo, pero debía irme y Mel estaba ahí para estar con él. Lo abracé tan fuerte como pude.

- Cuídate por favor. – me susurró al oído.

- Lo haré, descuida

Cogí aire y me monté en el coche de Dani.

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